Al despertar, el fuego ya avía consumido todas las brasas, no quedaba rastro de madera. Era curioso como el calor de una llama, podía hacer arder ciudades enteras, algo tan bonito y tan destructivo a la vez.
Tenia hambre, no avía comido en dos noches y necesitaba reponer fuerzas. Limpié mi capa de hojas y pequeñas ramas que se habían acomodado en ellas y la coloque en mi espalda, cuando me quise dar cuenta, mi preciado tesoro ya no estaba, mi katana había desaparecido.
No me exalte lo suficiente, sabia lo que podía ocurrir si un arma como esa acabara en manos equivocadas. Recogí lo poco que me quedaba, me puse mi satgat, y solamente escuche, era un sonido apacible, era un gran rió que fluía tranquilo y que si tu mismo lo quisieses, provocaría un gran torrente, tan potente que derruiría una montaña. Y sin mas la encontré, a un kilómetro, no fue necesario rastrear las huellas de dos insignificantes mangantes. Fui corriendo, al fin y al cabo no quería mas problemas con el poblado, tampoco quería que desapareciera del mapa.
Al llegar me encontré con un carromato, parecía de tamaño familiar, aunque seguramente seria robado, estaba viejo y los clavos sobresalían, el compartimento de atrás estaba tapado por una lona roja y parecía tener un logotipo de un caballo, estaba deshilachada, atados dos burros blancos en la parte de adelante, se les veía mal cuidados. Estaban al lado de un pequeño riachuelo, asta que me vieron llegar era gracioso ver a los dos pardillos, estaban sentados en un tronco partido, uno mas fuerte, alto y calvo, y el otro un enano bastante gordo, intentaban desenvainar mi arma. Al verme se detuvieron, me miraron sorprendidos y siguieron a lo suyo.
-Vete de aquí, maldito ermitaño- Grito el enano
Me solían llamar ermitaño, la verdad es que no me consideraba como tal, me llamaban de muchas formas pero esa no era una des las que estaba muy orgulloso, total aun soy joven, tengo veintisiete.
-Ese juguete no es vuestro, podéis haceros mucho daño- dije sonriendo, como si fueran dos niños pequeños
El hombre alto se levanto del trozo de madera en el que estaba sentado, y con una sonrisa, levanto el hacha de guerra que yo por fortuna no pude ver antes. La agarro como si de una pluma se tratase, y se acerco a mi.
-Ahora es mio, como todo lo que esta hacha corta, así que vete por donde as venido y por suerte no te partiré alguna que otra pierna- Mientras sonreía
-Eso no sera necesario- Hable con serenidad y un tono despreocupado
El enano me miro, y lee contesto a su compañero
-Zade, creo que deberías partirlo en dos, sus huesos irán bien para el estofado de setas para mas tarde- Grito contento
Zade no se lo pensó dos veces, acaricio la hoja de su hacha y sin ninguna restricción la agarro de su empuñadura, como si de un árbol se tratase empleo toda su fuerza para intentar alcanzar mi cuerpo. Lo esquive con facilidad, a lo que respondí.
-Si no te vasta con eso, puedes intentarlo cuantas veces quieras- Con mi tono burlón
Uno tras otro, fui esquivando todos los movimientos que el ejercía, asta que el, agotado soltó su hacha. El enano sorprendido soltó mi katana, y se levanto del tronco.
Zade, enfurecido agarro mi kimono por el cuello, cuando estaba entre sus grandes brazos los abrió y me rodeo con ellos.
-Ahora pequeño mono, te partiré la espalda en dos, y mas tarde separare tu cabeza de la columna- Dijo enfurecido
-Lo importante no es prometer, sino cumplir- dije a carcajadas
El empezó a apretar, tenia una fuerza como la de un oso que defiende a su cría, yo tan solo observaba, era gracioso mirarle mientras intentaba hacer un esfuerzo tan grande.
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Gritando mar, a la tierra
FantasyNo pretendo contar un cuento, tampoco quiero representar un mito o una leyenda, hoy quiero escribir una historia, mi historia, o mas bien, como yo quiero recordarla. Soy yo, el hombre que por millones de mitos a llegado a ser un héroe, un demonio...