La situación se convirtió en algo grave, puesto que, aunque la llevaron allí, ella no mejoraba; Talía estaba al borde de la muerte, y Abel no dejaba de mirar a sus alrededores desesperado. El chico intentaba hallar alguna posible causa que estaba provocando todos esos males que tenían que ver con su compañera de grupo, pero no había nada; ¡no podía dar con el porqué de su estado!
—Si tan sólo no hubiera usado su reloj... ¡quién sabe en qué estaba pensando ella cuando lo hizo! —Alan cerró sus puños con indignación y mezcló aquello con dolor por su compañera, incluso algunas lágrimas se atrevieron a escapar de sus ojos por los sentimientos que lo invadían. Ahora, con ese nivel de gravedad, la reacción del resto tendría que convertirse en algo reciproco, sin embargo, la verdad no pasó de esa manera, es más, el rostro de Abel se había iluminado.
—Cuando usó su... —no llegó a terminar la frase que fue corriendo enseguida a donde Talía estaba; sí, lo había descubierto; quizás era eso. Abel buscó con determinación, pues quería encontrar a ese deshonroso objeto que les había causado esa desdicha, y si estaba en lo correcto, probablemente sería la solución—. ¡Aquí está! —exclamó el rubio cuando logró sacarle el reloj de la muñeca a su amiga. Quienes estaban allí presentes, se quedaron boquiabiertos sin entender qué era lo que exactamente había hecho el chico, aun así, no hizo falta dar explicaciones, ya que los resultados aparecieron a la vista.
—¡Mira! ¡La piel de Talía está recuperando su color! —le dijo Alan impresionado.
—Sí, ¿pero cómo? —preguntó Yamil de la misma forma.
—Era el reloj —se acercó a ellos el de ojos verdes, y les mostró en su mano el objeto—. Creo que... quizás ella pensó que sería lastimada cuando fuera a usar el reloj.
—Eso explicaría porque enfermó cuando apenas terminó de usarlo —mencionó Alan.
—Sí —respondió Abel.
—¡Esto es culpa de Seitán! ¿Cómo es que no nos avisó antes de esto? —reclamó el pelirrojo completamente desanimado por lo que estaba pasando, además de que aún tenía a su hermana encerrada en aquel lugar sin posibilidades de salir.
—Cálmate, Yamil, quizás ella olvidó explicarse...
—¡No la defiendas Abel! —le reclamó su compañero eufórico.
En ese momento, los parlantes sonaron, interrumpiendo así la pelea que empezaba entre los dos chicos; el anuncio fue una petición de que se trasladaran a la sala principal de la nave.
—Vamos... luego hablaremos de esto —dijo Abel, y los demás lo siguieron, aunque Yamil dudó antes de ir a donde ellos. Al llegar, todos se distribuyeron para sentarse en la gran sala, y una vez acomodados, la pantalla se encendió dejando entre ver a la joven de cabellos blancos.
—Buenas tardes, elegidos. Sé que seguramente es una situación bastante difícil para todos ustedes, aunque por ahora, deseo brindarles un poco de aliento respecto a la siguiente contienda, de modo que así es como les presento la reincorporación de su compañera —las compuertas del suelo se abrieron, y subió a la superficie la capsula en donde Misa estaba encerrada, y dentro de la misma, podía apreciarse un poco de vapor, uno de color celeste, el cual fue liberado cuando el contenedor abrió sus compuertas.
—¡Misa! —su hermano se acercó enseguida a ella para posar su cabeza en su pecho, queriendo así asegurarse de que en verdad estuviera viva, y efectivamente, lo estaba. Agradeció que solamente se encontrara inconsciente, y por lo mismo, sintió un profundo alivio, que a continuación le provocó sollozar contra las rodillas de su hermana. Los otros dos chicos no se acercaron, ya que les provocaba cierta desconfianza, después de todo, les parecía extraño que la pelirroja aún no hubiera salido de esa capsula en todo el tiempo en que estuvieron en el desértico planeta, y quizás, ya había pasado una hora de su travesía, o tal vez dos. Con esa sensación ahora en el pecho, Alan elevó su rostro hacia Seitán, y le reprochó el por qué no les advirtió sobre el peligro de los relojes.
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Sueños Bajo el Agua ©
Science FictionVivimos en un mundo lleno de secretos, son tantos, que no damos pie a conocerlo todo. Desde los seres más pequeños, hasta las tecnologías más grandes, pero el misterio más profundo, es el del ser humano. La humanidad ha creado un arma tan destructi...