Capítulo 20: Desaparecida

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La calma regía de una manera inquietante, pero lograban escapar de esa armonía cuando sus pasos se trasladaban por el seco asfalto, ya que sus pisadas hacían que resonaran contra los pequeños trozos de rocas que alguna vez conformaron los ahora desgastados edificios.

—Esto no está bien, no está bien —repitió en voz baja Yamil. A la vista, era fácil deducir que temía que alguien o algo los escuchara en su pequeña travesía, ¿o quizás era más larga de lo que él mismo imaginaba? Sin ningún objeto que les sirviera de guía durante esa noche oscura, y privados de toda luz artificial, sólo contaban con la luna que estaba en su mayor apogeo en ese momento, lo cual permitía que pudieran ver claramente a excepción de entre las grandes sombras de los alargados edificios abandonados.

—Tranquilo, estoy segura que pronto recobraremos las funciones del reloj —mencionó la joven pasando entre unos hierros retorcidos, y llegaron a lo que se podía distinguir, como un pequeño paso a un canal, allí se detuvieron logrando quedar frente a la luz clara de la luna. El agua que estaba frente a ellos se veía tan sombría, que ni siquiera podían divisar qué había exactamente dentro de ella, y en ese instante, Misa se dio cuenta de que no podrían moverse demasiado en una ciudad tan grande; "¿cuánto tenían que caminar para poder llegar a una zona adecuada, y así plantar la semilla?", esos mismos pensamientos hicieron que se girara para mirar a su hermano—. Esto no está bien Yamil; esto es una ciudad, y, además, no hay manera en la que podamos trasladarnos para poder salir de ésta. ¿En qué estaba pensando Seitán al mandarnos aquí? —preguntó en lo que volvía a observar el horizonte que se fusionaba con aquellas aguas negras que casi no hacían diferencia con el cielo nocturno.

—Es... ¿una trampa? —al pelirrojo se le encogió el corazón al tener esa idea ahora fija en su mente, pero no tuvieron tiempo para pensar mucho más, ya que de entre algunos edificios, justo en la lejanía, esos ojos de gato empezaron a hacer acto de presencia, y eso lo puso en alerta—. ¡Misa! ¡Ahí vienen! —no lo pensó dos veces y tomó a su hermana del brazo para sacarla de ahí; allí empezó su carrera en donde ambos se dirigieron hacia una dirección desconocida. Él sabía que quizás no podrían huir por mucho tiempo de esas cosas, es por eso que en determinado momento para poder recuperar algo de aliento, llevó a su allegada a una casa en donde cuya puerta estaba abierta, y entró con su acompañante sin pensar que estaba, quizás, tomando un riesgo demasiado grande.

—¿Qué te pasa? ¿Por qué empezaste a correr de repente? —le preguntó agitada. No había llegado a ver lo que su hermano había presenciado, sin embargo, eso no quitaba que ella se encontraba en un estado de potencial alerta.

—Ellos están aquí; están aquí, y vienen por nosotros —los ojos de su hermano brillaban de una forma opaca por la apenas tenue luz que entraba por la ventana, eso hacía que se viera más umbrío, y claro, su expresión de horror no llenaba de buenos augurios a su compañera.

—¿De qué hablas?, yo no vi a nadie —dijo preocupada en lo que trataba de calmar a su hermano, pero cuando intentó acercarse a él, se vio inmovilizada; algo extraño la estaba sujetando, pero ¿qué era? Aun con la imposibilidad que sufría, su cabeza podía llegar a moverse, por lo que aprovechó para girar ésta y así observar que de entre las sombras surgían unas especies de lazos sobrenaturales; eran estos los que la mantenían rígida, aunque lo peor no eran esas cosas extravagantes que la sostenían, si no aquellos ojos amarillos que empezaron a emerger de la zona más difusa de la casa. Ante el miedo de lo que veía, no fue capaz de reaccionar rápidamente frente a lo acontecido, y unas lágrimas envueltas en un frío gélido, se derramaron por sus pálidas mejillas, pues ahora conocía el terror que había sufrido su hermano, encima, lo experimentaría desde otra perspectiva, ya que las tiras empezaron a arrástrala, y eso fue suficiente como para que se viera motivada a romper el silencio—Yamil... ¡Yamil! ¡Ayúdame! —sus gritos llenos de desesperación se entremezclaban con los movimientos erráticos que ella misma provocaba para zafarse de esa o esas bestias que la sujetaban, y daban la impresión grotesca de que quizás esto terminaría en una escena sanguinolenta.

Sueños Bajo el Agua ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora