Capítulo 8: "Cerca de la muerte"

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Todo se transformó en algo demasiado grave, ya que, por un lado, se encontraba Yamil en un estado delicado, y Abel por el otro, corría por su vida. Entre ambos acontecimientos, no se sabía exactamente a qué darle prioridad en ese instante, pues nuestro protagonista debía pensar en algo rápidamente, pero tampoco podía elegir una de las dos cosas, por eso, en lo que escapaba se dio cuenta de que nadie lo estaba persiguiendo, cómo supo eso, porque no escuchaba pasos detrás de él ni ningún otro sonido que se le asemejara. Al entender lo que sucedía, giró sobre sí mismo para ver si Misa estaba allí, y descubrió que no. ¿Dónde se había metido? De cualquier manera, era una oportunidad para ayudar a Yamil, luego se averiguaría qué había pasado con esa mujer.

—¿Sigues ahí Talía? —le preguntó Abel, quien, al mismo tiempo, dejaba escapar un largo suspiro por lo agitado que estaba.

—¡Sí! ¡Sí! Pero Yamil parece que no va a aguantar mucho más. ¿Qué hago? —insistió con urgencia.

—Quizás Misa le inyectó algo. ¿Falta alguna de las jeringas? —volvió a preguntar.

—Sí, de hecho... cuando se fueron noté que faltaba una.

—Entonces eso es lo que pasó —se quedó un momento en silencio para pensar en algo—. ¡Ya sé! Usa tu reloj. Puedes crear una nueva vacuna que podría contrarrestar el efecto de la que nos dio Seitán.

—¿En verdad crees que va a funcionar? —el temor la invadió, pues recordaba lo que le había pasado la última vez, además de que la chica extraterrestre le había dicho que no volviera a usarlo.

—¡Es un caso de vida o muerte! ¡Confía en ti misma y no dejes que las dudas te embargan! No tienes que sacrificar nada. ¡Sólo crear una maldita cura! —le hizo saber el rubio en lo que llegaba a la zona en donde habían aparecido antes. Mientras hablaba con ella, miró a sus alrededores buscando señales de Misa, no obstante, lo que encontró fue algo peor que eso. En la lejanía, podía distinguirse a Alan rodeado de un conjunto de monstruos deformes, y el chico parecía que estaba tan muerto de miedo que no se dio cuenta de llamar a Abel, para colmo, detrás de él estaba Misa.

—¡Debo irme Talía! ¡Dejo en tus manos a Yamil!

—¡Pero! [...] —la comunicación se acabó al ser cortada por parte de Abel, dejando así a Talía con las palabras atoradas en la garganta, por lo que entonces, sin muchas más opciones, tuvo que ir por su reloj, el cual se encontraba en su habitación. Su recorrido hacia el sector fue veloz, y gracias a ello, llegó al instante. Una vez allí deslumbró a ese horrendo objeto que estaba sobre su mesa de noche. ¿Cómo podía ser tan cruel y decirle que volviera a usarlo? ¿Pero qué otra opción tenía aun así? Aunque lo cierto es que no poseía ninguna otra. Aún dudando, lo tomó y se lo llevó donde estaba agonizando Yamil, más luego, se sentó a su lado y se lo colocó torpemente, pero los nervios no dejaban que ella se lo acomodara con precisión— Tengo... tengo que hacer bien esto esta vez —tragó algo de saliva, y ya con el pequeño instrumento puesto, simplemente, apuntó a un lado del cuerpo de su compañero, por lo que ahora sólo hacía falta que se imaginara lo que le había dicho Abel —. Una jeringa con una solución. ¡Un antídoto! —exclamó a lo último, y el aparato reaccionó a su pedido.

De pronto, un rayo de luz salió de él, para acto seguido, crear sobre el suelo una pichicata que incluía algo azulado pero brillante a la vez. ¡Lo había logrado!—. Lo hice. ¡Sí! —festejó por unos momentos, y entonces agarró la aguja para insertarla enseguida en el brazo del afectado, luego de eso, nada más le restaba esperar.

Mientras tanto, Abel se encontraba en una situación bastante delicada. Misa estaba con Alan, y no sabía de qué era capaz aquella mujer, no obstante, estaba seguro de que lo que buscaba era matarlo. El rubio miró entonces a sus alrededores, y ya acostumbrado a las funciones del reloj, apuntó a un pilar que estaba inclinado cerca de ellos.

Sueños Bajo el Agua ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora