Hair

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La vanidad siempre fue su punto débil. Pip era un hombre atractivo que se valía de cada uno de sus encantos para hacer su labor de casanova, pero lo que más resaltaba de él, además del hermoso tono esmeralda de su único ojo, era el largo y castaño cabello que trenzaba meticulosamente todos los días.

Seras jamás fue alguien vanidoso y esa clase de detalles no eran de su interés, hasta que vio a Pip por primera vez. El largo cabello le daba un aire salvaje y rebelde que provocaba en ella sentimientos extraños. Ver como pasaba la trenza por su cuello la tentaba a jalarla y cubrirse con ella, como si fuesen dos amantes compartiendo una bufanda.

Gustaba de espiarlo cuando se duchaba, y no por ver el cuerpo al que ni siquiera prestaba atención, sino por el gusto de ver su largo cabello suelto y húmedo, sedoso y fuerte, brillante y manejable. Llegó a fantasear con encuentros que iban más allá de un saludo amistoso, en los cuales siempre terminaba jalando de ese cabello, envolviéndose con él, aspirando hondamente su aroma a almizcle y tabaco, el mismo que despedía Pip.

Un día ya no pudo contenerse y de forma inocente le pidió al capitán que le permitirse trenzar su cabello como muestra de una tregua temporal. Pip accedió de buena forma, después de todo quería llevar una buena relación con Seras y se veía feliz mientras sujetaba los largos mechones y tejía pacientemente cada eslabón de la trenza. Ese día fue el más feliz para Seras, pese a la vergüenza que la carcomió al momento de sentir una cálida humedad entre las piernas.

Kinktober 2017: Hellsing Style Donde viven las historias. Descúbrelo ahora