Carta Número 1: Un pequeño accidente

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Desperté sobresaltado y empapado de sudor, escapando del sueño en el que me encontraba.

Esta vez sí que estaba en mi habitación, y no tirado en una carretera de una ciudad abandonada.

Aunque el dolor de cabeza no parecía querer irse todavía.

Revisé mi brazo: los tatuajes no estaban ahí.

Menudo alivio.

Mi mano estaba firmemente cerrada y me costó abrirla, pues tenía los dedos agarrotados del esfuerzo.

Me levanté de la cama y noté que estaba sujetando algo.

Era un papel con algo escrito.

Normalmente no te sueles despertar con un papel en la mano, pero extrañamente no me sorprendió verlo.

Lo desdoblé, y una vez abierto, pude leer el siguiente mensaje:

"Nunca elegí ser tu verdugo"

Tras leer esas palabras, mi habitación comenzó a dar vueltas a mi alrededor y caí al suelo.

Desperté, de nuevo en esa maldita ciudad desierta. Los edificios estaban ahora destrozados, y mi cabeza me dolía el triple.

Lo suficiente como para no poder pensar en nada con claridad.

En mi cabeza se arremolinaban miles de ideas.

"Líbrate con un acto de amor"

"Jugar implica apostar"

"SI ELLA MUERE, MUERES TU"

"Nunca te olvides de quien eres de verdad"

"Ya no hay nada que perder"

"Estoy harto de usar esta máscara. Ahora soy una persona nueva"

No tenía ni idea de que significaban.

Pero estaban ahí, en mi cabeza, esperando a ser usadas.

Esto no tenía ningun sentido.

Comencé a andar por la devastada ciudad. El suelo estaba cubierto por charcos, parecía que acababa de llover.

Tras un largo rato caminando, un fuerte impulso golpeó mis sentidos, parecido al de la primera vez que estuve allí que me hizo desear empezar a correr.

El impulso me decía que me metiese en un callejón.

Y bueno, teniendo en cuenta que no tenía otra cosa mejor que hacer, cambié de trayectoria y me metí en el mas oscuro callejón que pude encontrar.

Era una pequeña bocacalle sin salida.

Al fondo, conectadas al edificio de la izquierda, había unas escaleras que llevaban hacia el tejado.

Y enfrente de estas, en la otra pared del callejón, había un gran contenedor verde.

Tras él escuché unos sonidos parecidos a la tos de una persona joven.

Me acerqué, y efectivamente, allí estaba, una chica acurrucada en el suelo, a la cual no podía verle la cara pues la oscuridad me lo impedía.

Pero un rayo de luz entró por el callejón e iluminó un charco que había junto a la chica.

En ese charco pude ver nítidamente la cara reflejada de la joven.

Su pelo era de un color azul eléctrico y vivo, y caía liso sobre sus hombros.

Sus facciones eran muy femeninas, tenía unos amplios ojos verdes claros y una nariz pequeñita.

Y sus labios.

Lo merecido (Deserved)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora