Carta Número 3 -El Juego ha comenzado-

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[Capítulo narrado desde el punto de vista de Scott]

Seguro que todos sabéis eso de "Cuando mueres ves pasar tu vida ante tus ojos".

Eso es mentira.

Quiero decir, un maldito camión me atropelló, pero me vi morir a mi mismo, como si fuese un transeúnte más...

Dejé un charco de sangre enorme y repungnante pegado al suelo.

El ojo me colgaba de la cuenca izquierda, y era bastante gracioso.

Le quitaba importancia a la situación.

Pero continué pensando por qué diantres no estaba muerto, sino viéndome muerto, entre un gran cúmulo de gente que se congregaba alrededor de mi cuerpo.

La muerte debería de ser una salvación, ¿no?

Pasaron unos cuantos minutos y no había llegado ninguna ambulancia.

Mucha gente ya se había ido, mucha se había quedado, expectante, repugnada.

Apenas quedaba nadie cuando un hombre con la cara oculta tras una capucha se acercó a mi cuerpo, con un naipe en la mano iquierda.

Se arrodilló frente a mi pecho, y me metió la carta en el bolsillo de mi sudadera, llena de sangre.

Se dio la vuelta y andó despreocupado hacia un callejón, como si meter un naipe en el bolsillo de un cadáver fuera lo más normal del mundo.

Extrañado, me acerqué a mi cuerpo -esta situación debería afectarme más, joder, que estoy muerto- y rebusqué entre el bolsillo, buscando el naipe.

Cuando lo toqué, se hizo una luz enorme ante mí, mi vista se cegó y se desvanecieron las fuerzas de mi cuerpo.

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Desperté tirado en el suelo, y hasta que mi vista no se adaptó, no pude ver al encapuchado tendiéndome su mano.

Por fin algo de simpatía por un muerto, joder.

La agarré, y esperé un impulso para levantarme, pero en su lugar recibí un fuerte golpe en la barbilla.

Me había pateado.

-La carta, retrasado.

Aturdido y confundido, metí la mano en el bolsillo y saqué la carta.

El revés tenía la típica decoración rojiblanca, pero por delante carecía de símbolos o números.

Se la ofrecí, y me la quitó bruscamente.

La miró, aunque estaba vacía y, a pesar de que no podía verle la cara, supe que soltó una carcajada.

-Te felicitaría... pero eres una presa.

¿De qué hablaba? ¿Una presa?

Intenté levantarme, pero me pateó el estómago y caí.

El capullo se dió la vuelta y andó hacia el centro de lo que parecía una fuente.

Estaba en una plaza, y alrededor de ella había varia gente, algunos tirados en el suelo y otros levantados.

Todos con aspecto enfermizo.

Intenté levantarme -por tercera vez-    pero volví a caer.

La persona que estaba más cerca de mi, una chica con el pelo azul,     soltó un gritito y vino corriendo hacia mí.

Agarró mi brazo y lo pasó por su hombro, consiguiendo, con cierto esfuerzo, levantarme.

El hombre encapuchado llegó a la fuente, la cual tenía forma de arlequín con las manos alzadas, en una de ellas mostraba 5 naipes -me estoy hartando de tantas cartas- y en la otra, lo que parecía la tapa de una bandeja.

Cuando el encapuchado llegó a ella, a la velocidad del rayo sacó un cuchillo de sus grandes botas negras y lo clavó en la rodilla de la estatua.

Todos lanzaron una exclamación cuando de la hendidura en la piedra comenzó a brotar sangre.

"Un truco de magia barato" pensé.

-¿Qué es todo esto?-preguntó la chica que me sujetaba.

Las exclamaciones se convirtieron en gritos cuando el arlequín se movió con total naturalidad, poniendo la tapa de la bandeja junto al extraño, para que se subiese en ella.

"Esto no puede ser un truco de magia" me rectifiqué a mi mismo.

El hombre se alzó sobre todos nosotros subido a la bandeja, y se bajó la capucha, mostrando su rostro a todos.

Tenía cara de joven de no más de 25 años.

Su pelo era negro, largo y alborotado.

Tenía un piercing en cada lado del labio, una sonrisa escalofriante y una perilla que le hacía parecer más atractivo.

Uno de sus ojos era azul, y el otro... era totalmente blanco.

En el mismo instante que se quitó la capucha, la chica que hacía de apoyo -inútil porque ya podía mantenerme en pie yo solo- lanzó un grito y se llevó las manos a la cara, cayó de rodillas y comenzó a sollozar.

Preferí ignorarlo, ya que ni siquiera sabía quién era y por qué lloraba.

El hombre comenzó a hablar:

-Bueno, gente, estoy seguro de que no tendréis ni idea de por qué estais aquí. O si... Tres de las personas que hay aquí si saben por qué os he reunido a todos.

Giró su cabeza hacia una chica que estaba sentada contra una pared, con la cabeza escondida entre las piernas.

Todos la miramos.

Levantó la cabeza, y pudimos apreciar una enorme cicatriz que recorría su aterrorizada cara.

De sus ojos brotaron lágrimas, y de un salto se levantó, aún con una expresión atónita.

Le faltaba un brazo.

Abrió su boca, pero no salió  ningun sonido. Parecía que le era inposible hablar, hasta que arrancó:

-¡¿Por qué nos has engañado?! No... No entiendo... ¿Para qué he sufrido tanto? ¿Para esto?

Nadie parecía saber de qué estaba hablando.

El extraño soltó una carcajada. Verlo reir sin una capucha era mucho más escalofriante.

-Puedo ayudarte...Puedo hacer que dejes de sufrir...

Hizo de nuevo el rápido movimiento de agarrar un cuhillo y lanzarlo, pero esta vez impactó en la frente de la joven.

Todos gritaron asustados, menos la chica que me había levantado, que continuaba sollozando en el suelo.

-Chicos, el Juego no comienza hasta que no se produce una "muerte de apertura"-dijo el extraño.- Ahora sí, el Juego ha comenzado...¿queréis escuchar las reglas?

Lo merecido (Deserved)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora