Una vez en su automóvil, comenzó a cantar canciones de ruptura. Ni siquiera supo cómo llegó hasta esa sala de eventos, donde se estaba llevando a cabo una boda: estaba muy bebida como para manejar, y de igual forma lo hizo.
–Señorita, esto es un evento privado– le notificó un guardia, al que ella no escuchó.
Dentro de la sala, los recién casados bailaban al compás de las canciones de la banda que estaba tocando. Todos miraron a Micaella como si estuviera loca, ya que aún estaba vistiendo su vestido de novia.
La novia estaba por lanzar el ramo, pero Micaella se lo quitó de las manos y se puso a armar una escena. Todos los invitados le preguntaron a los novios si era parte del espectáculo, ellos solo pudieron sonreír nerviosamente.
Los guardias tuvieron que llevársela del lugar, y la sacaron por la parte trasera.
–Como sea, me han echado de bodas mejores– farfulló.
Caminó con sus borrachos pasos hasta reposar en la parte trasera de una camioneta, aunque terminó por caer encima de esta y se quedó dormida. El conductor, sin estar consciente de que llevaba una mujer, partió.
***
–Ale, basta– rió somnolienta al sentir una pluma acariciando la planta de su pie derecho–. ¡Basta!
Se levantó de golpe y observó que esos tres niños no eran su hermana menor. Los niños observaban con curiosidad el teléfono celular de Micaella, y ella gritó.
–¡Pásenme mi celular! ¡Niños! ¡Pásenmelo!
Ellos, obviamente, no le hicieron caso.
–¿Es en serio?– murmuró, al borde del llanto.
No sabía cómo había ido a parar a ese lugar tan extraño. Parecía una selva, y sus limitados conocimientos en geografía no le fallaban... en Alemania no había selvas. Además, esos niños no parecieron entender una palabra de lo que ella decía, por lo que supuso que no entendían alemán.
Una señora salió de la casa en donde aparentemente vivía el dueño de la camioneta azul donde Micaella había dormido.
–¡Jaime! ¿De dónde mierda sacaste a esta novia? ¡Responde pendejo!– gritó ella en un idioma desconocido. El supuesto Jaime salió de la casa y observó estupefacto a Mic.
–Yo qué sé, ¿quién eres?– preguntó extrañado.
–No entiendo– trato de explicar con muchos gestos manuales.
–¡Alemana!– asintió rápidamente–. ¿Cómo terminaste en mi camioneta?
–No lo sé, no recuerdo mucho. ¿Podría llevarme a mi casa?
–¿Y de dónde es usted, señorita?
–Dortmund– tanto el señor como la señora estallaron en risas, cosa que la alarmó lo suficiente como para casi llorar–. ¿Dónde estamos?
–Málaga.
–¿Ma qué?– frunció el ceño.
–Llévatela a la ciudad, para que pueda tomar un bus o yo qué sé– sugirió la mujer. Su marido asintió.
Micaella se subió a la camioneta, esta vez en el asiento de copiloto.
Jaime se reía de como Micaella intentaba de buscar señal con su teléfono.
De la nada la camioneta se detuvo, y Jaime tuvo que ir en busca de un amigo suyo para arreglarlo, dejando a Micaella sola.
Se quedó dentro de la camioneta por una media hora, pero tenía calor y un insecto se paró en su hombro –lo que la hizo chillar–, así que salió corriendo.
Después comenzó a llover. No tenía ni idea de cómo hacía tanto calor y podía llover, pero siguió caminando de todos modos. Hasta que cayó en arena movediza.
–¡¿Es en serio?!– chilló. A su lado había un burro, hundido hasta el cuello–. ¿Y tú cuánto tiempo llevas aquí?
Micaella se quedó dormida en la arena movediza.
***
Despertó en ropa interior en una choza desconocida. Apenas notó su condición, quiso llorar. ¿Acaso había sido violada? ¿Y por quién? ¿Por un local de esos que hablaban el idioma desconocido?
Se levantó y cogió algo que parecía una sartén para prepararse para la batalla. Dio pasos precavidos, hasta que escuchó que su captor entró a la choza. Cuando estuvo frente a ella, le golpeó la cabeza con el «sartén», noqueándolo.
–Chispas– murmuró y lo vio tirado en el suelo.
Era atractivo, lo pudo notar incluso estando el tipo inconsciente. Se veía como de su edad, no parecía un viejo decrépito como esperaba ella de un secuestrador. Tenía el cabello negro y la tez blanca, además, era musculoso y alto.
Recuperó la consciencia casi de inmediato, y fue muy cuidadoso para que Micaella no lo golpeara de nuevo. Se acarició la cabeza.
–Tranquila, no hay necesidad de...– Micaella siseó.
–Solo hablas cuando yo te digo. ¿Me secuestraste?
–No, te saqué de un pantano.
–¡Y de mi vestido! ¿Por qué estoy en ropa interior?
–Tu vestido está secándose, ponte esto– le entregó una camiseta verde–. Oye, si quieres irte puedes hacerlo, esto no es un secuestro.
–¡Pues claro que me iré! ¿Dónde está tu coche?– el chico sonrió divertido.
–Afuera– Micaella salió y se encontró con un burro.
–¡¿Es en serio?!– chilló y volvió a entrar
–Bonito coche, ¿no?
–Por favor, necesito que me lleves al pueblo más cercano con un auto, avión, camión o lo que sea, ¡porque me caso este fin de semana!– rogó, ignorando el anterior comentario del tipo.
–Oye, tienes un animalito allí arriba– Micaella rió con ironía.
–La vieja excusa de...– volteó a ver los jeans colgados que él estaba señalando. Cuando se fijó en la gigantesca tarántula chilló y se alejó, subiéndose a los brazos del guapo desconocido–. ¡Quítala!
–Tranquila, está bien... tranquila– tomó a la tarántula en su mano y se la enseñó–. ¿Ves? Todo bien... tranquila.
La dejó en un trozo de madera y agarró una especie de cuchillo.
–Para que te sientas un poco más segura– se lo entregó–. ¿Cómo te llamas?
–Mica... ella.
El chico se sentó en una especie de tronco y ella lo siguió, sentándose a su lado. Ambos suspiraron sin mirarse, ni tolerarse.
Iba a ser una larga travesía llegar a Dortmund antes de la boda.
_____________________________
Quiero aclarar que el lugar donde se lleva a cabo la historia es completamente ficticio 😂
ESTÁS LEYENDO
Cásese quien pueda // Marc Bartra & Marco Reus
FanficMicaella estaba dispuesta a todo por casarse, Alena estaba dispuesta hasta a casarse por su mejor amigo. HISTORIA CORTA Portada by @MrsDurmi