Epílogo.

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–¿Por qué te quieres casar conmigo, Mats?– preguntó ella con desconfianza.

–Porque... Mats, Micaella... ¡porqué sí! ¿Qué clase de pregunta es esa? Te apuesto que es culpa del españolete ese.

–El españolete ese me salvó de un pantano– lo defendió Micaella–. ¿Y dónde andabas tú?

–¡Cruzando toda la puta jungla!– gritó Mats–. Ahora, ¿nos vamos?

Micaella suspiró rendida y lo siguió.

***

Alena llegó al apartamento que compartía con su hermana y vio la luz del baño encendida, por lo que supuso que era ella.

–Mica, tenías razón– murmuró–. Marco y yo engañamos a todos con que somos novios, y casi nos casamos. Por una vez entendí tu sueño de una boda convencional y todo eso, pero él no me ama a mí.

Sollozó, ahí tirada afuera del baño. Sonó la cadena, y después salió la señora que realizaba la limpieza, no Micaella.

–La señorita Micaella lleva días sin venir a casa– Alena frunció el ceño.

–¿Qué?

***

–Alena, contesta– murmuró Micaella al teléfono.

Le había pedido prestado el celular a Mats, y este se lo pasó sin problema. Encontró que tenía agendado el número de Alena, así que sin dudarlo la llamó.

–¿Hola?– contestó la llamada.

–¡Alena! Bueno, conocí a alguien... aquí en la selva. Su nombre es Marc, sanamos a un niño con plantas medicinales y me sentí como yo misma por primera vez en mucho tiempo... yo... no sé si quiero casarme con Mats, me gustaría ser tan decidida como tú– se le quebró la voz.

–Eh... no entiendo de qué hablas– Mica frunció el ceño.

–¿Alena?

–Sí. Conocí a Mats en el aeropuerto, ¿tú eres?

Micaella chilló y cortó la llamada de inmediato.

***

–Te ves... bien– murmuró Alena.

Micaella había tenido que conformarse con el vestido de la madre de Mats para casarse, y lo odiaba. Era del estilo antiguo, pero no vintage, como ella diría.

–¡Micaella se casa!– dijeron sus amigas con falso ánimo.

Le notificaron a Micaella que ya era hora, pero de último momento se volteó en dirección a la salida de la iglesia y comenzó a caminar hacia allí.

–¡Micaella! ¿Qué haces?– le gritó Mats siguiéndola.

–Me voy, ¿no ves?– siguió su camino, pero él la tomó del brazo–. ¡Suéltame!

–No se preocupen, ella solo está nerviosa... la boda sigue en pie– anunció Mats a los invitados.

–¡No, Mats! ¡No estoy nerviosa! Simplemente no me casaré contigo– miró a su hermana, que parecía satisfecha–. Cuando dos novios se ponen los cuernos, ¡no se casan! ¡Se gritan!– gritó–. ¡Se insultan! ¡Se cortan los putos huevos el uno al otro!

–Micaella– amenazó Mats.

–¡Y no me pienso casar con este horroroso vestido de tu putísima madre!– todos soltaron gritos de sorpresa.

–¡Con mi mami no!– gritó Mats de vuelta–. Sabes qué? Tú no me cancelas a mí, ¡yo te cancelo a ti! Y cambien los pasajes de la luna de miel, que nos vamos a Las Vegas.

–Toma– le entregó el anillo.

–Y le devuelves el vestido– advirtió señalando a su madre antes de voltearse e irse con sus invitados.

–¡Micaella no se casa!– chilló Alena y todas la siguieron.

Mica por fin pudo respirar, pero no se sentía completa. Algo le faltaba, o mejor dicho, alguien.

***

Cuando Alena llegó al apartamento, notó algo raro. Había dejado las luces apagadas, pero de todas formas el comedor estaba iluminado.

Se dirigió hasta ese sector y se fijó que además sonaba: era un cortometraje, donde salía ella, y esas capturas solo las tenía Marco.

Se acercó a la ventana y lo vio. En el edificio de al frente, con un data colgando en sus hombros. No podía ver bien su rostro, por la distancia y la hora, pero supo que estaba arrepentido.

La secuencia continuó un par de minutos más, hasta que finalizaba con cuatro palabras, en letra grande y blanca: «Siempre has sido tú».

Cuando finalizó el mini-film, le hizo una seña para que subiera y lo hizo.

–Eres un idiota– murmuró, aún conmovida y aturdida.

–¿Al menos puedo ser tu idiota?– Alena rió.

–Siempre lo has sido, supongo– lo tomó de la camiseta y lo besó.

***

Entró en la iglesia con Micaella tomándola del brazo. En el altar la esperaba Marco, que la veía tan enamorado como se sentía.

Alena se veía hermosa: no vestía de blanco, su vestido era lila, y estaba utilizando converse en vez de los zapatos que regularmente se llevarían en una boda.

–¿Te lo esperabas?– le preguntó Mic a su hermana, antes de que iniciara la marcha nupcial.

–Es lo inesperado lo que te cambia la vida– respondió Alena con total seguridad.

Caminó hasta el altar, dijeron sus votos y el sacerdote los incitó a besarse, cosa que hicieron gustosamente. Ahora eran marido y mujer.

Thomas, Melanie e Yvonne observaron con orgullo la boda y aplaudieron como nadie.

En el banquete efectivamente hubo pizza en vez de los típicos y costosos platillos, y los adornos eran todos de girasoles. La música que sonaba era pop ochentero, y mientras los recién casados bailaban, Micaella observaba con algo de sana envidia y tristeza, con una copa de champán en su mano.

Sin que se percatara, alguien se sentó a su lado.

–Hola– saludó el extraño mientras ella tragaba algo del contenido de la copa. Se percató de que no era un extraño–. Soy Marc.

–¿Qué... qué estás haciendo aquí?

–Una chica me dijo que podría encontrar a alguien aquí afuera, así que le estoy haciendo caso– ella rió sin poder creerlo–. ¿Bailas?

Se levantaron a bailar, y Micaella vio directamente a Alena bailando con su esposo. La menor le alzó el pulgar a a mayor, dejándole entender que aprobaba a su compañero de baile.

Micaella y Marc bailaron un par de canciones, y finalmente terminaron por unir sus labios, justamente para el cambio de canción.

***

Los recién casados no tardaron en procrear un niño, de apellido Reus con e, u y s. Thomas casi lloró de la emoción al enterarse, y definitivamente lloró a la hora del parto. Lo nombraron Thomas, como su abuelo.

Por su parte, la otra pareja se dedicó a viajar y ayudar diferentes aldeas por todo el mundo. Micaella empleó sus conocimientos en plantas medicinales y Marc los suyos en medicina general, y ambos fueron hasta el lugar más recóndito salvando vidas.

Inesperadamente, la hermana que más quería casarse terminó por postergar todo el proceso, y la que no comprendía ese sueño, fue la que más rápido se casó. Lo inesperado fue, efectivamente, lo que les cambió la vida.

Cásese quien pueda //  Marc Bartra & Marco Reus Donde viven las historias. Descúbrelo ahora