¿Qué será de nuestro destino cuando alguien pise nuestro camino?
- No sé de quién es, pero de alguien es fijo. Estaba en Google.
CLARKE
—¡Que me dejes en paz! —Vociferé mi madre a la vez que cerraba la puerta de mi habitación y me tiraba sobre la cama, hundiendo mi rostro en las sábanas para ahogar los gritos de rabia que salían de mi garganta en esos momentos.
—¡No te entiendo! —Gritaba mi madre en la puerta. Escuché cómo sus pasos se alejaban por el pasillo, con rabia. Cuando decidí que ya me había desahogado lo suficiente me levanté de la cama y cogí mi mochila.
—Ropa de repuesto, cargador de móvil, tarjetas... Vale. —Abrí la ventana de mi cuarto con cuidado para que mi "histérica" madre no me escuchara, la cerré tras salir a la pisa del porche. Me deslicé por el desagüe y crucé el jardín rápido. Llevaba meses haciéndolo, ya tenía cogido el callo. Cuando ya estaba en la calle, rumbo a mi destino, saqué el móvil y llamé a Nylah, mi mejor amiga.
—¡Que sorpresa que me llames! —Se alegró al otro lado del aparato.
—Sí —sonreí para mi misma, a veces era muy tonta —¿Tienes sitio para mí esta noche? He discutido con mi madre y no me apetece volver. —sentencié con un tono triste. Así sería más fácil.
—Claro, sabes que mi puerta siempre está abierta para ti —suspiré.
—Gracias, ¿Estás en casa?— pregunté. —Si, aunque saldré en unos minutos a hacer unas compras... Si quieres te espero y me acompañas .—Me pareció buena idea, si la conseguía persuadir podríamos cenar pizza.
—Genial, en diez minutos estoy allí. Hasta ahora— esperé a que Nylah también se despidiera y colgué.
Me coloqué los auriculares y seleccioné la carpeta de Rock alternativo, mi estado de ánimo me lo estaba pidiendo a gritos, y me estaba dejando un poco sorda. Caminaba a paso ligero, pasando por delante de edificios que había visto mil veces, sin fijarme en las personas que esquivaba, con las que me cruzaba.
Semáforo en rojo. Manos en los bolsillos. Al otro lado de la acera, como a veinte metros estaba una madre con su hijo. El niño era muy pequeño, y quería cruzar la carretera. Ella se lo impedía agarrándole del brazo y por lo que parecía, explicándole que un coche podría hacerle daño si cruzaba cuando el muñeco estaba colorado.
Madres, haciendo siempre todo lo posible por protegernos, o jodernos. Depende. El semáforo se puso en verde y ambos cruzaron, de la mano. Crucé la mirada con la chica, la cual puso los ojos en blanco, yo le dediqué media sonrisa. Comprensión amigos, comprensión.
Llegué al edificio de Nylah, llamé al timbre. —¿Quien? —Preguntó una voz distorsionada por el telefonillo.
—Yo — y la puerta estaba abierta. "Yo" esa llave maestra. —¿Cómo estás? —dijo al abrirme la puerta, una vez llegué a su piso.
—Bien... —Mentira. Si estaba allí bien no estaba. Me acerqué a ella para abrazarla.
—Voy a dejar la mochila y te acompaño a las compras —cerró la puerta.
—Está bien, voy a coger el bolso y vamos. Y luego vamos a hablar —suspiré.
Conocí a Nylah en una fiesta del primer año de universidad, hace unos dos años y medio. Me invitaron y fui con unas conocidas, por que no es que tuviera muchas amigas aquí en Sherbrooke. Tuve una amiga de pequeña, estuvimos muy unidas hasta los doce años, ella se fue a vivir fuera por motivos laborales de su padre.
Sherbrooke es como un campus gigante, la mayoría de personas de esta ciudad son estudiantes, vienen y van, pero pocos somos realmente de aquí. Y yo me cansé. Un par de semanas atrás solicité una beca para terminar la carrera en el extranjero. Nylah aún no sabía nada. Sabía de sobra que me apoyaría pero el tener que decirle adiós a ella era lo que me estaba quemando por dentro.
Nuestra amistad se remontaba a casi tres años atrás, pero desde que en esa fiesta me prestó su chaqueta y me acompañó a mi casa no nos volvimos a separar. Nuestra relación era rara, rara de cojones. A veces quedábamos para ir de compras y tomar algo. Otras veces quedábamos para salir de fiesta y ligar. Para cenar e ir al cine. O simplemente para romper colchones como locas. Ya me entendéis. Pero nos teníamos la una a la otra, ya ambas éramos libres a la vez.
Dejé la mochila en su cuarto, cogí el móvil y la cartera y los metí en mi chaqueta. -Lista- le dije cuando llegué a la entrada. Cogió las llaves y cerró la puerta cuando yo llamé al ascensor. Vagancia ante todo.
—¿De qué vas a querer la pizza? —Sonreí, sabía de sobra lo que íbamos a cenar. Era ritual. Me encogí de hombros.
—De lo que más engorde —me reí, no iba a dejar que la culpa interfiriera entre una cuatro quesos y mi persona.
—Luego te quejas, que si tengo no se qué, que si tengo no se cual... —Me picó. La miré seriamente.
—Pero déjame disfrutar ¿No? —Abrió la boca haciéndose la ofendida.
—¿¡Que no te dejo disfrutar!? ¡Yo! —Sus facciones faciales cambiaron, alzó una ceja de forma sugerente —No me puedo creer que me hayas dicho eso Griffin. —Reí, ella sonrió de medio lado, le resultaba imposible enfadarse conmigo.
—Te pasa algo —se preocupó mientras salíamos del ascensor.
—He solicitado una beca para estudiar en el extranjero —dije saliendo por el portal. Ella se quedó parada en la puerta.
—¿Te vas?—la miré a los ojos.
—Si me la conceden, si. —En su cara había tristeza, sus ojos me lo decían todo. Pero aún así sonrió, sin separar los labios.
—Espero que te den esa oportunidad. — Comenzamos a andar hacia el supermercado, a unos cinco minutos a paso normal.
—¿Ya sabes que destinos hay? — negué.
—Estás loca Griffin —puso su brazo por encima de mi hombro.
—Si no lo estuviera no te caería tan bien —le guiñé un ojo.
—Ahí llevas razón—sonrió y besó mi sien.
*Flashback*
—Clarke me voy — la miré sorprendida, seguía sentada a mi lado en el banco, con su helado en la mano.
—¿Cómo que te vas?— estaba perdida.
—Mis padres me han dicho que nos vamos de Sherbrooke, el jefe de mi padre lo ha destinado a Europa— mi helado se calló al suelo.
—¿Qué?— estaba en shock —¿Cuándo os vais?- pregunté apenada. Era la única amiga de verdad que tenía allí, la quería y no sabría que hacer sin ella.
—No dentro de mucho, si no es esta semana, la siguiente— dijo bajando la vista, se veía que tampoco le hacía mucha gracia. ¿Por qué los padres eran así? Eran unos egoístas, solo pensaban en ellos y en sus trabajos, y si tenía que ver algo con nosotras les daba igual. ¡No podían separarnos!
—No quiero que te vayas Lexa— le dije a la vez que mis lágrimas brotaban de mis ojos.
—No tengo opción Clarke, debo irme — ella también comenzó a llorar.
Juntamos nuestros cuerpos en el que sería uno de los últimos abrazos que nos íbamos a dar allí, en Sherbrooke.
ESTÁS LEYENDO
Destino: Berlín #ClexaAU
FanfictionCuando Clarke tiene la oportunidad de irse de Erasmus a Berlín no lo duda ni un segundo. Ver mundo, vivir nuevas experiencias, alejarse de su madre... Pero lo que no se espera es que el destino le de una bofetada. Pero de las buenas. Acompaña a Clar...