–Sí sigues tocándolos se moverán de su sitio.
–No lo creo.
–¿Cómo estas tan segura?
–El abuelo me explicó que los dibujos no se mueven. – La pequeña manita recorrió cada línea y cuando se terminaba pasaba a otra o volvía a comenzar. – Papá, ¿por qué los de papi si lo hacen?
El mayor observó por largos minutos a la pequeña que se encontraba entre peluches, almohadas y bajo las mantas.
¿Sería conveniente contarle?
Apunto de comenzar aquella historia el portazo acompañado de fuertes pisadas le llegaron desde la parte inferior de la casa. Las exclamaciones no se hicieron esperar.
–¡No tenías que haber ido tú! ¡Debió hacerlo papá!
–¡Deja de gritar, tu padre no podía, yo sí!
–¡Yo quería que fuera él, no tú!
–¡Entonces ve a reclamarle a él y deja de gritarme!
–¡Eres el ser más horrible que he conocido, te viste fatal, pareces un maldito mafioso! ¡¿Por qué no puedes ser una madre normal?!
Las palabras cesaron, el motor de la motocicleta rugiendo le indicaron que la pelea había tomado niveles alarmantes. Suspirando esperó la presencia del vendaval, que tenía por hijo, se presentara ante él.
–¿Por qué te casaste con él? Es, es... ¡agh!
–¿Y por qué no?
El chico se desarreglo los cabellos, se dejó caer en la cama de su hermana mientras se llevaba un dedo a la boca, mordiéndose la uña en un acto de completo debate interno. La mirada clavada en el suelo, su hija, por otro lado, sólo observaba a su hermano sin comprender nada.
–¡¿Qué mierdas le has hecho a papi, bastardo e idiota hermano menor?!
Y ahí estaba el mayor, su bebé que le desordeno la vida a él y a su pareja.
–¡No le hice nada!
–¡Tú nunca le haces nada y siempre regresa con los ojo rojos e hinchados por no medir tus palabras! – El menor no contestó, se volvió a llevar el dedo a la boca, pero ahora el otro, ¿quizá por eso se dejaba crecer las uñas? – Deja de morderte y comienza a hablar, ¿qué le hiciste?
Él se quedó al margen, el espectáculo interpretado por sus hijos mayores era sumamente entretenido. Sin embargo, aquello mejoraría, pues su pequeña comenzaba a emanar enojo por la pelea que se llevaba en su habitación.
–Sólo... odio que se vista de esa forma, fue a mi escuela por la junta de padres y... ¡Se atrevió a ir vestido como gángster! Mis profesores me observaron extraño y mis compañeros ni se diga, ¿tanto le cuesta vestirse normal?
Su hijo le observó ceñudo, ahora los dos estaban furiosos y el otro nervioso. Tuvo que ocultar la risa, no podía creer que su pequeño Alfa se sintiera intimidado por un Omega, pero bueno, sus hijos eran extraños.
–No puedes juzgar a papi de esa manera, además, ¿qué de nuestra familia es normal?
Les dejo, salió en busca de aquello que le mostró una parte hermosa del que ahora era su razón de existencia. Al entrar a su habitación no pudo evitar que su Alfa ronroneara de éxtasis, amaba ese aroma como nada en el mundo, ni siquiera el de sus hijos lo volvía un dócil animal. Inhaló y exhaló profundamente, por un momento su cuerpo reaccionó al aroma, tuvo que golpearse para recordar por qué se encontraba ahí.
En la cama, al centro y flanqueado por dos almohadas decorativas se encontraba aquella cosa esponjosa y suave. Rústico por sus costuras, pero tan adorable como su Omega.
Lo tomó con la delicadeza que un tesoro merece.
El olor en él era intenso igual al tsunami de recuerdos y, todos, en torno a su hermoso colibrí.
Al regresar, su hijo mayor agitaba a su hermano mientras le gritaba quién sabe qué y su hija le golpeaba con una almohada. Dios, ¿pero qué hijos tan dementes tenía? Soltó un poco de su olor para hacerse notar sin la necesidad de hablar. Los tres le observaron, pero le ignoraron, los gritos y golpes continuaron hasta que les aventó el cepillo de su pequeña.
–Paren ya.
Renuente, Ryo soltó a Ian y Yuki bajó su proyectil. Levantó una ceja al ver las expresiones que adoptan. Uno con el ceño fruncido y la mirada fría, el otro con puchero mientras se sobaba los brazos y el otro indiferente. Una mezcla de ambos reunida en una triada de cuerpecitos explosivos.
–Papa, eso no se saca de la habitación, se va a enojar papi.
–No te preocupes pequeña.
–¿Para qué lo traes, papi? – Sonrió, Ryo era el único que le llama así, quizá por ser el mayor, pero como amaba que le dijera así aunque a su pareja no le gustara del todo, pues a él le decía mami.
–Quiero contarles algo, pensaba decirles dependiendo de la situación, pero con lo ocurrido hace minutos, creo que se los contare a los tres ahora.
Con ello captó su atención, con un gesto de mano les indicó acomodarse, él se sentó sobre el marco de la ventana.
–Siempre han preguntado por qué no pueden tocar el panda, les contaré el por qué no...
ESTÁS LEYENDO
Oso panda
Fiksi PenggemarLa serendipia se mostró ante ellos tan brillante como el sol. Un fuerte puñetazo directo al rostro. El chico era un Omega en florecimiento y era suyo, su pareja. Era su todo. No lo iba a soltar, no ahora que lo había encontrado, pues por su condició...