El tiempo siguió su curso.
Otoño daba paso al invierno, las calles comenzaba a volverse luminosas por los adornos que día a día iban saliendo para recordar a las personas las fechas próximas y lo único que Kagami Taiga, Alfa sangre, deseaba era poder quemar esas cosas. Demasiado cursi y brillantes para soportar en su estado de ánimo, pues los profesores se habían puesto de acuerdo para torturar a los alumnos de último grado con exámenes sorpresa, presentaciones, ensayos y cuanta cosa más se les ocurriera.
El Alfa pelirrojo sólo quería un par de días para tirar al ocio, no quería pensar, ni escribir, sólo dormir. Pero no, tenía mucho sueño y el cuerpo le pulsaba, dar un paso era una constante tortura; pues Riko se había excedido con sus entrenamientos y para rematar, la chica se enteró de su reciente relación de amistad con el chico problema de la escuela. Claro está que su discurso le encontró por un oído y salió por el otro.
Él no iba a dejar a Aomine, no ahora que apenas lograba sacarle más de tres palabras juntas. Le exasperaba los monosílabos y los movimientos de cabeza, no deseaba exigir más de lo que se le daba, pero el moreno no ponía nada de su parte. Así que, estaba ahí, en su casa muerto de aburrimiento, con las neuronas semimuertas navegando sin rumbo fijo en su materia gris mientras por alguna extraña razón le parecía de lo más interesante el techo.
Aunque llevaba una semana hablando hasta por los codos por Facebook o WhatsApp con el moreno, sentía que avanzaba con pasos muy pequeños. Trataba de no frustrarse, debía ser cuidadoso para llegar a su objetivo, que no sabía a ciencia cierta cuál era, pero había un objetivo el cual alcanzar.
¿Quién iba a decir que un café le llevaría hasta tal punto?
¡Ni él se lo creía! Pero ahí estaba, sonriendo como idiota mientras contestaba los mensajes de Daiki. Su tigre no' paraba de mover la cola de lo feliz que se encontraba. Sin embargo, de aquellas conversaciones obtuvo información de relevancia, a Daiki le gustaba leer sin importar el género o la época del autor. Le fascinaban las motocicletas y los autos, iba al café dos o tres veces por semana porque ahí cuidaba a su prima, la chica que le atendió la última vez. Era un chico sumamente perezoso, pero podía dormirse hasta las dos o cinco de la mañana leyendo o trabajando. Era más nocturno que diurno.
Temas sobre la familia y cuestiones personales eran evitados, no quería meter la pata por andar preguntando cosas que en Estados Unidos eran cotidianos.
– [Oye, me tengo que ir, Satsuki quiere que le ayude en el café]
–[¿Puedo ir? xD... por la tarde... ¿si tú quieres]
Taiga no podía hacer algo relacionado al café sin preguntarle antes, había deducido que el lugar era una especie de santuario para el Alfa y él no quería invadir su espacio y, por ende, terminar con su amistad que apenas comenzaba.
Diez minutos después obtuvo su respuesta.
–[Haz lo que quieras]
No pudo evitarlo. Se transformó. Rugió de goce.
Diez minutos después se detuvo abruptamente. ¿Qué carajos había hecho? Es más, ¿qué mierdas le pasaba? ¿Por qué se ponía tan feliz de una simple respuesta y, sobre todo, ¡cómo se ponía a ser indulgente con otro Alfa!?
Ahora sí se alarmó, no se suponía que fuera así, el chico era frío y seco como el desierto, apenas y lograba sacarle más de cuatro palabras juntas en una misma oración. Debía revisar a su animal, aquello no era normal, ambos eran Alfas y ya estaba entrando en pánico sin tener razón válida. Se comenzaba a ahogar en un vaso de agua, pero es que no era su culpa, el chico le atraía muchísimo, sus expresiones atemorizaban a los demás, más a él le daban ternura.

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Oso panda
FanfictionLa serendipia se mostró ante ellos tan brillante como el sol. Un fuerte puñetazo directo al rostro. El chico era un Omega en florecimiento y era suyo, su pareja. Era su todo. No lo iba a soltar, no ahora que lo había encontrado, pues por su condició...