Todo en aquella biblioteca era predecible.
Yo siempre llegaba a las tres de la tarde del sábado; me despedía de Anne, la chica del turno anterior y ocupaba mi puesto detrás del escritorio, a catalogar libros en aquella aburrida biblioteca.Ésta, era enorme, con estanterías llenas de libros que llegaban hasta el techo. La biblioteca además estaba escalonada en distintos pisos, a los que solo se podía acceder subiendo una interminable escalera de caracol, pero dejando un agujero central, para que desde el piso de arriba se pudiera observar la zona central de la biblioteca; en la cual había colocado un piano de cola.
Nada más comenzar el primer libro, Diego, el hijo de la familia rica, venía a preguntarme por las nuevas novelas; entonces eran ya las tres y media, y como siempre Laura y Noelia venían a estudiar, aunque finalmente acababan riéndose más que estudiando. A las cuatro de la tarde, después de haber terminado la primera tanda, me pasaba por las estanterías para colocarlos. Eso era lo único que me gustaba de mi trabajo, pues más que colocar los libros, pareciera que me hablaran....
Entonces, a las cinco y media, cuando terminaba de colocar el último libro oí, como todos los sábados a la mismo hora, la misma melancólica canción, que tocaba al piano un hombre cuyos dedos parecían fluir a través de las teclas...
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Sábados Al Atardecer
NouvellesSábados al atardecer es una historia para todas aquellas personas que disfrutan cuando un libro consigue transmitirte sentimientos. Narra las extraña situación en la que la vida de una niña y de un anciano ermitaño se unirán para siempre en una mara...