IV

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Los hechos que relato ahora se dieron aproximadamente cinco meses después del incidente del Insurgente. Recuerdo ese día con una claridad inusitada; era jueves, y serían más o menos las doce de la noche. Recientemente había visto una nueva arista en mi proceso de investigación: me había registrado en un foro de aficionados a los crímenes sin resolver, en el cual, como cualquiera podía imaginarse, el presente asunto quemaba como pan recién salido del horno. No había comentado mi metodología de investigación ni las teorías que barajaba con nadie, simplemente me limitaba a intercambiar algunas opiniones, facilitar datos de que disponía y, ocasionalmente, pedir discretamente alguno que me hacía falta (había comprendido, oportunamente, que volviéndome un usuario activo y relacionándome con otros investigadores aficionados, tenía mucha mayor probabilidad de obtener información que simplemente pidiéndola a diestra y siniestra). Me encontraba en ese momento en pleno debate en una cadena de mensajes de dicho foro acerca de las 67 personas que habían muerto (una de las teorías que más adeptos tenía en ese momento era que las personas debían de tener algo en común y habrían sido atraídas para ser eliminadas juntas, teoría a la que yo me oponía de manera firme por considerarla completamente inverosímil, dado que sea cual fuese la razón, existían múltiples formas de llevar a cabo ese genocidio), cuando de repente, apareció un nuevo post con un título llamativo y sugerente, pero sin ningún contenido. El título rezaba exactamente "Atentos. Acaba de ocurrir de nuevo". Ciertamente nos causó un gran desconcierto, y con él una gran expectación, y todos (supongo) comenzamos a buscar frenéticamente en portales de noticias a ver si realmente había ocurrido algo. Cinco minutos después, el foro estaba inundado de mensajes informando sobre la nueva catástrofe.

Ciertamente esta vez había sido muy distinta a todas las anteriores, por dos razones fundamentales. En primer lugar, no ocurrió en un bar, sino en un hotel. Se trataba del Hotel Gran Conquistador, un alojamiento tres estrellas ubicado en el barrio de Parque Patricios. La historia que se contaba era más o menos la habitual: alrededor de la una de la madrugada, un cliente bajó enfadado porque nadie respondía el servicio a la habitación, y cuando llegó al vestíbulo del hotel, se encontró con el horripilante escenario ya dos veces visto.

El segundo factor que hacía notablemente diferente este nuevo episodio era que había dejado sobrevivientes. En efecto, además del cliente que descubrió la masacre, había otras quince personas en el hotel aquella noche que no se contaron entre los difuntos. Como de costumbre, la información que brindaron los medios era bastante dispersa, variada y nada confiable, pero con ayuda de algunos usuarios de aquél foro, conseguí una reconstrucción bastante precisa (como más adelante pude confirmar) de los hechos.

Gran Conquistador tenía un total de cuatro pisos. En la planta baja estaba la recepción, el comedor, el bar y dos habitaciones, las más grandes del hotel, además de un baño de uso general. Los otros tres pisos solo contenían habitaciones, y no se halló en ninguna de ellas nada de interés, pese a que la policía científica dedicó dos semanas a revisarlo de cabo a rabo. La mayor parte de los cadáveres fueron hallados en el bar, aunque también se encontraron muertos a la recepcionista y al guardia de seguridad, que se encontraban cerca de la puerta de entrada, además de tres personas que se hallaban en las habitaciones de la planta baja. Esta vez, la cuenta de cuerpos llegó a 27, dando un gran total de 94 muertos en solo seis meses.

De este acontecimiento se pudo extraer algo más de información que de los anteriores en relación a la causa de las muertes. Si bien aún no pudo determinarse ni remotamente la causa, si fue posible ponerle algunos límites; por ejemplo, ahora se sabe con certeza que su alcance es limitado y además reducido, puesto que los residentes que se hallaban en los otros pisos del hotel no se vieron afectados. ¿Alcance? ¿Podía asumirse ya que se trataba de algún tipo de arma? A esta altura de los acontecimientos, era difícil pensar otra cosa.

Pronto pude disponer de un nuevo gran torrente de datos para cruzar con los anteriores. Repasé todos los patrones que aún no había descartado, y ahora con certeza pude desprenderme de unos cuantos. Repetí todos mis procedimientos previos, pero nuevamente, tampoco conseguí llegar a nada. No aburriré a mis lectores dando una explicación detallada de todos mis razonamientos ni las teorías que seguí hasta toparme con paredes infranqueables; obviaré información inútil y proseguiré con mi relato.

Tuve la ocasión, aproximadamente un mes y medio después del evento, de presentarme personalmente en el lugar de los hechos. El hotel, por supuesto, ya estaba funcionando nuevamente, y al igual que el Insurgente había adquirido una inusitada popularidad, especialmente entre los turistas. Lamentablemente, no podía hablar con ningún miembro del staff que haya estado presente aquella noche, puesto que todos habían muerto, así que me dediqué a examinar exhaustivamente el lugar, con la ridícula esperanza de encontrar algo que la policía pudiese haber pasado por alto. Tenía mi propia metodología de investigación, y estaba convencido de que con mis ojos y mi mente podía ver las cosas desde un ángulo que la policía jamás consideraría, con lo que existía la posibilidad, aunque sea pequeña, de encontrar alguna posible pista. Obtuve de la nueva recepcionista algo de información sobre el hotel, sus reglas y pautas (información que yo ya conocía previamente, por supuesto). Luego fui al bar, me senté en la barra y bebí unos cuantos tragos mientras observaba cuidadosamente cada rincón del lugar. Me fui del hotel al cabo de dos horas, decepcionado por no haber encontrado nada, bastante mareado y nauseoso y con una extraña sensación de incomodidad que nada tenía que ver con el alcohol.

No supe el por qué de esa sensación hasta pasada una semana. No fue solo aquél día; se había vuelto persistente como esas gripes que no se van. Era una sensación parecida a esa que generalmente uno siente cuando olvidó algo, y aunque lo sabe no consigue recordarlo. Creo que la forma mas adecuada de ponerlo en palabras es esta: sentía que había pasado por alto algo, algo importante. Pero por más que mil y una veces lo repasé y volví a repasarlo de todas las maneras posibles, no podía encontrar nada que fuera siquiera ligeramente extraño o que mereciera algo de atención especial. Hasta que de un momento a otro, la respuesta llegó tan violentamente como cuando uno de repente recuerda eso que había olvidado. Aún sin saberlo, estaba ante el primer indicio que conectaba el caso con aquél individuo que luego sería conocido como "el pianista".

Había aparecido finalmente el primer atisbo de la cadena invisible que vinculaba el Insurgente, el Ozmos y el Gran Conquistador.  Y aunque en ese entonces aún desconocía su real importancia, rápidamente deduje que el patrón era significativo, puesto que no solo se había repetido en los tres lugares, sino en las tres escenas del crimen.

El piano. 

El pianistaWhere stories live. Discover now