Eso era. En los tres escenarios donde las masacres habían tenido lugar había un piano. Recordaba haberlo visto cuando visité el Insurgente, y también hacía solo unos días en el Gran Conquistador. Y también recordaba haber leído en uno de los reportes policiales filtrados que en el Ozmos se había hallado uno de los cuerpos caído sobre el teclado del piano. El patrón coincidía. No me había llamado la atención anteriormente porque... bueno, no podría decir exactamente por qué, pero supongo que lo juzgué un detalle insignificante cuando solamente había dos escenarios que comparar. Pero ahora se había convertido en el común denominador que se repetía en los tres eventos. Me sentí emocionado, como si hubiese descubierto algo increíble; estaba seguro, por alguna razón que no comprendía del todo, de que lo que acababa de discernir era importante. Y comencé a preguntarme como es que no noté esa conexión antes. Pero no importaba. Finalmente lo tenía. No era precisamente una pista... pero al menos era un ángulo que podría investigar. 

Regresé al Gran Conquistador al día siguiente. Nuevamente me senté en la barra, pedí un par de tragos y estuve casi una hora fingiendo que mataba el tiempo. Luego, como si fuese algo que se me acababa de pasar por la mente, pregunté al camarero si podía usar el piano del salón. Me respondió que no estaba permitido, pero un par de billetes de cien pesos lo hicieron cambiar de opinión rápidamente. Así es que me senté en el piano y comencé a tocar algunas canciones que recordaba de cuando había estudiado hace ya muchos años. Toqué un preludio de Bach y un vals de Schubert, y al finalizar este me quedé pulsando repetidamente un la y fingiendo que escuchaba con atención. Lo toqué teniendo especial cuidado de no llegar hasta el fondo, para que el sonido no se escuchara con toda la potencia que debería. Acto seguido me levanté del asiento y corrí la tapa superior del piano, dejando al descubierto las cuerdas. Observé el interior de la caja del piano durante un par de minutos, buscando cualquier indicio de algo fuera de lugar. Si el piano tenía realmente algo que ver con los hechos ocurridos, debía haber quedado en él alguna huella. En las paredes de la caja no se veía ninguna marca, y en el mecanismo de las cuerdas tampoco pude encontrar nada extraño. Nada fuera de lugar: era un simple piano vertical de origen alemán, igual que los que había donde yo había estudiado. 

Proseguí mi minucioso examen tocando tecla por tecla. Si en la caja no había nada extraño, tal vez si lo hubiera debajo de alguna tecla, donde no se alcanzaba a ver desde dentro. Si ese era el caso, alguna de ellas probablemente no sonaría o sonaría de manera extraña. Mi razonamiento nuevamente no me condujo a nada: todas las teclas sonaban bien dentro de los parámetros que uno podría considerar normales en un piano viejo. Debo admitir que me sentí un poco desorientado por unos momentos. Se me ocurrió revisar los pedales, pero me era imposible hacerlo sin que nadie sospechara que me traía algo entre manos. Tuve que conformarme con probarlos mientras tocaba, descubriendo nuevamente que todo el instrumento funcionaba como debería. Toqué durante unos minutos más algunas viejas canciones, y luego, siendo que no había nada más que pudiera investigar allí, pagué la cuenta de lo que había bebido y me fui.

Recuerdo que eran alrededor de las seis de la tarde cuando salí de allí. Me dirigí sin perder un minuto al bar Insurgente, en donde nuevamente soborné a la persona a cargo del salón para poder repetir mi examen. Los resultados fueron los mismos; el piano que había en aquél lugar era un instrumento común y corriente (y de calidad notablemente superior a la del piano del hotel). Salí del bar a eso de las ocho, ansioso y frustrado por no haber podido llegar a nada concluyente. Y lamentablemente el Ozmos seguía cerrado, así que no pude realizar el tercer examen. No importaba, a esa altura ya dudaba que encontrara algo distinto en aquél lugar. De todas maneras, ya tendría una nueva arista en la que pensar. Y a eso fue a lo que dediqué las semanas siguientes.

Podía estar seguro (tan seguro como puede estarlo un investigador sensato) de que los pianos no habían sido utilizados como armas. Así que la teoría más evidente quedó descartada rápidamente: si estos hubieran sido utilizados por ejemplo como depósito contenedor de algún arma química, seguramente debía haber quedado algún rastro. Por supuesto existía la posibilidad de que dicha arma fuera sumamente pequeña y potente, tan pequeña como para haber sido introducida dentro de las cajas de los pianos sin raspar las paredes ni los martillos, ni alterar la tensión de las cuerdas. Aún así, suponiendo que eso era efectivamente lo que había ocurrido, disparaba otra pregunta: ¿qué pasó con el arma? No podía haberse simplemente desvanecido en el aire; alguien tuvo que retirarla después de que cumpliera su propósito. ¿La policía? Los eventos habían ocurrido en lugares muy apartados el uno del otro, era muy difícil que los efectivos que se apersonaran en el lugar fueran los mismos, así que era muy improbable que ellos hubiesen sido. ¿Los peritos? Tampoco eran los mismos, puesto que para el caso del Gran Conquistador era de conocimiento público que el Ministerio de Seguridad había mandado a llamar a un equipo forense muy especializado del extranjero, en un vano intento por esclarecer la situación. A mi entender solo quedaban dos posibles explicaciones que permitieran sustentar esta teoría: o alguien se había colado en las escenas del crimen bajo la nariz de la policía y había retirado el arma, o toda la policía estaba implicada en el asunto. Esta última hipótesis me parecía no solo demasiado ambiciosa sino muy grave, pues involucraría a las altas esferas del poder en un caso terrible. No, era realmente muy poco probable.

¿Que quedaba si descartaba esta teoría? Bueno, tal vez alguna relación con el responsable, incluso si el propio piano no era el medio por el cual se habían llevado a cabo los asesinatos. Tal vez quien los había perpetrado elegía específicamente salones que tuvieran un piano, por alguna motivación desconocida para mi. La verdad es que no tenía ningún sentido, pero la veía menos improbable que la otra teoría. Si hipotéticamente fuese así, pensé, entonces lo más posible sería que dicho asesino gustara de tocar el piano. Deduje con esto una veta más en la investigación: quién o quiénes habían tocado los pianos las dos noches en que ocurrieron los hechos. Con todo esto en mente, comencé a vislumbrar una nueva figura que se perfilaba como actor principal del asunto: el misterioso pianista, cuyo rostro se encontraba oculto en las sombras.



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⏰ Last updated: Nov 12, 2017 ⏰

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El pianistaWhere stories live. Discover now