3: La cita

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Erick se colocó en una silla enfrente de mi.
-Vamos a ver.- comenzó, mirándome fijamente.
-Conociste a un niño de 13 años.
-14.- corregí.
-Me vale una mierda. Bueno, comenzaste a hablar con él.
Asentí.
-Un niño de 4 grado, DE LA ESCUELA CRISTIANA DE VANCOUVER.
-¡No es tan malo!
Se llevó una mano al corazón, dramatizando.- ¡No es tan malo!- repitió, como si no creyera lo que decía.
-¡Erick, deja de joderme!- Chillé, cansada de sus gritos de mártir.
Me miró con furia.- ¡Pues chinga tu pito pendeja!, TODO lo que he hecho por ti, ¡Para que así me pagues! Vete a la mierda, ¡Y no cruces la línea!
Se acostó en su cama, indignado, dándome la espalda.
La línea era una cinta roja que yo había puesto en la habitación para repartir el dormitorio.
Puse los ojos en blanco.
- Erick.- le llamé, sintiéndome culpable. Sí, estaba pendejo, pero era mi compañero gay pendejo.
Me ignoró por completo.
-Está bien.- Me rendí.- ¿si te cuento el chisme me perdonas?
Lo oí resoplar.
-Vamos... tu amas el chisme.
Murmuró un ok malhumorado y supe que había ganado.
-Todo comenzó cuando hablé con el por textos, yo estaba en el trabajo...
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Al día siguiente, Finn volvió.
Estaba limpiando una mesa cuando lo vi.
Iba completamente de negro, con una gabardina que tan sólo lo hacía verse más alto de lo que ya era y una bufanda azul que contrastaba con todo.
¿por qué se veía tan bien siempre?
-Y por eso...- Adam llegó a mi lado, tomándome por los hombros.- Es que escribí tu número en el vaso.
-¡Fuiste tú!- Exclamé, mirándole sorprendida.
Me sonrió como respuesta.
-Dile a Erick que me llame.
Reí.- Así que fue por interés.
La piel pálida de Adam se tornó roja.- Por supuesto que no.
Solté una carcajada.- Yo le digo.
Se veía esperanzado, lástima que Erick salía con un universitario de 20 años.
-vas a caja.
No fue necesario decir más para salir corriendo, esperando alcanzar a Finn.
-Hola Señor Wheeler.- saludé, cuando fue su turno.
Se sonrojó furiosamente.
-La viste.
Reí.- ¡Casi me obligas a verla!
Se pasó una mano por el pelo.
-Por favor no digas que es muy buena.
-Es muy buena, ¡Es excelente!- dije nada más para molestarle.
-Acabo de darme cuenta que no necesito café todos los días, ¿Sabes?
-Shhhhh... ¿lo mismo de siempre?
Rió.-¿te aprendiste mi orden?
-No.- traté de sonar lo más inocente posible.
-sólo dame mi café, Belle.
Pasé la orden, que sí había aprendido y pocos minutos después Finn tenía el café entre sus manos.
-Tengo que irme.- se disculpó con una mueca.- Mi hermano me está esperando y justo ahora mi escuela es un caos.
Asentí.- Claro... ¿remodelación o algo así?
-La preparatoria está organizando una exposición a las afueras de la ciudad.
-Ay que genial.- Chillé.
-Sí.- Me sonrió de vuelta, listo para irse. Lo despedí con la mano mientras salía de la tienda.
Me fui quitando el mandil, tenía muchísima hambre.
-¡Belle!- gritó Finn desde la puerta, ¿había vuelto?, ¿por mi?
Me le quedé mirando, pasmada.
-Deberías venir conmigo a la exposición.
Dios mío, ¿en serio?
Traté de sonreír con naturalidad.
-Claro.
Una risa de alivio se le escapó, a lo cual sólo pude reír.
-¡FINN!- un chico en una camioneta llegó, gritándole desde el asiento conductor.
-¡Te mando un mensaje!- le respondí apresurada, asintió sonriendo para después correr al auto.
-¿quién es ella, Finnie?- gritó su hermano, demasiado fuerte, con tono coqueto.
-¡CALLATE, NICK!

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-Y eso fue todo...- concluí, mirando a Erick (el cual me había dado la cara en algún punto de la conversación)
-Ay Dios mío, ¿y que te vas a poner?, más importante... ¿Qué me voy a poner yo para ir a espiarlos?
Reí.- Podríamos ir de compras.
Su cara se iluminó, pero después se puso serio de golpe.
-No, estoy molesto contigo.- se cruzó de brazos, haciendo puchero.
-¡Por favor!- me apresuré a sentarme a su lado, lo cual respondió con un resoplido.
> Switch it up, Switch it up- Comencé a cantar, tratando de hacer el tono más agudo del mundo.
Erick negó, lo ignoré.
-HEY, HEEY, HEY... ALL RIGHT LET'S GO.
I call my girl...
-Isabel por favor.
-Cause I got a problem only a curl It's gonna solve it...- Esperé a que mi compañero a uniera, pero nunca pasó, lo cual fue muy raro porque él siempre quería ser Perrie.
-Bien... Then I don't really care, just get him out of my hair.- al ver que Erick no reaccionaba, tuve que apresurar las cosas.
-Cause he was just a dick and I knew it Got me going mad sitting in this chair Like I don't care Gotta get him out my hair ... Erick... sé que lo deseas.
-I tried everything but is useless, he pushed me so far- cantó-murmuró con un súper tono de hueva.
-NOOW I'M THE EDGE, JUST...
-¿Make him dissapear?
-go get him out my hair
Una sonrisa apareció en su rostro y comenzó a tararear.
-Friend you need to get your phone, erase that number, Don't call him back 'cause he don't deserve that -cantó por fin, como Dios manda.
-And when you see him in the club just flip your hair...
- don't show him any love 'Cause you've had enough
Después de eso comenzó una extraña guerra de notas altas, donde cada uno trataba de hacer la nota más ridículamente aguda y bien hecha. Siempre supe que cantaba decentemente, así que mis notas competían bastante bien con Erick-la-super-estrella-del-teatro.
Terminamos riendo y dejándonos caer en la cama.
-Estás perdonada.
Le saqué la lengua.- Ya lo sabía.
-Ahora, prepara tus cosas, nos vamos al centro comercial, ¿cuando y a que hora es tu cita?
Sonreí.- El sábado saliendo de mi turno en el café, pasará por mi.
-Te aprecio, Isa, pero no apruebo del todo esto, ¿lo sabes verdad?
Lo abracé.- Sí, y gracias por apoyarme aún así.
Esa tarde fue horrible, para empezar porque Erick no dejó que comprara nada que no le agradara a él (y no podía quejarme, él pagaba) y porque la otra parte del tiempo lo pasó insistiendo en que debía audicionar para entrar al club de teatro al que él pertenecía.
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Finn pasó al trabajo a las 10 en punto, cuando estaba saliendo de cambiarme en el baño. Había decidido ponerme un vestido contra todo pronóstico del frío, con Converse y un suéter cerrado de color granate.
Él iba tan perfecto como siempre, y casi tuve que limpiar el río de baba que dejaba, como siempre.
-Hola.- saludé, mientras sonreía con ganas, ¿Cómo pude ser tan afortunada? Dios mío, perdono todas las cosas malas que me has hecho sólo por dejarme vivir este momento.
-Hola.- respondió, riendo.- Esto es muy extraño, ¿no crees?
-¿por qué?
-Me siento incómodo, no lo sé, lo cual es raro ya que normalmente contigo me siento bien.
Lo tomé del brazo.- Creo que es por la mención de la palabra "cita"
-Primera cita.- corrigió mientras nos encaminabamos a la calle.
Me paré en seco.- ¿soy tu primera cita?
Me miró obvio.- Tengo 13, ¿que esperabas?
Reí.- Bien, lo capto. Gracias por mencionar la edad por aquí.
Comenzamos a caminar, en silencio, bastante alejados.
Finn se veía culpable.
-Escucha... perdón si te hice sentir incómoda, y-yo... La edad no me importa.
-Está bien.
-¿te puedo abrazar?
Fruncí el ceño.
-¿qué?
-es que... estas ahí y te ves toda triste y desamparada...- dijo, entre risas.
-Oh dios mío, deja de tenerme lástima, Wolfhard.- contesté, negando con la cabeza, pero acercándome a sus brazos abiertos aún así.
Nos apretamos uno contra otro, fue extraño, algo incómodo y lleno de tensión.
Me separé riendo, tan irreal.
Un uber llegó por nosotros, mientras sonreiamos como retrasados. Finn me abrió la puerta con una enorme reverencia.
-Oh, vamos, Wolfhard.- me quejé ya adentro.
Sonrió ampliamente.-¿qué?
Deja de ser tan perfecto.
Negué con la cabeza.- Nada.

El camino a donde sea que Finn me llevaba fue tan maravilloso que dolió. Casi en su regazo, observaba con él varias partes de Vancouver que no conocía; las explicaba para mi con sumo detalle, cual guía de turistas. Reí hasta que mi estómago pidió clemencia.
-¿Cómo va la escuela?- preguntó, mirándome fijamente, como si fuera un padre.
-Agotador.
-Puedo ayudar en cualquier cosa, si lo necesitas.
Se veía tan tierno e inocente al decirlo.
Quise ser sarcástica, pero no lo hice.
-Sí, gracias.
Había estado tan embobada que ni siquiera me había dado cuenta que dejábamos la ciudad.
Me preocupé.- Finn...- murmuré sin moverme. Lo único que podía pensar era que el chofer planeaba nuestro secuestro.
-¿Belle?- respondió, alerta, dirigiendo su atención a mi.
Carraspeé.- ¿a donde vamos exactamente?
Se removió, incómodo.- A un bosque, está algo alejado pero ya casi llegamos, lo prome...
-No- le interrumpí.- Está bien, es sólo... desconfianza, ya sabes- susurré la última parte.
Su expresión decayó.- Ya. Lo capto.
Fruncí el ceño.- ¿qué?
-Acabas de conocerme, por supuesto que no confiarías en mi, lo entiendo.
Reí.- Finn Wolfhard, me refería al chofer.
-¿entonces no tienes miedo de que te lleve a un bosque para matarte, mutilarte y después ponerte en una bolsa de basura?
-Ahora que lo dijiste sí.
Rió.- Por favor, Belle.
5 minutos después de aquello el uber nos dejó al inicio de un sendero justo al lado de la carretera.
Era puro y maravilloso bosque.
Bajé, con una sonrisa llena de ilusión, y probablemente con una cara de tarada impresionante.
Finn llegó corriendo a mi lado, había caminado para adentrarme sin darme cuenta.
-¿te gusta?
-Me encanta, ¿vamos a entrar?
Asintió.- Lo de traerte a una exposición de mi escuela no era broma, está más adentro.
Reí encantada. Desearía exponer de esa manera.
-Hay una cafetería por ahí.- Señaló un poco más al fondo donde, en efecto, se encontraba medio escondida una especia de cabaña.-Pensé que podríamos pasar antes de ir a la exposición, comienza hasta dentro de una hora.
-Claro.

La cafetería era simple, olía a fritura y estaban unos cuantos chicos que supuse, también eran de la escuela Cristiana.
Nos sentamos en una pequeña mesa alejada, después un joven de más o menos mi edad nos tomó la orden.
-Quiero un café y algo con harina y azúcar.- pedí, sin mirar el menú siquiera. El mesero rió, anotando.
-¿Panqué de nuez está bien?
Asentí, esperando a que Finn ordenara.
Pidió algo con nombre extraño, que por supuesto, yo nunca había comido ni escuchado.
-¿te puedo preguntar algo?
Me miró confuso.- ¿sí?
-Eres... Eres una completa súper estrella...
-No lo soy.
Bufé.- Por supuesto que lo eres... pero al parecer aquí en Canadá... Te tratan con bastante normalidad.
Se dirigió a mi con toda la seriedad del mundo y exclamó.- Es porque en Vancouver no hay Netflix.
Mi cara debió haber sido un poema.
-Me estás jodiendo.
Sus carcajadas se escucharon en todo el maldito restaurante.
-Vale, disculpa. Ehhh... No lo sé, Belle. En realidad, creo que es porque aquí en Canadá la gente es más reservada.
Asentí.- Supongo.
El timbre de mi teléfono arruinó por completo la conversación.
-ARG- grité exasperada, mientras sacaba mi celular de mi pequeña cartera y escuchaba reír a Finn.
Puse los ojos en blanco: Erick.
-¿te importa si contesto?- Pregunté, haciendo un puchero.- Si no contesto no dejará de molestar nunca.
-Claro.
-ISABEL HERNÁNDEZ BETANCOURT- chilló Erick al teléfono tan fuerte que probablemente el chico frente a mi también escuchó.- TIENES QUE AUDICIONAR EN EL PINCHE CLUB DE TEATRO...
-Hola Erick, ammm... No, no lo haré, besitos mil besitos bai.
Le colgué, para ver que el mesero traía la orden. Bloqueé a Erick en el teléfono... y en mi vida.
-Perdón.- Me disculpé, mientras recibía mi desayuno.
-Está bien.- dijo al momento en que un plato con papas y un montón de cosas encima se posaba enfrente de él.
-Eso se ve extremadamente bueno.- exclamé, como la obesa que soy.
-Adelante.- Me acercó el plato. Tomé una papa, llena de carne, queso y Chile. Sabía a gloria, me recordó brevemente al pastor, lo cual sólo hizo que me dieran ganas de llorar.
-Es muy bueno.
Me guiñó el ojo.- Comida callejera Canadiense, cariño.
Tomé otra papa, riendo.- Nunca mejor que la mexicana, mi amor.

Exchange GirlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora