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Mis manos eran puños apretados en mis bolsillos. Los árboles se balanceaban de un lado al otro, desigualmente. Las bancas del parque estaban vacías y encharcadas. Los faroles colgaban de sus postes, eran mi única compañía. Me acerqué al viejo olmo, con paso lento y seguro. Miraba, izquierda, derecha... no había nadie. Sopló el viento, una lluvia de hojas danzantes se arremolinaban, alejándose de sus ramas. Eran las cuatro de la tarde pero la atmósfera era crepuscular. Acudí a la cita, tal como había sido agendada. Miré el reloj en mi teléfono. Faltaban seis minutos para la hora señalada y la nubes con ganas de llorar. Cualquiera que hubiera observado la escena, se habría topado con un joven extraño y con un gabán enorme, tiritando más de miedo que por frío. Justo debajo de mi nariz, veía el intermitente vaho que se escapaba por entre mis labios. Empecé a marcar los segundos con mi pie izquierdo. Un minuto después, mi corazón se unió a la rítmica temporalización. Mi garganta seca y mi frente empapada en sudor nervioso. Me corrí el cabello de los ojos y después del ademán, ella estaba ahí, cubierta por la capucha de su sudadera. Me sobresalte. Ella simplemente sonrió, de oreja a oreja.

***

Sostenía la publicación semanal de la revista escolar. Sentí un punzón en el estómago. Miré hacia atrás y Sophie venía corriendo, la demás gente le abría paso. Un grupo de chicas soltaron una carcajada cuando la vieron pasar. En contraste, un par de raritos con corte de hongo no pudieron dejar de verla hasta cuando se dieron cuenta que me saludaba y se sentaba a mi lado. Era muy extraño, Sophie resultaba muy agradable, pero no lograba entender que la hacía distinta. Le mostré el artículo de su amigo Ryu. Ella lo leyó calmadamente. Luego, de un espasmo azotó la revista contra sus piernas. la expresión de su rostro era nueva, indignación.

—¿Qué se cree ese tipo?—dijo aireada—cambió toda la historia, te esta haciendo quedar como un loco, como un peligro para la escuela, ¡para la ciudad, para el país!

—Antes de que digas que para el mundo.—la interrumpí—cálmate, y sigue leyendo.

Sophie abrió bruscamente la página donde estaba la falacia. Sus ojos se abrieron como platos y se tapó la boca con las manos.

—Yo no dije eso. Te lo juro Reginald, eso es mentira.

—No jures en vano

—¿No me crees?

—Yo no he dicho que no te creo. Solo digo lo que una vez mi papá me dijo—Me aclaré la garganta—No jures en vano, un juramento pone en deuda tu alma. Ahora creo que entiendo que quería decir.

—¿Qué?

—Pues que no hay necesidad de poner en deuda tu alma. Yo te creo, el idiota aquí es otro.

—Lo siento, se veía muy amable.

—Por eso yo prefiero no parecer amable.

La noticia cerraba con una mala fotografía mía y con muchos números de atención psiquiátrica y psicológica. La basura que Ryu había publicado una semana después de aquella noche no solo nos afectó a nosotros. Todos en la escuela me miraban con pesar o con clemencia. Otros, eran amables conmigo y estaban los que evitaban todo tipo de contacto, hasta visual. Preferían no entrar al baño donde el loco suicida podría ahogarlos en el retrete o estallarles la cabeza en el lavamanos.

Sophie me confesó no haber visto ni hablado con Ryu desde la noche donde conocimos a la esquelética. Era lo más normal, le dije una tarde después. No tenía el valor suficiente para dar la cara, y eso demostraba que no debíamos jurar en vano o sentirnos mal por una mentira de tan grande falsedad. No tenía espacio en mi cabeza para más problemas. Al caer la tarde, Sophie y yo tomábamos té en mi casa mientras estudiabamos, tanto las tareas escolares como libros acerca de ocultismo, viajes astrales y tarot. Yo no encontraba sentido alguno por el cual hacerlo, pero Sophie insistía en que algo podrían explicar esos libros. Siendo sincero conmigo mismo, y un falso con ella, yo tenía mi propio método privado para lograr entender las grandes cuestiones universales. El suceso era analizable, posible y verídico; pero con respecto a las condiciones lógicas y verosímiles, era en ese punto donde no procesaba la realidad. Recuerdo muy bien la escena, el rayo en pared, la niña reclamando su sudadera, su teléfono. La luz verdosa, Ryu y la mirada inconsciente de Sophie. El susurro de la voz en mi cabeza y...

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