Capítulo 0: Introducción

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Bienvenidos seáis todos a este mi pequeño paraíso.

Dejadme que os explique de qué va todo esto, aunque lo haré algo por encima y no entraré en demasiados detalles, pues qué sería de vosotros si no pudiera engancharos con un poco de curiosidad y expectación por lo que está por venir.

¿Mi nombre? No lo necesitáis, solo seré vuestra guía y compañera, la narradora omnisciente de una historia que os morís por descubrir, y que yo desespero por contaros. Aunque, ¿quién sabe? Quizás seáis capaces de descubrirme, no creo que sea tan difícil.

Nuestra historia comienza cuando una aburrida y ociosa mujer recibe una llamada a la vivienda que ocupaba en aquel momento.

— Moro... Moro... O Maru... Que alguien coja el teléfono, por favor — Dijo lánguidamente la mujer de largos cabellos negros, que se estiró en el sofá como haría cualquier gato perezoso.

 —  Voy... ¡Voy!

La muchacha rubia descolgó el teléfono inalámbrico y, tras pulsar el botón verde, se lo llevó a la oreja. Después de un breve intercambio de palabras, se acercó a la adulta que yacía tumbada de costado en aquel lujoso sofá de cuero y se lo tendió.

— Es para usted, ama.

— ¿Quién es?

— Su abuelo.

La mujer rodó los ojos, como algo cansada de tener que tomar el teléfono y llevárselo a la oreja para escuchar a su anciano ascendiente. 

— ¡Abuelito! Qué alegría escucharte — Pronunció con un tono de voz que denotaba una exagerada falsedad.

Antes de que la rubia pudiera huir a retomar sus quehaceres, la tomó de la muñeca y tiró con suavidad de ella, haciéndole ver sus pretensiones. La muchacha sonrió brevemente y se recostó sobre el cuerpo de la mayor, apoyando la mejilla en el hueco que había entre los pechos, no demasiado abundantes, de la mujer que se dispuso a acariciar la fuente dorada de sus cabellos.

— No me vengas ahora con esas, Noriko. Hace meses que no sé nada de ti.

— He estado ocupada... Ya sabes, el negocio familiar de padre, las reuniones sociales...

— Las orgías en las que participas... — Completó el anciano con tono de reprobación.

— No te lo negaré, ya me conoces, adoro el pecado de la carne.

Y conforme dijo aquello, la mano libre que acariciaba suavemente a su chica como si fuera un minino, bajó hasta alcanzar su generoso trasero para apretarlo contra ella. La muchacha reprimió un sonido de sorpresa, pues no quería incomodar a su dueña que se encontraba ocupada al teléfono con una conversación que debía ser importante, pero se sonrojó notoriamente y enterró aún más el rostro en el cuerpo de la mujer.

— Pues es el momento de que dejes tus pecados a un lado. Tengo una importante misión para ti, si lo consigues, te nombraré como la legítima heredera de nuestra familia.

— ¿Qué ocurre? ¿Te han fallado tus otros nietos?— Hizo una pequeña mueca de disgusto — No pienso casarme con nadie, abuelo, eso ya lo sabes. 

El hombre hizo un sonido de disgusto antes de responder:

— Lo sé, lo sé, no es necesario que me lo recuerdes siempre que te llamo. Aunque tu prometido algún día perderá la paciencia— La que bufó en aquel momento fue Noriko— Quiero que te hagas cargo de una de las posesiones de la familia: la isla de Okunoshima.

— ¿Una isla? ¿Okunoshima? ¿Para mi?

— Sí, demuéstrame que eres capaz de hacer algo de provecho con ese pedazo de tierra y todo lo demás será legítimamente tuyo. No me decepciones, querida.

Y sin darle suficiente margen como para poder responder a sus palabras, la línea se quedó en un interminable pitido desagradable.

Le dio al botón rojo del teléfono inalámbrico y lo dejó deslizar por su mano, alargando el brazo, hasta que tocara el suelo. Luego alzó la barbilla de la muchacha rubia y le dio un breve pico en los labios.

— ¡Moro!— Llamó en voz alta a la menor de pelo rosa que no tardó mucho en aparecer, seguramente habría estado escuchando la conversación desde las sombras— Maru. Moro. Haced las maletas, volvemos a mudarnos. 

Buddy's Academy 【Otome】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora