Capitulo 4 - La habitación

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Ya cuando me aburrí de intentar forzar la puerta decidí fijarme en la habitación, que aunque estaba escavada en piedra era amplia y tenía un gran balcón  cuya puerta iba del suelo al techo a lo largo de una pared (si se podía llamar así, pues el cuarto era casi redondo) que junto a las antorchas que se extendían por la habitación daban una cálida luz, había una cama en la que cabían cuatro personas, un armario grotesco, un par de muebles más y una puerta abierta que daba a un baño que no encajaba bien allí era  bastante moderno en comparación... 

Estuve dando una vuelta e inspeccionando los muebles, todos tenían grabados extraños, parecían llamas y habían símbolos dispersados. Hacia frio y no quería asomarme afuera ya que parecía de noche asique decidí hacerle caso a los pibes raros y dormir un rato... 

¿Me cambio de ropa? Nah. ¿Te parecerá bonito? Déjame sabes que soy algo floja. ¿Solo algo? quieres callarte intento dormir. Eres tú la que discute consigo misma. Me odio.

NOTA MENTAL: Deja de discutir tu sola pareces aún más retrasada.

Me despertó la luz colándose, ¡qué digo colándose! ¡Faltaba una puta pared! ¡La luz no se colaba, me golpeaba la cara riéndose!

No me quedo otea que levantarme. Fui al baño, me duche y con la toalla enrollada en el cuerpo abrí el armario buscando ropa...

vi un hermoso vestido rojo, largo, sus mangas se cortaban, amplias, en el codo y estaba cubierto de detalles en dorado; sin pensarlo, mi mano lo cogió y lo aparto a un lado; demasiado cursi para mí. ¡Qué femenina me saliste! Ignórame.

Empezó a apartar vestidos y di con dos milagros, el primero unos pantalones ajustados de tela negra, el segundo una camisa roja, corta de cintura y cuello ancho, cuyas mangas translucidas con forma de campana llegaban a la punta de mis dedos.

Me vestí, me hizo un moño alto para no tener el pelo en la cara...

Y entro una niña de unos cinco años a la habitación.

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