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Era él.

Un chico alto de cabello azabache, tenía ojos claros, de tez tostada, y una verdadera aura de chico malo, de aquellos que al mirarlos sabes que traerán problemas.

Su perfume era varonil y un tanto fuerte pero agradablemente reconfortante.

Por el rabillo del ojo lo espiaba, sonreía como un triunfador, claro que es un triunfo hacer una maratón y llegar al bus que sería la meta en este caso. Iluso.

Dejé de prestarle atención y fijé mi mirada por la ventanilla, sin mucho que hacer observo lo que hay fuera de esta caja con ruedas, divisé un árbol y luego otro, hasta que descubrí que seguían un orden, cada cuatro árboles de pino había un basurero de distintos colores, me pareció simpático y reí, aunque creo que no lo disimulé bien, el chico sentado a mi lado volteó buscando la causa de mi risa.

Me ruboricé al instante, y lo enfrenté, tenía el semblante curioso pero aun así serio, sintiendo la necesidad de decirle el motivo añadí:

— Recordé un chiste —lo miré con una sonrisita de disculpa, solo asintió volviendo a su posición anterior.

Me reprochaba a mí misma, por hacer el papelón frente a un desconocido. Para mi suerte no sabía de él ni él de mí, entonces no había problema.

Mi parada estaba cerca por lo cual pedí permiso y avancé a la salida. Bajé del bus y me dirigí a la biblioteca donde probablemente estarían las chicas.

Caminé por un sendero de piedras, sin prestar atención a quienes salían o entraban o se cruzaban conmigo. Llegué y saludé a la bibliotecaria que me conocía de memoria.

— Hola, Marie ¡tanto tiempo! — me acerqué a ella con la mejor sonrisa que esa mujer también contagiaba. Era canosa y de piel arrugada, a veces me ponía a pensar en lo hermosa que habrá sido en su juventud puesto que aún guarda la belleza notoria en sí misma.

— Hola cariño, si buscas a las demás, están donde siempre— asiento con la cabeza en respuesta y agradecimiento y me dirijo rápidamente al sitio.

Como toda biblioteca estaba llena de libros, del piso al techo, las bancas puestas en lugares estratégicos de diez hileras a cada lado, el lugar era inmenso, era el paraíso.

Encontré a las chicas en una de las bancas del medio, siempre nos sentábamos en la misma, estaban muy concentradas y solo Diana se percató de que había llegado, me saludó y luego las demás hicieron lo mismo. Entre murmuros íbamos repitiendo lo de la tarde anterior hasta que llegó la hora de presentarnos a la prueba.

La prueba sería de anatomía humana, me iba bien en la materia no podía quejarme. A decir verdad me gustaba.

Entre parloteos llegamos al aula y fuimos anunciadas, firmando el acta de la cátedra.

Resultó fácil, al salir de la prueba nos reencontramos y fuimos al patio.

En lugar era de un verde vivo, con flores en los límites del terreno y árboles por doquier, es un sitio donde puedes despejarte y dejar de pensar.

A todas nos gustaba estar al aire libre.

— ¿Qué harán mañana? — pregunta Diana, todas se ponen pensativas y añaden:

— Supongo que al cine con David— responde Marly, ambas me miran, sin percatarme de ello esperando mi respuesta, por lo que levanto la mirada hacia ellas.

— ¿Qué? — aparté la mirada de ellas— ya saben la rutina, leer algo o ver televisión.

— ¿Es en serio Mel? — replica Diana.

— Es que, ¿Qué puedo hacer? — me están poniendo de mal humor,

— es mi pasatiempo y me agrada la idea ahora que lo pienso, sip es buen plan, sonreí para mis adentros.

— Vamos a una fiesta, cancelen lo que harán mañana, será noche de chicas— dice Aramí. OKAY OKAY OKAY, esta chica estiró la cuerda, y arruinar mi bello plan, eso no es justo.

— Heeeyyyyyy, estaciona tu vaca parlante chica, ¿Cómo que fiesta? ¿Cuál?.

— Bueno, conocí a un chico— todas la observamos con ojos bien abiertos— de acuerdo no me miren así— bajamos la guardia y aligeramos los ojos que por cierto dolían por la expresión— ah, lo que sea, a lo que iba es que habrá una fiesta de fin de cursos, de la universidad de psicología y estamos invitadas, por el chico claro pero invitadas al fin y al cabo.

— Hmm— sopesé la idea aunque... — con que un chico ¿Eh?. — subí y bajé las cejas de forma coqueta y rodó los ojos con enfado.

— No te saldrás con la tuya Melanie Samantha Kiefs— de acuerdo la cosa se puso fea si me llama así, quería huir lo admito.

Al terminar de interrogar a Aramí fuimos de regreso a nuestros hogares. Al llegar a mi destino me desvestí y entré a la ducha, esto era realmente tranquilizante. No me dio tiempo de comer nada ni despedirme de mi madre o hermano.

Fui arrastrada al país de los sueños, y no me resistí al secuestro.

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Tercer capítulo. Espero les guste.

Dejen sus bellas estrellitas, comenten y compartan.

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Pensando en voz alta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora