Observo mi armario en busca de algo digno, según describieron el lugar, sería en un reconocido bar, se había alquilado para uso exclusiva, por ende solo seriamos universitarios. Una banda estaría acompañándonos en esta noche.
Sin tantos preámbulos concluí que, no tenia nada para ponerme.
NADA.
De acuerdo, no tan dramática, solo no me gustaban. Llamé a Aramí en busca de iluminación divina.
— Necesito tu ayuda, código rojo— advertí con un tono desesperado muy mal oculto.
— Auch nena, dime ¿qué tienes?.
— Nada Ara, ese es el maldito problema. Un vestido rosa, con el que pareceré una niña, uno mostaza, que ya ha pasado de moda, uno gris que me hace ver escuálida y... — observé un centelleo en algún punto de mi armario— espera creo que hay luz al final del túnel— rió en contestación y la podía visualizar negando con la cabeza. — es perfecto Ara— dije unos minutos después observando la prenda entre mis manos.
— De acuerdo paso por ti a las ocho— nos despedimos y colgué.
Puse manos a la obra, ví el vestido una y otra vez, era negro sin mangas y no tan largo que digamos, pero con la seguridad de que mi trasero seguiría siendo privacidad mía.
Dejé que mi cabello caiga en ondas sobre mis hombros, y la prenda se cernía a mi cuerpo como una segunda piel, era negro y tenia detalles que lo hacían llamativamente sobrio, me quedaba muy bien lo admitía, tenía una buena proporción corporal lo cual agradecía a los genes de mamá.
El maquillaje consistía en una sombra oscura, lo cual resaltaba mis ojos, los hacía ver más grandes, lo amaba, los labios los pinté en un color no tan llamativo y para la cereza del pastel, rubor en las mejillas.
Complacida con mi imagen, me lancé un beso frente al espejo para subir mi autoestima.
Faltando poco para que Aramí haga su gloriosa entrada, bajé a la sala a esperarla.
Me entretuve con mi teléfono, hasta que llegó la hora, me despedí de mi mamá y hermano y salimos de casa.
Había alagado mi atuendo y ella realmente no se quedaba atrás, era simplemente bella y aún más cuando se arreglaba.
Llegamos al sitio y me sorprendió ver la tranquilidad del ambiente, a decir verdad no era como las fiestas a la cual asistía estando en la secundaria, lleno de adolescentes hormonales desesperados. Arrugué el gesto al recordarlo.
Rápidamente nos encontramos con las demás, y he de admitir que seremos la sensación aquí.
Estuvimos recorriendo el lugar, con pasos firmes y las quijadas en alto. Fuimos a pedir una bebida y nos dieron unas margaritas.
—Admito que me siento bien estando aquí— dije a la nada y las chicas asintieron orgullosas por su decisión.
Bailamos todo lo que nuestros tacones daban, y una punzada tironeó a mi corazón, creo que es hora de sentarnos, nos ubicamos en una de las mesas cerca del escenario para descansar, tiempo justo en el que la tal aclamada banda subía y saludaba a todos aquí.
— ¿Cómo se encuentran esta noche? — gritó por el micrófono el baterista, no vi al cantante en la tarima, por lo que pensé, el baterista está cubriendo al vocero del grupo.
Rugieron animosos en respuesta llamando en coro a un tal Mylo. Aramí, quien había desaparecido minutos después de que llegáramos, apareció a mi lado. Me miró de una forma que no comprendí y enlacé nuestros brazos cuando todos nos acercábamos al escenario.
—Es el baterista— dijo de repente, la observé a ella y de vuelta a él, compartían una mirada cómplice extasiados en su mundo para dos. Sonreí para mis adentros y asentí en respuesta sin saber qué decirle ante su confesión.
Estaba perdida pensando en cualquier cosa que no me di cuenta que el cantante ya estaba con sus compañeros, pero dándonos la espalda. Me fijé en la figura familiar que me daba su amplia espalda, pero no llegué a nada.
El baterista comenzó el conteo con los palillos, y la música comenzó. Era lenta y te hacia menear la cabeza, cerré los ojos su voz era ronca pero a la vez suave.
Siempre te conté historias sobre el camino
Yo vivía como un vagabundo antes de conocerte
Deambulando solo y sin rumbo
El destino me hizo conocerte.
Miré en la dirección de la tarima al momento justo en el que el cantante giraba hacia el público, gritos se escucharon, desencadenando emoción en las que parecían las fanáticas.
Esto debería de ser una jodida broma. Mylo era el cantante tan aclamado. El chico del bus, y mi vergüenza se apoderó de mi al instante en el que sus ojos hicieron un barrido ante la multitud y se quedó unos momentos más concentrado en mis ojos. Sonrió con arrogancia siguiendo el curso de la canción, desplazándose por el escenario con una familiaridad y seguridad en sí mismo, era envidiable.
Me fijé en su atuendo, y llevaba unos pantalones jeans, una remera que en el centro se plasmaba una imagen de corbata y una chamarra negra. Le quedaba como anillo al dedo, debo recalcarlo.
Acabada las canciones que se animaron a dedicárselas al público bajaron y se distribuyeron. El baterista se encontró con Aramí y me sentí feliz de ver a mi amiga tan animada.
De un momento a otro, fueron dispersándose y me quedé sola, Ara fue con el baterista que según me dijo se llama Natanael, a no sé qué.
Bebí el líquido de mi vaso, sin percatarme de quien se encontraba frente a mí.
Un aroma familiar me alertó y luego un carraspeo llamó mi atención por completo.
No me puede estar pasando a mí.
—Hola, ¿puedo acompañarte? — mierda, lo miré asombrada y al parecer se dio cuenta aunque haya mal interpretado mi gesto por uno de terror, se rascó la cabeza y añadió rápidamente. — Soy Mylo. — me dio una sonrisa sincera y extendió la mano hacia mí, la cual tomé.
—Melanie— dije devolviéndole la sonrisa.
— Entonces, ¿esta es tu carrera? — comenzó entablando conversación, lo miré y no tardé tanto en responderle.
— Oh, no no, yo estoy en la de medicina.
— Eso no me lo esperaba— la miré entre ofendida y negó con la cabeza al darse cuenta de su error. — es que todos aquí son de una misma, no esperaba gente de fuera.
— Mis amigas también lo son.
No nos dio tiempo para nada más, puesto que llegaron Natanael y Aramí, para mi suerte a salvarme de la conversación poco fluida que estaba formándose.
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Pensando en voz alta.
Teen FictionNo sabemos lo que buscamos hasta que lo encontramos. Me llamo Melanie tengo 20 años de edad, entusiasta y activa, vivo una verdadera historia de películas, sin creerlo, sin saberlo, sin pedirlo, llega él, te haré un resumen de ésta odisea, pero debe...