Capítulo 1

256 4 3
                                    

Carta al "amor de mi vida".

¿Si me dolió? Pues claro que sí. Pero no puedo culparte porque te entiendo, al fin y al cabo, ¿quién amaría a una persona como yo?

Claro que me dolió. Sufrí más de lo que imaginaba ser posible. Yo confié completamente en que tú, para variar, no me harías daño.
Y es que, sinceramente, te entregué mi corazón desde el primer minuto. Así es, solo me hizo falta un minuto para saber que eras tú. Eras tú el "amor de mi vida".

Confié en ti plenamente y lo único que hiciste fue romperme.
Qué irónico, ¿no? Siempre dijiste que odiabas verme triste, que no querías que yo volviera a llorar nunca más... pero tú eres el motivo de toda mi tristeza, el motivo de todo este océano de lágrimas que derramo.
Me conociste cuando mi corazón estaba hecho pedazos, prometiste juntarlos y en vez de eso los rompiste aún más. Estrujaste cada uno de los pedazos hasta convertirlos en polvo.

¿Qué quieres que te diga? ¿Cómo explicártelo?
Cariño: tú me rompiste el corazón.

Antes de conocerte no sabía ni lo que era "amar". Me enseñaste lo que es amar a alguien de todo corazón para entonces enseñarme lo que es estar roto por dentro, roto de verdad.

¿Por qué lo hiciste? ¿Para qué ilusionarme? ¿Qué ganaste tú con hacerme pasar por todo este sufrimiento?
Yo solo quería algo verdadero. Yo solo quería hacerte feliz y que me hicieras feliz. Quería ser feliz junto a ti.

En verdad, creo que ese fue mi problema: yo prefería incluso estar triste pero contigo, que feliz sin ti.
Y tú, bueno... yo jamás fui prioridad, ¿no es así? Siempre fui la segunda opción. Y no te culpo, te entiendo. Yo tampoco tendría a alguien como yo de primera opción.

Mi vida, quiero contarte que cambiaste mi forma de ver el mundo. Me enseñaste muchas cosas bonitas y muchas horribles. Dejaste huella en mi.

Ahora, por mucho que intente olvidarte: no puedo.
No vale la pena ni seguir intentándolo: eres parte de mi.
Al igual que una cicatriz que, a pesar de que con el tiempo deje de doler, siempre estará ahí la marca para recordarte y con el noble objetivo de que no vuelvas a caer en el mismo error.

Desde que te fuiste no he vuelto a ser la misma.
¿Recuerdas a aquella chica que sonreía incluso cuando estaba a punto de llorar? ¿Recuerdas aquella a la que hacías reír a carcajadas a cada rato? Sí, esa misma que te miraba como si fueras quien pone las estrellas en el cielo. Aquella que daría su vida por ti sin dudarlo...
Pues si. Esa era yo. Y cambié muchísimo.

Ya no consigo sonreír ni mucho menos reírme. Cuando finjo una sonrisa se me escapa una lágrima. Ahora cuando llego a casa ya no te llamo para contarte mi día con una sonrisa de oreja a oreja. Ahora mi día se lo cuento a la almohada entre sollozos y lágrimas.

Y es que te veo en cada esquina...
Veo una camisa parecida a la tuya, veo a alguien con tu tono de piel, veo ojos del color de los tuyos, veo alguien con el pelo liso negro y... no puedo evitar pensar que eres tú.

Sé que la probabilidad de encontrarte en cualquier sitio es muy pequeña puesto que vives muy lejos pero... la esperanza me tiene. No puedo evitar pensar en que tú sabes exactamente dónde encontrarme y, amor, sólo espero el día en que vuelvas a desearme.

Cada vez que escucho hablar de tu país de origen mi corazón se para, se pone atento escuchando sin hacer un solo ruido. Cuando escucho tu nombre algo se rompe en mi interior. Y la palabra "usted"... esa palabra que tú usabas tan a menudo por demostrar respeto...
¿Sabes? Después de que te fuiste cada "usted" me recuerda a ti y es como un cuchillo que me apuñala.

De cierto modo creo que le gané manía a esa palabra. Aunque es cierto que nunca me gustó mucho, ahora aún menos. Pero antes no me gustaba porque la veía como algo que distanciaba a la gente y ahora la veo como algo que simplemente ilusiona...

Así es. Con cada "usted" tú me ilusionaste. Me hiciste creer que eras todo un príncipe, un galán, un caballero... Me hiciste creer que tú jamás me harías daño, que eras alguien con el corazón más puro. Me hiciste creer en ti para luego desaparecer.

Pero cariño, de verdad te lo digo: no pasa nada.
Te entiendo...
Yo tampoco me enamoraría de alguien como yo.

Y ahora lo sé, sé que hay personas que están hechas para amar y ser amadas pero yo no soy una de ellas. Yo no puedo ser amada, sólo puedo amar. Porque, dime, ¿quién en su sano juicio amaría a alguien como yo?

Dijiste que tenías que irte, alejarte y dejarme, por mi bien, por el gran amor que sentías por mi. Dijiste que me amabas y que lo único que estabas haciendo era hacer lo mejor para mi. Eso dijiste... Pero eso demuestra que no me conocías para nada.

Tú lo sabes: siempre fui muy indecisa. Pero algo que creo que aún no entendiste es que contigo yo no tenía dudas. Eras lo único de lo que estaba plenamente segura.
Jamás dudé de ti ni de mi amor por ti. De eso yo estaba segura, cariño...

Pero por mucho que yo te lo explicara tú te fuiste. Me mataste.

¿Crees que no sé la verdad? ¿Crees que no me di cuenta de cómo la mirabas? ¿Crees que no sé que te fuiste por ella?

Lo sé, cariño, lo sé. Lo supe desde que la conociste, lo supe desde que empezaron esas dudas en tu cabeza. Yo siempre lo supe... Pero a mí no me importó. Me daba igual que tuvieras dudas, siempre y cuando estuvieras ahí. Y es que ella te dijo que tenías que elegir, ¿cierto? Y tú elegiste, la elegiste...

Pero está bien. Te entiendo...

Te entiendo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora