Me veo una última vez en el espejo del pequeño baño y me vuelvo a echar agua. No sé qué me pasa pero de un momento a otro me siento muy mareada, tal vez fueron esos dos tragos que me tomé.
Me quiero ir a mi casa, odio estos lugares, pero no puedo hacerlo, Michael me pidió que lo acompañara a esta especie de iniciación, y se lo que significa para él. Al fin podrá pertenecer a un grupo y aunque eso signifique tenerlo menos tiempo para mí, lo hago porque lo quiero ver feliz.
Unos golpecitos en la puerta me sobresaltan, creo que ya he estado mucho tiempo aquí dentro. Intento caminar sin irme de lado y abro la puerta, una chica me hace a un lado y me empuja para que salga. Abro los brazos para que estos me ayuden a mantener el equilibrio y no terminar estampando la nariz contra el piso, dos chicos que vienen subiendo se ríen, no sé si es de mí pero los ignoro.
Veo a ambos lados del pasillo y no veo a Michael por ningún lado, no quiero adentrarme al desastre de personas que hay allí abajo pero tengo que hacerlo si no quiero andar sola. Bajo con cuidado los escalones porque en estos momentos mi coordinación es nula y busco entre la gente.
No veo a Michael.
Cuando entro a la cocina un chico me ofrece una bebida pero niego inmediatamente. No puedo seguir bebiendo si quiero que se me pase esto. Me asomo al patio pero solo hay unas pocas personas hablando y ninguna de ellas es mi amigo.
Tengo que recostarme a una pared porque cada vez me siento peor. Un chico me toma de la cintura y me pregunta si estoy bien, asiento y paso mis brazos por su cuello y me acerco más a él.
Es lindo.
Me sonríe contagiándome y haciendo que se la devuelva. Estamos muy cerca y eso me pone muy nerviosa, pero no se si es el alcohol que recorre mi sangre en estos momentos lo que me da la valentía de no quedarme así.
Nunca he dado un beso pero al verlo morderse los labios me entran unas ganas inmensas de probarlo. Parece que se va a negar por un momento cuando acorto la distancia, pero termina cerrando los ojos y dejándose llevar.
Soy un desastre, no logro mantener un ritmo y él se da cuenta porque se separa y comienza a reír.
-Ven, vamos a otra parte –niego y hago un puchero.
-No me quiero ir.
-No nos iremos, solo vamos a subir –asiento y me dejo guiar por él.
Me tengo que aferrar a sus brazos para no caerme, cada momento que pasa me siento aún más mareada y con sueño. Cuando vamos llegando a las escaleras ya no puedo más y cierro los ojos.
Escucho unas voces, son muchas, trato de llamar a Michael pero no sé si mi voz sale. Escucho risas. Quiero abrir los ojos pero no puedo. Tampoco puedo escuchar con coherencia, solo palabras sueltas. Un golpe hace que mi corazón se acelere y aunque quisiera saber qué es lo que pasa no lo logro.
Me muevo. Alguien me tomó entre sus brazos, o eso es lo que creo, porque estoy segura de que yo no me estoy moviendo por mí misma. Me duele la cabeza y tanto movimiento solo lo empeora. En algún momento vuelvo a quedar dormida porque cuando me despierto ya no me muevo.
Tengo hambre.
Siento que el césped me pica en los brazos. Me levanto lentamente de las cómodas piernas en las que estaba y paso una mano por la cabeza, me duele todavía. Siento el estómago rugir.
-Quiero una pizza extra familiar para mi solita –el chico a mi lado soltó una carcajada cuando hablé.
-Prometo comprarte una –dijo con una gran sonrísa.
Me encanta su sonrisa.
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Mírame a mi. ·Miradas1
Novela JuvenilAlicia está enamorada de su mejor amigo. ¡Vaya cosa más trillada! Aunque ya no son tan amigos y ella no entiende la razón. De un día a otro, Michael solo le dejó de hablar, eso le dolió y la decepcionó, pero no logra quitar los sentimientos que sent...