🔼Figure Out🔽

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Había llegado tarde esa noche. Eran las cinco de la mañana cuando introdujo la llave en la cerradura y abrió la puerta. Dentro del apartamento, todo estaba oscuro; ni siquiera la luz del baño que solía dejar encendida para espantar a las almas en pena, brillaba en aquél sitio.

Se acercó al interruptor de la luz de la cocina. No encendía.

Con su celular, puso en marcha la linterna, iluminando el entorno en el que se encontraba allí de pie. Divisó una nota sobre la mesada, así que se acercó con la curiosidad de un minino a leerla.

«Len, vine a verte y no estabas. Traje algo de comida, ojalá te guste.
Te amo."

El rubio tomó el papel, lo arrugó y lo lanzó al tacho de la basura. Siguió iluminando con la linterna para no tropezarse con algo, aunque fue inútil. Sus pies chocaron contra una caja que estaba junto a una silla casi en medio del pasillo.

Dejó el celular a un lado y abrió el paquete. Tan sólo contenía las facturas de la luz y gas que no había pagado hace como dos meses. El mismo tiempo con el que había comenzado a usar aquél tipo de droga que lo hacía regocijarse de alegría. Que lograba emocionarlo y que se olvidaba de todo lo malo que éste mundo inundado de malicia poseía.

Empujó la caja lejos, que se escuchó golpearse contra la pared más cercana. Sus manos se dirigieron a su cabeza y tomaron varias hebras de su rubio cabello. Gritó hasta que sintió su garganta arder. De sus bonitos y cansados ojos, comenzaron a salir pequeñas gotas de agua; esas que la mayoría de la gente necesita soltar de vez en cuando y que detesta hacerlo. Éstas, se resbalaron por sus mejillas hasta ir a parar a sus piernas, donde fueron absorbidas por el pantalón de jean negro.

Se puso de pie y corrió a su habitación, llevándose por delante pequeñas mesitas con cuadros encima o algún velador. Sintió una punzada de dolor en su mano cuando se sujetó de una de ellas, dedujo que fue un vidrio de uno de los cuadros con lo que se cortó, pero... ¿Realmente importaba ahora?

Continuó su camino. Al llegar, se dirigió a su armario; cuando lo abrió, estiró su brazo por detrás de la ropa que tenía ordenada en pilas y que no lavó desde hace una semana, para sacar una jeringa. De su cajón de medias, rebuscó hasta encontrar el inyectable, es decir la droga.

Cuando estaba preparado para que su cuerpo la recibiera, la primera persona que apareció en su mente, fue él. Kaito. El chico que lo traía loco desde hace tres años y el cual amaba tanto como a esa droga. Len se sentía culpable al inyectarse, pero sabía... O creía saber que lo que hacía casi todas las noches, era lo correcto, para mantener oculto su verdadero yo; temía que su chico lo abandonara por ver el asco de persona que podía ser y mucho más, si se enteraba de que se drogaba.

—Lo siento.— susurró.

La aguja se detuvo justo antes de perforar su piel. ¿En serio había necesidad de hacer esto? Quizás. Pero ¿correr riesgos a que Kaito lo deje por descubrir la personalidad de su novio? No.

La clavó en su antebrazo mientras lentamente el líquido entraba en su interior. Al acabarse, quitó la aguja con brusquedad, lastimándose. Aunque a estas alturas le daba exactamente igual; finalmente arrojó la jeringa contra la pared, la cual se hizo añicos. No iba a poder volver a inyectarse dentro de un tiempo hasta conseguir dinero para comprar otra.

Sus lágrimas volvieron a hacerse presentes, pero a cambio estaba riendo. Riendo de tristeza y alegría a la vez. Sabía que pronto empezaría a hacer efecto, por ende se recostó en el frío suelo, siendo acompañado por las estrellas y la luna, que tranquilamente observaban el dilema de ese chico mientras se abrazaba a sí mismo y reía.

One-Shots de KaiLenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora