15 de septiembre de 1915

122 6 0
                                    

He pensado en seguir escribiendo, pero en forma de cartas. Ésta, por ejemplo va dedicada a mis padres:

"Queridos Padre y Madre:

Tengo miedo, no puedo negarlo. Tal vez Padre me llame cobarde, pero me da igual. Estoy en segunda línea de batalla, junto a otros chicos como yo. Cada día y cada noche escuchamos disparos, gritos y llantos. ¿A quién disparamos? ¿A nuestros enemigos? Yo creo que no. En el fondo, la mayoría somos aún niños, aunque algunos estemos rozando la treintena de edad.          Es realmente triste todo lo que pasa. Anoche atacaron la primera línea, y tuvimos que pasar los de la segunda a relevarlos, ya que había grandes bajas. Devolvimos los disparos a ciegas y lanzamos cañones a diestro y siniestro. El ruido era ensordecedor. 

Padre, Madre, he encontrado un hueco para escribirles sin que corra peligro mi vida. Ahora solo hay calma, y parece que se avecina algo mucho peor. Estoy resguardado en una pequeña base subterránea que cavaron otros soldados, para dormir seguros por la noche. Es un agujero ancho, con una vieja cortina a modo de puerta y un cartel improvisado con madera a punto de pudrirse que pone: "Hogar ¿dulce hogar?". Hay hombres que, como yo, están escribiendo a sus familias, y yo, como ellos, me pregunto: ¿cuando terminará esto y podremos regresar a casa?

Escríbanme, quiero saber cómo les va. Les echo mucho de menos.

Alan".

Diario de un SoldadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora