Capitulo 1

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Pip. Pip. Pip. Era hora de despertar.

Ella estiró su brazo fuera de la cama palpando en la mesita de noche con el propósito de apagar el despertador. ¡Hurra! Lo apagó, pero aun así no despego los ojos. Suspiró. “Otro día más en esta tonta vida” pensó, pero un segundo más tarde se arrepintió de su pensamiento. A él no le hubiese gustado. Sacudió la cabeza para alejarlo de su mente y abrió los ojos lentamente. Dio un brinco incorporándose de la cama. Otro suspiro y se estiró. Camino firmemente hacia el pequeño reproductor de música encima en una repisa y lo prendió. Claro de Luna inundó su pequeño y lujoso departamento. Se metió a bañar mientas mentalmente repasaba las notas de aquella melodía que se repetía una, otra y otra vez mientras el agua tibia recorría su cuerpo sin cansarle. Le traía tantos recuerdos. Ella estaba envuelta de recuerdos.

Ella era recuerdos.

Cuando salió del baño se cambió. Cepilló su cabello castaño que caía en risos hasta su cintura y se perfumó con la loción floral que a él tanto le gustaba. Se dirigió hacia la cocina y busco algo de comer. Un poco de fruta y yogurt con granola fue lo que se le antojo aunque si alguien se lo hubiese servido, lo hubiese, seguramente, rechazado. Usualmente no le gustaba mucho aquel desayuno. Cuando por fin termino, apagó el reproductor dejando Claro de Luna a la mitad.

Tomó las llaves de su auto y salió del departamento. Se colocó sus audífonos y encendió la música mientas se dirigía hacia el elevador que la llevaría al estacionamiento subterráneo. Entró al elevador sin titubeos. Hacia girar las llaves del Jeep en su dedo índice mientras tarareaba la canción e imitaba el ritmo de la misma con el pie. Las puertas del elevador se abrieron dando la vista del sombrío estacionamiento subterráneo tenuemente alumbrado por luces blancas. Caminó hacia su coche se montó en él y salió del edificio.

Se incorporó lentamente a las calles pacíficas de Laguna Beach con rumbo hacia el estudio de grabación. Hoy era un día tranquilo para su agenda, una cita con una banda que no conocía muy bien, pero que según Natalie, su asistente, era muy importante y talentosa. ¡Bah! Si fuse tan talentosa no recurriría a su ayuda, pero no podía negarse, debía matar el tiempo de alguna forma para que los recuerdos y la tristeza no la envolvieran de nuevo, y que mas que hacerlo de la manera que él le enseñó: La música. Oh su bello Thom. Si él estuviera aquí…

Sacudió la cabeza y retomó mentalmente su agenda. Unas cuantas melodías para fondo en una película. Tendría que leer el guión que le habían dejado el viernes para poderse inspirar y las notas fuesen lo que todos esperaban. Genial, eso la ocuparía un buen rato después de la cita con la banda, probablemente hasta las cuatro. ¿Cómo se llamaba aquella banda? ¿Cómo le había repetido Natie una y otra vez? No lo recordaba. Simplemente se encogió de hombros restándole importancia, de todos modos, en cuanto ellos tuvieran su canción no volvería a saber de ellos. Si le iba, bien le darían las gracias. Tontas celebridades jóvenes, apenas tenían un minuto en los escenarios y ya se les subía la fama a la cabeza. Resopló.

“No los volveré a ver. No importa su nombre” pensó. No le gustaban los prejuicios, pero ya tenía meses tratando con jóvenes cantantes “importantes” que la trataban de esa forma,  por más que ella se esforzara en ser amable, que ya no sabía que otra cosa esperar. Si su actitud fuese la de hace algunos años, impaciente, muy testaruda, directa, hace lo que quiera y dice lo que piensa, toda una niña mal, ya hubiese ahorcado a uno que otro. ¿Por qué cambio? ¿Quién la cambio? Sería la pregunta correcta. El amor. El amor la hizo cambiar. Ella no lo creía en el amor hasta que lo conoció, aunque su vida no dio un giro de ciento ochenta grados, cambiaron muchas cosas de las cuales sus padres se sorprendieron y agradecieron a aquel chico de ojos verdes. No se arrepentía del cambio, ahora ese era su estilo de vida y la aparto de meterse en los tantos problemas que antes tenía. Oh su loca adolescencia. ¿La extrañaba? ¡Nah! Lo único que extrañaba eran esas tardes en el salón de la mansión de sus padres frente al piano, mientras miraba a ese guapo chico de apenas dos años mayor que ella acariciar las teclas de marfil, hasta que él la cachaba mirándolo y le dedicaba una de esas tímidas sonrisas que a ella  tanto le gustaban, interrumpía la canción y le robaba un beso.

Sing to me (Cántame, amor I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora