Capitulo 5

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El chico estampo ruidosamente sus labios en la mejilla de Claire y la ayudo a levantarse de la silla. Ella se sentía agradecía que esto finalizara.

-Fue un gusto conocerte, Bruce.- sonrió linda.

Se dirigieron juntos a la entrada del caro restaurant francés. Ella ajusto su abrigo al salir y sentir el frio aire de septiembre escabullirse por su ropa y enfriarle la piel.

-El gusto fue mío, Claire- el moreno le guiño el ojo y ella sonrió. Se dirigió a su jeep con paso firme  y subió con un pequeño esfuerzo. Al estar en el asiento suspiro frustrada y aliviada al mismo tiempo. Recargo la cabeza en el volante. La cena con Bruce Green fue incomoda como las anteriores, el chico se porto bien solo que en momentos hacia comentarios inapropiados y le lanzaba guiños que solo hacían ponerla más incómoda. Por supuesto que no lo llamaría, ni aunque su madre le volviera a suplicar.

Se irguió recuperando la postura y deslizo la llave en el contacto haciendo que el motor cobrara vida en un impresionante rugido.

Elena llevaba haciendo lo mismo desde hace dos años, meses después de la tragedia que llevo a su hija pequeña a una depresión y le provoco una obsesión con el trabajo. Invitaba a chicos a salir con su hija para que ella olvidara lo sucedido, pero para Claire era completamente imposible, recordaba todo como si hubiese sucedido ayer. Recuerda perfectamente esa tarde de junio hace dos años donde despidió a Thomas en el aeropuerto y le pido por última vez que no fuese a aquel viaje de negocios, ella en aquel momento tenía un mal presentimiento, pero Thom era tan terco y no creía que pasaría nada. El apuesto joven paso esa última semana mimando y convenciendo a su novia de que no pasaría nada, a manera de besos y paseos divertidos en el Central Park. Distrayéndola. Después el destino hizo de las suyas arrastrándola a una depresión profunda hasta el punto de dejar de comer y hablar con las personas. Después de eso decidida a superarlo y a librarse de las citas que su madre le conseguía para que siguiera de su vida, huyo de casa, al otro lado del país y empezó a trabajar en lo que le gustaba y amaba, claro con ayuda económica de su padre. Pero su madre no desistía aun a pesar de la distancia, metafóricamente, le enviaba chicos. Usaba la estrategia de “¿Iras a Laguna Beach? Puedo decirle a mi hija que te de un tour por allá. Es muy linda y carismática, disfrutaras de su compañía. La pasaras bien, lo prometo.”, “¿Tienes novia? Deberías conocer a mi pequeña Claire, es un amor”.  Claire sinceramente ya estaba harta, pero no soportaba escuchar a su madre llorar al teléfono diciendo que tiene que seguir adelante.

El cielo era grisáceo y las gotas de lluvia jugaban carreras en los vidrios del jeep.

Entró en el estacionamiento subterráneo de su edificio y aparcó en una de sus plazas. Salió con pesadez estaba agotada. Cuando entro al elevador y apretó el botón que daba a su piso, busco su celular en su boso, le pareció oírlo sonar hace media hora, pero no pensó que fuese importante y si así lo fuese volverían a llamar. Número desconocido. Eso es todo, ninguna emergencia, nada con lo que no pueda dormir, tal vez alguien se confundió.

En cuanto entro en su departamento decidió meterse un rato en el jacuzzi, había sido un día largo y agotador desde que empezó esa canción para Kevin. Una vez más empieza a bloquear recuerdos que la lleven a sus días grises del pasado.

Velas, un buen vino, jabón aromático, burbujas y música. Si era justo lo que necesitaba para relajarse.

La lluvia ya había cedido afuera  y las nubes se empezaban a despejar dejando que la luna iluminara las húmedas calles y tranquilizando la marea.

Puso el equipo de música en modo aleatorio dejándole escuchar su repertorio entero de música. Tomo un poco de su vino italiano favorito, Dolcetto, en el mismo tiempo que las burbujas calientes cubrían su cuerpo de una manera relajantemente embriagadora. De pronto se tenso. Withoutyou de Harry Nilson sonó en el aparato de audio dándole todo lo que ella quería olvidar por una noche. Se dio cuenta de que eso sería imposible. Nada ni nadie podría sacarle de la mente al chico que le hacía correr por toda la mansión de sus padres amenazándola con lavarle la boca con jabón después de haber dicho una grosería y en cuanto el la alcanzaba, la alzaba de la cintura en sus brazos y sus labios limpiaban  todas las malas palabras que la joven había dicho ejerciendo el papel de jabón. “Grosera” murmuraba él con una sonrisa aun pegado a sus labios. Se amaban.

Sing to me (Cántame, amor I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora