Capítulo 4: Time Goes By

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Enzo había escuchado con atención lo que Alejandro le había contado. Le sorprendía bastante la manera en que Alejandro sabía defender lo que quería y lo que le gustaba con solo dieciocho años, pero obviamente no hizo ningún comentario sobre ello. Lo debía haber pasado mal. Le recordaba un poco a él, en parte. No sentirse bien con su aspecto, ser una persona bastante solitaria...Sonaba a él hacía unos años. Claramente, no era la misma situación, pero no podía evitar sentirse identificado. Además, Alejandro le recordaba al único chico que le había gustado, y el cual llevaba una década sin ver.

Volvemos a la adolescencia de Enzo. Como ya ha sido mencionado, fue parte del ejército de su país. En sus días de soldado, tenía un pequeño grupo con el que se juntaba. Era un grupo de niños entre dieciséis y diecisiete años. Enzo era de los más mayores, y dicho niño, el cual se llamaba Alessio, era de los más pequeños. Pero ser pequeño o mayor no era muy importante, pues solo se llevaban meses entre los más mayores y los más jóvenes.

Este chico, Alessio, era todo lo contrario a Enzo. Pero eso era lo que le atraía. En cuanto al físico, era un simple niño más. Bajito, algo rellenito, cabello color azabache, ojos verdes, no mucho más. No era un chico fuerte, ni atlético, ni siquiera era bueno al expresarse. Pero eso a Enzo no le importaba, pues, ¿qué importa el físico o el carácter cuando estar con alguien te hace feliz? Lo que realmente hacía feliz al Enzo de diecisiete años era su sonrisa. La manera en que siempre le ponía optimismo a todo. También, en parte, le gustaba su lado más ligón. El Enzo de diecisiete años aún no había dado un beso a nadie, pero pronto descubriría mucho más de ese campo gracias a Alessio y sus sutiles indirectas.

Alessio le animaba día tras día, y lo hizo hasta que desapareció.

Cada nuevo amanecer era una tortura para el italiano, pues él no estaba hecho para estar allí, y no le gustaba. Pero Alessio tomaba su mano, le sonreía, le daba un suave besito en la mejilla, y le animaba a agarrar el día con todas sus fuerzas. Al principio eran besos en la mejilla, dulces e inocentes. Siguieron con cogidas de mano bajo la mesa de la cafetería mientras cenaban, comían, desayunaban. Y acabaron en noches de pura pasión bajo las sábanas del joven Alessio.

Todos los días eran una imitación del anterior, y un preludio del siguiente. Pero ellos eran muy felices así. Fue la primera y última vez que Enzo se sintió amado, o mínimamente querido. Pero todo cambió cuando fueron a aquella misión. Aquella en que Enzo no solo perdió un brazo, si no también a su mejor amigo. O más bien, amante.

El día amaneció lluvioso. Enzo, entre los brazos de Alessio, desnudo. Era aún pronto, pero se debía de dar prisa en vestirse y volver a su cama, o tendría problemas. Ya estaba acostumbrado, así que solo se vistió, se calzó y se fue tan cuidadosamente como pudo a su cama, recostándose y durmiendo un poco más.

Entonces sonó la alarma.

Despertaron todos sobresaltados. Era la primera vez que la oían, era el primer combate real. Salieron a las trincheras, fusiles en mano, pero poco más puedo contar, porque Enzo solo recordaba coger el fusil y humo, mucho humo, y luego un fondo negro. Y de repente, blanco. Un dolor muy fuerte en su...¿brazo?

Nunca más vio a Alessio, ni supo de él.

- ¡...zo! ¡Enzo!

Volvió en sí. Al parecer, Alejandro le estaba gritando, parecía preocupado. ¿Qué pasaba? ¿Había hecho algo? Se llevó la mano sana a las mejillas, las notaba húmedas. Efectivamente, estaba llorando. Pensar en aquella época no le hacía bien, era algo traumático.

- ¡Enzo respóndeme! ¿¡Estás bien!?

Alejandro parecía asustado, mejor que se diese prisa en contestar, no quería hacérselo pasar mal, ni siquiera sabía cuánto tiempo había estado en trance.

- Lo siento, lo siento, yo...Estaba pensando en algo, no le des mucha importancia, no te preocupes, estoy bien.

Terminó con una sonrisa, limpiándose las lágrimas. Alejandro suspiró pesadamente, no muy convencido con sus palabras. Y como Enzo había sido comprensivo con él y le había apoyado, decidió hacer lo mismo. No era muy dado a muestras de afecto, pero veía que el italiano lo necesitaba, así que se acercó, le abrazó con fuerza y besó su mejilla.

- Si pasa algo, bueno, sabes que puedes contármelo...Y eso.

Pero Enzo no había escuchado nada de lo que Alejandro acababa de decir. Aquel abrazo le había venido de sorpresa, sí, pero no fue lo más importante. Lo más importante fue el beso que le había dado Alejandro. Un beso tan dulce e inocente como los que le daba Alessio al principio de su relación. Por una vez, consiguió controlarse, y sólo respondió al abrazo, dándole un beso de agradecimiento. En la mejilla, claro.

Agitó entonces la cabeza y volvió a esbozar una sonrisita, incorporándose de la silla y mirando a Alejandro.

- Perdón, quizá me he dejado llevar un poco por las cosas que han pasado y eso. Soy de lágrima fácil. Vamos, tengo algo preparado para ti que creo que te va a hacer feliz, además de provocarte bastante bien en el cuerpo.

Llevó al menor al almacén de la clínica, donde había todo tipo de instrumentos, como batas, máscaras, estetoscopios, etc. Se acercó a uno de los cajones, uno donde ponía "Enzo", y sacó de éste una bolsa.

- Un regalo de mi, para ti. Para que puedas empezar a sentirte mejor poco a poco, hasta que yo pueda darte el visto bueno para que empieces con las hormonas.

Alejandro no entendió nada, pues no sabía siquiera que había un tratamiento para cambiar su odioso cuerpo a uno con el que se sintiese mejor, pero ya le preguntaría más tarde, ahora le interesaba más el contenido de la bolsa. La abrió con cuidado para encontrarse con lo que parecía un sujetador pero sin aros ni nada, con el agarre a un lado. En un principio, se cabreó, pensando que Enzo se estaba riendo de él. Pero antes de que hablase, habló el mayor.

- No me comas, fiera. Es un binder, no un sujetador. Gracias a esto, puedes disimular tus pechos mucho mejor, y no afecta tanto a la salud como lo hacen las vendas o las telas que usabas. ¿Qué te parece? ¿Te enseño a ponértelo?

La expresión de Alejandro cambió por completo, y asintió enérgicamente, por lo que ambos fueron de nuevo al despacho de Enzo para que él le enseñase un poco cómo iba la cosa. Ahí empezó entonces la nueva vida de ambos.

Red Thread (FINALIZADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora