Capítulo 6: The Show Must Go On

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ALERTA ANTES DE LEER. R18.

Importante en este capítulo no solo fijarse en lo obvio, si no también en el respeto y la aceptación de ambos personajes en cuanto a las inseguridades del otro y las propias, además de también el máximo respeto a la hora de interactuar con el cuerpo ajeno. En definitiva, el respeto en general que hay que tener en estas ocasiones tan importantes. Disfrutad <3

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Los labios del italiano habían sido tan suaves, tan agradables de besar, que Alejandro no dudó en acercarse una vez más. Y luego de esa vez otra, y otra, hasta que el agarre del mayor no le dejó separarse, convirtiendo los picos en besos profundos, ya apuntando maneras. Sin duda alguna, Enzo sabía besar.

Los picos con los que el menor había empezado le habían parecido insuficientes. Él ya era una persona experimentada, y suponía que Alejandro no, así que quiso hacerlo todo con la mayor calma posible, sin prisas y, por supuesto, sin nada que incomodase al chico. Empezó con lo básico, acariciando los labios ajenos con los propios con dulzura, aunque poco a poco esa dulzura cambió a algo más animado, más brusco.

A esos besos le siguieron leves roces de ambas lenguas, entrelazadas, una acariciando la otra y, justo después, Alejandro sintió los dientes de Enzo sobre su labio inferior, estirándolo, jugando con él. Abrió los ojos, notaba sus mejillas arder, pero por nada del mundo se separaría en este preciso instante. Pudo observar a Enzo tranquilo, en calma, con los ojos cerrados, centrándose en él y en sus labios, y solo cerró los ojos de nuevo cuando empezó a notar la mandíbula del chico chocar contra la suya, en besos bastante alejados de los picos con los que habían empezado.

Lo que le hizo estremecerse fue lo que vino a continuación. Enzo había decidido seguir un poco más allá, y su mano se precipitaba peligrosamente por su cuerpo. Enzo abrió los ojos, mirando al chico con fijación, como pidiendo permiso para cada paso que daba. Alejandro se lo concedía acercándose aún más a su cuerpo, sin apartarle la mirada, dejándose acariciar y besar, pero, sobre todo, dejándose querer.

La mano de Enzo, fría como era el metal, se hizo paso por debajo de la ropa del menor. Sentir aquello en su cuerpo, justo ahora que empezaba a sentirse extremadamente excitado por los besos, fue mortal. Le arrancó un jadeo el contraste entre calor y frío que estaba sintiendo, pero fue sin duda, lo más agradable que había sentido en sus dieciocho años de vida. Para no volver a dejar escapar tal sonido, volvió a sus labios, llevando esta vez él el ritmo.

Enzo continuó las caricias, evitando a toda costa los pechos de Alejandro porque, sobre todo, aquello que estaban haciendo, o que iban a hacer, se basaba en el respeto mútuo y en el conocimiento y curiosidad de ambas personas en el cuerpo ajeno y el suyo propio. Quiso avanzar incluso más y coló, al fin, la mano en los boxes que ahora llevaba el joven. Aquello hizo que se separase de su cuerpo y dejase escapar un profundo jadeo, con la cabeza pegada a su pecho.

Con la mano libre, acarició su cabeza, mientras que la de metal se deslizaba por las partes más íntimas del español, haciéndole estremecerse a cada movimiento. Ya se había acostumbrado a la frialdad del brazo del mayor, pero sin duda aquellas caricias eran mejor que cualquier cosa que hubiese sentido nunca. Eso mismo le había parecido hace un momento de los roces, pero aquello solo estaba mejorando a cada movimiento.

Luego, antes de que se pudiese dar cuenta, tenía a Enzo sobre su cuerpo. Dejó de sentir las caricias, pues ahora ambas manos del chico estaban a los lados de su propia cabeza. Volvió a sentir sus labios, aunque fue por instantes muy breves. Abrió los ojos, extrañado de que Enzo se hubiese separado, y vio entonces cómo se estaba deshaciendo de la ropa. Ver el torso de Enzo al desnudo le hizo sonreír. Porque aquí no era él el único que tenía unas barreras que superar. Enzo le estaba mostrando su cuerpo, su brazo, todo. Y él quería corresponderle en la medida que le fuese posible. Mientras él terminaba con su ropa, Alejandro tomó la decisión de quitarse los pantalones, siguiendo con los boxes. Nada más, con eso era suficiente.

Enzo estaba ahora completamente desnudo, arrodillado ante él, y sonrió al verle así, aceptando sin pensárselo dos veces la decisión que acababa de tomar Alejandro. Ambos estaban tomando sus propias decisiones, abriéndose al otro, buscando sentirse lo más cómodos posible. Alejandro entonces se incorporó, depositando un suave besito en los labios del mayor, subiendo las escaleras hacia su cuarto.

Bajó en breve con un preservativo, el cual le ofreció. Enzo lo abrió y se lo colocó con total precaución, cuidando que no se rompiese, cuando estuvo lo bastante preparado. Abrazó a Alejandro y lo tumbó de nuevo, en la misma posición que antes. Fue entonces cuando volvió a devorar sus labios, apoyando la cabeza de Alejandro en su brazo metálico, acariciando con el sobrante la parte más íntima del chico, jugando con cada rincón, preparándolo con el máximo cuidado posible.

Cuando sintió que era suficiente, y no sin antes haber pedido permiso a Alejandro, fue cuando unió ambos cuerpos con el máximo mimo que le fue posible. Sus caderas empezaron a moverse solas, en un suave vaivén. A medida que el cuerpo de Alejandro se acostumbraba, esta suavidad se convirtió en algo más intenso, más rápido, pero siempre controlado por Enzo, que no se dejaba llevar por la calentura.

Era la primera vez que Alejandro sentía algo así. No era desagradable, no le hizo daño, pero sí fue algo molesto. Pero rápidamente se olvidó de esto para disfrutar de cada movimiento de Enzo. A cada cual mejor. Pero lo que era más importante, sentir los besos del mayor, uno tras otro, era algo que le gustaba más que sentir aquellas embestidas. Pero ambas cosas juntas simplemente le hizo sentir en el cielo.

Enzo hizo lo que pudo para hacer sentir cómodo a Alejandro. Se controló a cada instante, acariciando su cuerpo mientras sus caderas prácticamente actuaban solas, besándole, en general, haciéndole sentir querido. Y sintiéndose querido él mismo. No le importaba el tiempo, solo se centraba en Alejandro. Sintió que todo había acabado cuando su cuerpo decidió estallar dentro del pequeño sobrecito de látex, pero no fue él el único que llegó al éxtasis en ese momento. Alejandro lo demostró de forma distinta, pues se separó de sus labios y dejó escapar el gemido más intenso de toda la velada, pero Enzo enseguida supo que él también había acabado.

Una vez se aseguró de haber satisfecho al español, separó ambos cuerpos y llenó de besos el cuello del chico, con una amplia sonrisa. Alejandro dejó escapar una carcajada, y abrazó a Enzo para mantenerlo a su lado.

No quería que se separase de él nunca más.

Red Thread (FINALIZADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora