-No sé cómo puedes ver eso.-dijo Alberto poniendo la mesa.
-¡Oye, está guay! Un poco de telebasura, no hace daño a nadie.-comentó Claudia mientras echaba sobre nuestros platos la salsa de curry que había preparado.
-Habría que verte a ti en la casa de gran hermano. No aguantas ni una semana.-dije abriendo la puerta de la nevera para coger la botella de agua.
-Como si vosotros fuerais a aguantar mucho más, con lo inquietos que sois. Y si no, ya os echaba la audiencia, que no hay quien os aguante.-dijo con una sonrisa en la boca.
-A ver si mañana te vamos a despertar con un cubo de agua, mala persona.-dijo Alberto mirándola con una ceja enarcada.
En ese momento sonó la cerradura de casa. Parece que el cuatro integrante del piso iba a entrar por la puerta. Y venía acompañado, por supuesto. Últimamente, no dejaba a nuestro malagueño ni a sol ni sombra, pero tampoco podíamos decir mucho. Al fin y al cabo, no era nuestra relación.
-¿No me habéis esperado para cenar?-preguntó Rodri, mirando con buenos ojos la comida.
-¿Y qué esperabas? Son más de las 22:00, tío. Ni siquiera has avisado de que te ibas por ahí.-dijo Alberto llevándose la primera alita a la boca.
-Menos mal que te he convencido para llevarte al restaurante nuevo que han abierto en Goya, amor. Es de cocina vanguardista, chicos, deberíais probarlo.-dijo Silvia con una sonrisa. La historia entre la novia de nuestro colega y el resto de los sevillanos es de falsedad total. Si por nosotros fuera, ni siquiera estaría pisando nuestro piso, pero teníamos que respetarla por Rodri, al igual que ella tenía que aguantarnos por ser sus amigos. He de decir en nuestra defensa, que no lo empezamos nosotros. Claudia y yo siempre hemos sido unas chicas que nos llevamos muy bien con los chicos. Silvia no interpretó muy bien todo esto acusando a Claudia de tener envidia de ella, diciendo que quería salir con Rodri pero no era lo suficientemente guapa para poder conquistarlo. La cosa acabó con una Claudia cabreadísima tirándole encima a Silvia su jarra de cerveza. No fue de las mejores noches que he vivido en Madrid, desde luego.
-Por las miraditas que le echa a la comida, no creo que le haya gustado mucho.-contestó Claudia pretendiendo sonar inocente.
-Bueno Silvia, ¿qué tal ha ido tu día?-dije intentando relajar tensiones.
-Uf, cansadísimo. Esto de cuidar críos es una lata.-dijo teatralmente.
-No sabía que hacías de niñera.-contestó Alberto mirándola con el ceño fruncido.
-Para nada, Albertito. Hoy he tenido que cuidar de mi hermana y mi prima mientras mis padres y mis tíos se iban a ver la nueva exposición del Prado. Menos mal que has venido a rescatarme, cariño.-dijo pasando su mano por encima del pecho de Rodri mientras le daba un beso en los labios.
Si no hubiera estado tan distraída, habría notado cómo Claudia había puesto los ojos en blanco ante la escenita que protagonizaba la pareja. Niñera. Cuidar niños. ¿Cómo no se me había ocurrido antes?
-Exacto.-dije en voz alta sin venir muy bien a cuento en la conversación.- Voy a ponerme ya a buscar. Nos vemos mañana, sevillanos. Ah, y adiós Silvia. Por cierto, echa la camisa a la lavadora, tienes una mancha.
-No tiene que ser tan difícil, hay miles de críos por todo Madrid.- Pensé mientras miraba la pantalla del portátil, buscando alguna oferta donde me pagaran lo suficiente para vivir y que se ajustara al horario de mi carrera. Iba a ser difícil compaginarlo todo. Negocios internacionales me ocupaba bastante tiempo. Todavía me acuerdo del momento en el que tuve que decidir qué iba a hacer con mi futuro. Todo el mundo deseaba que estudiase medicina, aludiendo a las buenas notas que sacaba en el instituto. Sin embargo, acabé haciendo lo que más me gustaba: aprender economía mientras estudiaba idiomas. Ahora, con la mitad de la carrera hecha, puedo decir que no me arrepiento de nada. Hay que estudiar lo que a uno le gusta. Eso sí, ahora tendría que ir a clases por las mañanas y cuidar a niños por las tardes. Me cansaba el solo pensarlo, pero no había muchas más opciones para mí.
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Dos mundos que colisionan IMarco AsensioI
Novela JuvenilMiriam estaba en problemas. Sin un euro, necesitaba desesperádamente un trabajo para poder sobrevivir por Madrid y no tener que dejar a sus amigos; volviendo a una casa dónde las cosas estaban fuera de control en una familia rota. Tras muchas idas...