-Anoche todo salió bastante bien.-dije apoyada en el marco de la puerta del salón. Mis tres compañeros acababan de levantarse y se movían como zombis por la casa, resultado de la salida nocturna.
-¿Te importaría hablar más bajo? La vida no me sonríe hoy.-dijo Alberto.
-Ya veo, ya. Y luego me preguntáis por qué no me gusta beber... Voy a traeros ibuprofeno, anda. Iba a deciros que no os movierais, aunque creo que no lo haríais ni aunque quisierais.-dije sonriendo con suficiencia ante el panorama. Esta mañana tras haberme puesto el despertador me había levantado a servirme un café con leche y unas tostadas para empezar el día y ponerme a estudiar para el examen de macroeconomía. Mientras estaba en plena tarea, escuché cómo mis amigos entraban en procesión por la puerta. Seguramente cuando llegara la tarde y estuvieran más descansados tendrían mucho que contar. No sé cómo nos las ingeniábamos, pero siempre que salíamos nos pasaban mil cosas. Nunca faltaban anécdotas que contar.
Estaba sacando las pastillas del cajón cuando me llegó un mensaje: 'He estado llamándote toda la mañana. ¿Dónde estás?' Era mi padre. 'Perdona, estaba estudiando y he puesto en silencio el móvil y lo he guardado en el cajón para que no me distrajera. ¿Pasa algo?'
'Vale, no te preocupes. Hablamos cuando puedas.'
Fruncí el ceño. Mi padre es la típica persona a la que no le importa interrumpirte en lo que sea que estés haciendo para preguntarte cualquier tontería desde cómo funcionaba la lavadora hasta cuándo era el día que había programado el dentista, que no se acordaba y que le era más cómodo llamarme que buscar dónde lo había apuntado. Si lo estaba posponiendo, dejándome estudiar, es que algo grave pasaba.
-De nada.-dije dándoles la caja del ibuprofeno a mis compañeros.- ¿Alguno tiene hambre o mejor ni pregunto? Son las 3 de la tarde ya, dormilones.
-Una resaca no es excusa suficiente para dejar de comer.
-Rodri, tío, ¿cómo puedes tener ganas de comer si ayer te bebiste hasta el agua de los floreros?- dijo Alberto, con la cara apoyada en la mano.
-Eso es vosotros, que sois unos blandos.-respondió este yendo al frigorífico.
-Espero que al menos no te tomes otra cerveza. Consumo responsable, colega.-dijo Claudia. Yo, mientras, iba poniendo la mesa.
-No te vas a creer lo que pasó anoche, Miriam.- dijo Rodri entrando por la puerta con la ensalada que preparé esta mañana y el salmón que cocinó ayer Alberto para todos.
-Sorpréndeme.-dije mirándolo con una sonrisa. Seguramente Rodri sería el protagonista de la historia, y es que el chico tiene encanto, la verdad. Es alto, con la piel olivácea, pelo castaño y ojos grises, cosa que llama la atención de todo el mundo, puesto que además los tiene muy abiertos y llenos de vida. Si ya de por sí triunfaba por su aspecto, el acento andaluz que tiene termina de encandilar. Rodri vino hace dos años a Madrid desde Málaga, y es el último que se incorporó a nuestro piso, aunque enseguida descubrimos que es de los nuestros. Es muy inteligente y sacó muy buena nota, así que empezó medicina, la carrera de sus amores. Sin embargo, sorprendió a sus padres diciéndoles que no quería estudiar en Málaga y que necesitaba cambiar de aires y vivir la experiencia de independizarse de casa, así que se mudó aquí, y aunque echa de menos su tierra y lleva la palabra 'Andalucía' siempre en la boca, no se arrepiente de su decisión.
-Uno de los camareros intentó ligar con Claudia. Se puso tan pesado que tuve que fingir que era su novio.-dijo medio riéndose.
-De lo mejor que te ha pasado últimamente, pero no te vayas acostumbrando.- dijo Claudia en tono de broma.
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Dos mundos que colisionan IMarco AsensioI
Ficção AdolescenteMiriam estaba en problemas. Sin un euro, necesitaba desesperádamente un trabajo para poder sobrevivir por Madrid y no tener que dejar a sus amigos; volviendo a una casa dónde las cosas estaban fuera de control en una familia rota. Tras muchas idas...