1

90 13 4
                                    

—¡Déjame en paz! —le gritó a la penumbra de las lluviosas calles de Manhattan.

Aquella noche de Halloween, Jonah vagaba sin rumbo fijo, mientras las personas pululaban en dirección contraria a la de él. Muchos lo ignoraban y continuaban su camino, como suele hacerse en las grandes ciudades, pero los pocos que lograban verlo se apartaban ferozmente, como si de su interior emanara una especie de repelente para humanos. Jonah, por su parte, se iba arrancando la piel del rostro con las pocas uñas que le quedaban. Mientras avanzaba, gemía, y se lamentaba como si quisiera que lo escuchase toda la nación.

Empezó a correr directo hacia la carretera 13, por la que venía transitando un vehículo que se había quedado sin frenos de un momento a otro. Fue tal el impacto que recibió al chocar, que salió despedido hacia la ventana de un negocio que estaba ubicado a seis metros de distancia.

Cuando la policía recogió el cadáver, este tenía el rostro desfigurado por la cantidad de vidrios que se le habían enterrado y por lo menos se había roto la mitad de sus vértebras.

Noche de HalloweenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora