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El cadáver del oficial Daniel Schendler fue recogido por la ambulancia ante la expresión de desconcierto del Sheriff, luego de que lo encontrasen colgado de la rama de un árbol con un cigarrillo en la boca.

Bradley aún no asimilaba la noticia. Varias personas habían visto a Daniel salir de la estación hacia la zona comercial. Luego, de un momento a otro, salió huyendo mientras gritaba y decía cosas incompresibles, hasta que llegó a un sitio donde nadie lo viese. Muchos comentaron que llevaba un saco negro decorado con estampados de calabaza a la espalda, pero salvo la gruesa soga y sus pertenencias, no encontraron nada que lo afirmase.

Los oficiales volvieron a la estación y el Sheriff llegó a su oficina, donde Daniel había estado ojeando el expediente de la muerte de una pequeña niña en el estado de Ohio. Ahora se sumaba una muerte más al medio centenar de suicidios y accidentes trágicos de aquel fatídico 31 de Octubre.

Bradley casi se dio por vencido cuando, como por un impulso, se le ocurrió revisar el celular de Schendler para ver si había llamado a alguien. No era lo que esperaba, pero encontró una foto del saco que tanto mencionaban los testigos. Al registrar bien la foto pudo descubrir un pequeño grabado en ella:

"Annalise Dawson.
4525 North Oracle Rd.
Tucson, AZ , United States".

Una de las ventajas de vivir en el siglo XXI era que buscar información se convertía en algo mucho más sencillo que antaño. Un par de minutos y google ya había arrojado toda la información: Annalise Dawson era una mujer esquizofrénica que se había suicidado hace medio siglo después de ganarse la lotería. El caso había despertado la curiosidad de muchos, pero ahora había pasado al olvido. Los expedientes oficiales no brindaban mucha más información que la registrada en la web, por lo cual ahora estaban peor que antes, pues el único indicio que tenían se trataba de una mujer muerta.

La noche cayó y pese a todas las advertencias los niños empezaron a circular por las calles con sus disfraces. Los oficiales se retiraron para darle paso a los que tenían el otro turno, incluido Bradley, quien quería descansar un poco y buscar las respuestas desde su hogar. Una vez allí, Jonah le pidió permiso para ir a una fiesta en Manhattan, a lo cual él accedió.

—No demores hijo —le dijo al despedirse y el muchacho sonrió. Nunca más volvería a ver esa sonrisa.

Noche de HalloweenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora