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El Sheriff Huston nunca se había despertado tantas veces en un mismo día. Sin embargo, esta vez fue distinto, pues lo recibió un paisaje completamente nuevo y extrañamente adorable. Bajo un cielo morado se veían extensiones de prados con hermosas flores y luces de Diciembre. Se quedó un rato contemplando la zona y admirando su belleza para relajarse. Quizá fue intencionalmente, quizá no.

Trataba de comprender lo último que le había dicho aquella cínica mujer: "Recuerda lo que dije sobre tu hijo". Pero aún no lograba saber a qué se refería.

Un fuerte golpe en la mejilla derecha lo hizo volver a la realidad de su fantasía y lo dejó tumbado sobre el césped de ensueño.

—Hola Sheriff —Se escuchó la voz de un anciano—. No esperaba que viniese.

Bradley se puso de pié y preguntó:

—¿Quién habla?

Pero un segundo golpe, esta vez en la mejilla izquierda, hizo que cayera nuevamente al suelo. Lo extraño era que no se vislumbraba alguna otra presencia en ese lugar. Sólo estaba él y aquella voz fantasmal que navegaba en el aire.

—Soy yo, Bradley. Podrías decir que soy un asesino, o un héroe, según como lo veas —exclamó la voz con ímpetu—. Y ya sé que te lo imaginas, pero me regocija decirte que fui yo quien se llevó a tu hijo y a todas las demás personas sobre las cuales indagaban hoy en la comisaría.

Una oleada de frío recorrió el cuerpo de Bradley ante lo que había oído. No trató de volver a ponerse en pie, pues sabía que era inútil.

—¿Por qué? —Fue lo único que pudo decir.

De repente sintió que alguien le pateaba el estómago y se quedó tendido con el poco aire que le quedaba.

—Te voy a contar una historia, Brad. Algo que quizás esa mujer no te relató. Resulta que, hace muchos años, Annalise Dawson salió de su casa con un pequeño saco de dulces y empezó a robar libremente por las calles guardándose todo lo que no le pertenecía. Entre esas cosas le robó un billete de lotería a un pobre hombre, además de joyas, efectivo y todo aquello que implica avaricia y lujuria...

—¿Y esto qué tiene que ver conmigo? —le interrumpió el Sheriff, pero una fuerte patada en los testículos le hizo callar de inmediato.

—No me interrumpas, imbécil... ¿En qué estaba? Bueno, lo importante es que llegó la mañana del 31 de Octubre, que fue cuando anunciaron el billete ganador. Y, ¡sorpresa! Resultó ser el que esa jovencita había robado. Entonces, Annalise empezó a sentir culpa. Sí. Empezó a sentir ira y un montón de cosas más, hasta que finalmente se suicidó porque no soportaba la carga de su pecado. Los médicos decían que era esquizofrénica, pero la voz que ella escuchaba en realidad era la mía. Yo hice que se suicidara, porque sin ella el mundo estaría mejor. Y así he hecho por varios años, escondido en las sombras. Pero ahora se me ocurrió, por qué no, conmemorar 50 años de mi primer gran triunfo.

—Gran ocurrencia —soltó con ironía. Entonces recordó lo que la mujer le dijo con insistencia: "Si tu hijo cayó fue por sus propias ambiciones".

—Así es. Entonces decidí dejar una gran fortuna en diferentes partes del país y, por ende, aquellos hipócritas rateros que decidieran quedarse con el dinero antes de entregarlo, correrían la misma suerte de Annalise Dawson. Porque, definitivamente, el mundo estaría mejor sin ellos.

Fue ahí cuando Bradley comprendió todo: el verdadero homicida no había sido humano y, mucho menos, inhumano. Las personas habían muerto víctimas de su propio egoísmo, de ese ser que habita en cada uno de los hombres y que los incita a actuar de modo infame.

Y luego, otra patada. Esta vez en el pecho.

—¡Déjate ver, cobarde! —musitó el oficial.

—Vamos Bradley, no me digas que no lo comprendiste...

Pero el hombre ya no respondía. Se quedó recostado en el campo purpúreo, sabiendo que ese era el final. Annalise no era sino una marioneta de ese ser, quien lo había conducido a "El otro lado", un mundo donde el cinismo reinaba, donde cometer actos malévolos era la forma de erradicar la maldad, donde no había motivo por el cual seguir luchando si la única forma de alcanzar la gloria era aprovechándose del libre albedrío y el resquicio de culpa que impregnaba el alma de una nación desahuciada.

Por ello, Bradley cerró los ojos para perecer feliz, pues supo que ningún infierno le haría justicia al destino al cual la humanidad misma se había condenado.

—Vamos a hacer esto más interesante —susurró la voz fantasmal, trayendo a Bradley de vuelta a aquella realidad alterna sin saber lo que le aguardaba.

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⏰ Última actualización: Jun 11, 2018 ⏰

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