IV. Nuestro Pasado

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Lejano pasaje de vida, que incorpora destrezas, sentimientos y torpezas; constantes cadenas que nos atan y atormenta, glorioso campo de alegrías que a decepciones deforman.

Situado en un abismo de duda y temor, el orfanato de Nikko abatía contra el abandono en zonas cercanas, malditas de catástrofes e indudables injusticias.

 — Cielos, no podemos  continuar con esto.

Resignado suspiró el hombre.

  — Vamos, vamos, no hace mucho que este sitio abrió sus puertas. Es muy pronto para rendirse.

Contestó animosa la joven Fundadora del orfanato.

—  Este sitio no se sostendrá por más tiempo Nana, cada día llega un niño  nuevo.

Abatido se paró del sillón de piel vieja, dirigiendo su atención a la ventana derecha del escritorio de dirección.

— No contamos con suficientes recursos, las donaciones son escasas, recibidas entre pobres viajeros que encuentran este lugar.  

— Pero Tori, si el orfanato cierra sus puertas estos niños correrán peligro, aún dentro de este sitio lo están. No puedo darme el lujo de cerrar.

Contestó preocupada azotando ambas manos sobre el escritorio, la joven de tez clara y cabellera oscurecida.

El orfanato Nikko ubicado en la Prefectura de Togochi, Kanto. Fundada hace no menos de 8 meses con la dirección de Shimura Nana, una joven nacida en la capital de la ciudad, Utsunomiya. 

Sufría por la escasez de recursos y espacios dentro del creciente resguardo infantil; la cuidad Togochi era caracterizada por el insospechado número de abandono infantil, creciente por la manera de gobierno descuidada e imprudente. El lugar permanecía en insistentes riñas contra la infamia forma en la que actuaba el líder de la región, sin consideraciones hacia la gente de escasos recursos, ciego ante maltratos a las mujeres de la clase baja y déspota a mira de tratos y adquisiciones pecuniarias.

Nana lo sabía muy bien, experimentó a sus 15 años la cruel injusticia que sufrieron sus padres por culpa de una guardia que excedía su poder sobre la clase baja, campesinos y sirvientes del alto puesto. Testigo de abusos y tropelías, miembro de altercados y disputas, tras esfuerzos reconocidos logró adquirir una gran estructura herencia de su ilustre rango familiar, que pasó a sus manos a los 18 años de edad.

A la edad de 20 años, Nana abrió sus puertas de la gran edificación para recibir a un sin fin de niños dentro y fuera de la región. Todos los motivos conocidos por ella.

Abandono en canasta frente a la entrada, clásico.

Aborrecimiento de la madre por un hijo a causa de un abuso, despreciable.

Negación de un hijo a la madre, fruto de una relación rico a pobre, decepcionante.

Maltrato hacia el infante, cobarde.

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