Esa misma semana Alex se sentaba delante de mí, no me pegaba, hablábamos y creo que por fin había vuelto todo a la normalidad. El problema era Bianca. La guarra de Bianca… Alex y Bianca cortaron la misma noche en que el vino a la portería de casa y se disculpó por todo lo sucedido. Eso hizo que esta “contratara” a un nuevo matón para pegarme, pero esta vez no estaba sola, estaba junto a mis dos amigos, los cuales me defendían siempre. Me sentía mal verlos caer en el suelo. Sí, Erik, el nuevo matón, era más fuerte que cualquiera de los dos…
Alex cayó de cara en el césped húmedo. Después se giró boca arriba y me miró.
- Que tranquilidad, ¿No crees?
- Anda, levántate, como te vea el señor Murdog en su césped va a salir con la escoba. A parte, está oscureciendo…
- El señor Murdog está en casa de su hija.
- Deberíamos ir a casa…
- Anda, cinco minutos. Ven, siéntate.
Yo me eche en el suelo mirando el cielo. Era hermoso, realmente hermoso. Luego me giré hacia Alex. Ya no tenía ese horrible pendiente, ni la ropa de “niño pijo” que solía llevar, la cual había sido substituida por una camiseta de un grupo de música antiguo y unos jeans negros rasgados parecidos a los míos, y el pelo le estaba creciendo, haciendo que volviera a tener ese flequillo negro a un lado. Estaba volviendo a ser el mismo. Era él otra vez, tanto interiormente como exteriormente.
Luego me quedé mirando sus ojos verdes hasta que mi móvil empezó a sonar, cosa que hizo que me sobresaltara.
- ¿Sí?
- Hola pequeña.
- Hola papá.
- ¿Dónde estás?
- De vuelta a casa. ¿Por qué me lo preguntas?
- Tardabas mucho y me he asustado.
- Lo siento. Tranquilo, estoy bien. Estoy de vuelta con Alex.
- Que conste que todavía no le he dado el visto bueno a ese chico.
- ¡Papá!
- Vale, vale, no te enfades,… ¿Tienes las llaves?
- Si, ¿Por qué?
- ¿No recuerdas que mamá y yo no estaríamos durante el fin de semana?
- ¡Se me había olvidado!
- Ayy, esa cabeza… Nos tenemos que irnos ahora. Dice mamá que tienes la comida de todo el fin de semana en la nevera.
- Vale.
- Adiós cariño. –Escuche a mamá decir en el fondo.
- Adiós, pasarlo bien.
Cuando colgué Alex me miró con sus ojos claros y me pregunto:
- ¿Qué ha pasado?
- Mis padres se van de viaje…
- Guau… ¡Mola!
- Es hora de irnos. – Dije levantándome.
- No quiero ir a casa.