Los detalles del amor

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[Aang]

Termino de desempacar luego de un rato, aunque pensó, no era necesario que lo hiciera.

Estaban en una de las colonias de la Nación del Fuego, ayudando, como le había prometido al Rey Tierra Kuei, a regresar a los ciudadanos al lugar al cual les correspondía.

Era lo único que el Equipo Avatar había hecho desde que la guerra terminó, solo hace siete meses atrás. Se movían de un lugar a otro, moviendo personas y haciendo viajes interminables.

Aquella era la quinta colonia que desalojaban, cosa que les había llevado alrededor de un mes.

Les habían prestado una casa para alojarse, aunque Aang sabía que no estarían ahí por mucho tiempo de todas formas.

Sokka había decidido ir a buscar algo de comida para los tres, mientras Aang desempacaba las cosas de Appa y Katara ordenaba un poco el interior.

Para cuando el Maestro Aire termino de bajar el último bolso de dormir, estaba realmente cansado, así que decidió ir a sentarse en uno de los sillones para descansar.

Sin embargo, cuando llegó a la pequeña sala, se quedó sorprendido.

En uno de los sillones más largos, Katara se encontraba recostada, usando una manta azul para cubrir su cuerpo. Había estado tan agotada que ni siquiera se tomó la molestia de quitarse las zapatillas antes de echarse a dormir.

Aang contempló a la muchacha un momento.

La Maestra Agua siempre le había parecido muy atractiva, pero ahora creía que cada día se ponía más hermosa que antes. Era tal vez porque la preocupación de la guerra al fin se había esfumado de su rostro, haciéndola parecer más juvenil o quizás era solo por qué ahora la muchacha era su novia.

Aún la parecía que era un sueño que la morena correspondiera ese amor tan grande que durante casi un año entero, el joven Avatar se había guardado para él mismo.

Antes de que la guerra terminara, Aang había sufrido pensando que Katara no sentía lo mismo que él y eso había partido su joven corazón, sin embargo, los conflictos entre naciones terminaron también con los conflictos dentro de la Maestra Agua.

Aún recordaba esa tarde en el balcón de la tienda de té de Iroh. El viejo Maestro Fuero se retiraría del medio político y pasaría el resto de sus años en paz, haciendo lo que más amaba. Antes de reabrir el negocio, Iroh los invito a tomar una taza de té antes de que se anunciará el Movimiento de Restauracion de la Armonía.

Mientras todos disfrutaban de la bebida caliente, el Maestro Aire se había alejado de sus amigos, en busca de la visión que la enorme ciudad amurallada proyectaba. Era una tranquila tarde y el cielo estaba pintado por los colores más hermosos que hubiera visto en su vida. Las casas estaban bañadas por la cálida luz del atardecer, el aire estaba lleno de risas y la tranquilidad se podía respirar con facilidad.

Era todo por lo cual había luchado, era esa escena la que le hacía saber que había cumplido con su deber, sin embargo, toda esa belleza fue opacado por la presencia de Katara.

La sureña resplandecía tan radiante como un sol naciente. Llevaba una larga y elegante túnica verde, con amplias mangas y bordados en las faldas y corpiño. Llevaba el cabello suelto en una cascada de rizos castaños, sujetándolo apenas con una flor abierta en la parte posterior.

Cuando se detuvo a su lado, ella no dijo nada, no hubo necesidad de decir nada en realidad. Sus ojos azules como el invierno puro lo decían todo ¡y aquella sonrisa! Aang nunca la había visto sonreír de esa manera.

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