Pies pequeños

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[Bumi]

El pequeño de cinco años pudo haber dormido tranquilamente toda la noche, de no ser por un insignificante problema.

Entre sueños, él comenzó a sentir un leve movimiento en el hombro, que aunque era suave, no era menos molesto.

Después de luchar en silencio por ignorarlo, este no desapareció, así que los ojos azul ceniza del pequeño se abrieron con pereza.

Apretando la nariz, Bumi se incorporó en la cama mientras se tallaba un ojo con su puñito para espantar el sueño.

Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, vio a una silueta sentada junto a su cama.

Se trataba de su padre, el Avatar Aang. Él estaba sentado a su lado, con su ropa de dormir y una mirada serena en los ojos grises, muy común en él.

—¿Papá?—dudo el niño, sin comprender por que era despertado a esa hora—. ¿Ya tengo que ir a la escuela?

—No, Bumi, aun no es hora—le prometió el Maestro Aire, con una voz amena.

Los labios del infante se torcieron un poco.

—¿Entonces que?—quizo saber, algo molesto por ser despertado.

—Mamá se sintió un poco mal—Aang pasó su mano tatuada por el cabello alborotado de su hijo para peinarlo, aunque no funcionó—, así que quería verte para sentirse mejor.

¿Su mamá se había sentido mal? Bumi no quería escuchar eso. No le gustaba que su mamá se sintiera mal.

—¿Fue por algo que hice?—Bumi siempre la estaba haciendo enojar por su travesuras.

Incluso una vez su tío había dicho que si se seguía portando así, sus padres terminarían regalándolo a alguna familia del Reino Tierra.

—No, no hiciste nada malo—está vez su padre sonrío al decirlo, pero era una sonrisa muy extraña, algo nerviosa.

—¿Puedo ir a verla en la mañana entonces? Quiero dormir—protestó nuevamente el pequeño No Maestro.

Está vez, su padre se rió por sus palabras.

—No, cariño—le confesó el monje, a modo de disculpa—. Tu mamá quiere verte ahora.

No había escapatoria. No podía volver a dormir.

Bumi termino de apartar las mantas y estiro los brazos hacia su papá, quien sin dudarlo lo saco de la cama y lo tomo en brazos.

Dejaron la habitación atrás y su padre lo llevo por el largo pasillo que conducía a su propia recámara.

Bumi se preguntó porque su mamá se había sentido mal, aunque últimamente se sentía mal muchas veces.

Quizás era porque ahora estaba tan gorda. Ella nunca se había sentido mal cuando estaba delgada.

Mientras andaban hacia la habitación, Bumi alcanzó a ver el exterior del templo un segundo.

Tras la ventana le pareció ver un cielo lleno de estrellas y una luna muy grande y blanca en medio de todo.

Recordaba que su madre le había dicho una vez que eso era una luna llena y que era buena para los Maestros Agua porque los hacia fuertes.

Bumi le había preguntado que lo hacia fuerte a él, ya que era un No Maestro.

Su madre le había sonreído dulcemente, mientras ponía su mano sobre el pecho del pequeño.

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