Prólogo

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Madrid estaba helando mis huesos ese día. ¡Dios como odio el invierno! Mis manos se estaban congelando debajo de mis guantes, y no sentía los dedos de mis pies. No sé cómo le podía gustar esto a la estúpida de mi mejor amiga, la genio que sugirió una caminata por la cuidad con este frio del infierno y que ahora daba pequeños brincos a mi lado. Volví mi cara hacia ella y parecía disfrutar del clima, pero yo ya no soportaba mis extremidades entumecidas.
- Sara, ¿podemos entrar ya? Hace mucho frío aquí afuera. – le dije.
- No seas niña Adrián, solo un rato más. El día esta tan hermoso, solo siente la brisa, dijo Sara cerrando sus ojos e inspirando suavemente el aire helado para luego soltarlo a través de su boca.
- Creo que nevará y nos va a dar pulmonía, ¡no seas testaruda!
- Está bien, vamos por un café.
No podía creer que la había convencido de ir, nunca antes había pasado, normalmente aquella mujer era la más testaruda del universo.
Una cuadra después divisamos nuestra cafetería favorita, y la invité a pasar para beber algo caliente.
- Deme un café sin azúcar y una malteada de frambuesa. – dijo Sara sonriéndole con cortesía a la dependienta.
- ¿Acaso estás loca? ¿Vas a tomar una malteada helada con este frío? – interrumpí antes de que la dependienta le hiciera caso a aquella desquiciada.
- Déjame tomar lo que se me dé la gana. – refunfuñó ella.
- Bajo ninguna circunstancia, loca. Dele un té verde con miel a la loca. – le pedí a la dependienta, que con actitud incómoda accedió sonriendo cortésmente.
- Enseguida. – contestó ella tras el mostrador.
Sara hizo un par de gestos, pero termino sentándose y al llegar la orden bebió todo el té. A mí me pareció el acontecimiento más impresionante que yo haya logrado convencerla dos veces en un solo día, y pensé en que definitivamente algo andaba mal.
- ¡Qué loca tan educada! – dije con una sonrisa burlona, tratando de romper el hielo.
- ¡Cállate imbécil! – me respondió ella riendo.
- ¿Estás bien? Desde hace rato te noto rara y pensativa.
La expresión de su rostro cambio de divertida a seria y jugueteo con su cabello mientras abría su boca para responderme.
- Pues...En realidad tengo algo importante que decirte.
- Dímelo.

- Es que no sé cómo decírtelo.
- ¡Por Dios Sara! Soy tu mejor amigo, nada puede ser tan malo como para que no me lo puedas decir.
- ¿Prometes no enojarte conmigo?
- Me estás empezando a asustar ¿Qué sucede?
- ¡Promételo!
- Lo juro.
- Está bien, lo que pasa es que...Tengo novio.
Tengo novio...novio... ¡NOVIO!, esa frase retumbo en mi mente una y otra vez.
¿QUÉ?! ¿COMO ES POSIBLE?
No podía creer lo que me estaba diciendo, no me había comentado que alguien le gustaba ni nada por el estilo, todavía no sé cómo me lo pudo ocultar.
En ese preciso momento mi mente se fue de ese lugar y viajo a viejos recuerdos que tenía con Sara, habíamos vivido varias cosas, cosas buenas y malas.
Sentí mi mundo desplomarse, mi rostro se sentía adormecido y mi mandíbula ligeramente apretada. Yo no solía ser un hombre demasiado sentimental o celoso, me pareció extraña mi reacción y llegue a sorprenderme y concluí en que me sentía algo traicionado por que Sara, mi mejor amiga no me había contado que tenía novio y normalmente nosotros nos contábamos casi todo y además ella no era una chica de tener novio, desde que la conozco ha estado soltera. Siempre dijo que no quería complicarse la vida con cosas como esas, por ello reaccione de esa forma, estoy seguro de que fue por eso...

Tinta OcultaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora