Capítulo 3

3 0 0
                                    



El cumpleaños

Había pasado un mes desde que Sara se molestó conmigo y yo aún no podía olvidar como sus ojos se oscurecieron cuando averiguó lo que había hecho. Ese momento lo tengo presente hasta el día de hoy, fui un total idiota y no debí meterme en su relación con Tom.
Debí haberme imaginado que esto terminaría así, ella es una chica inteligente y yo la subestimé. Mis acciones fueron egoístas y perversas en cierto grado.

Extrañaba todo de ella, me hacía mucha falta, era mi mejor amiga casi como una hermana, creo que hasta podría decir que la amaba. Necesitaba escuchar su tierna voz y acariciar esa piel de terciopelo que me era semejante a la porcelana. Estaba enloqueciendo completamente por su ausencia, pero ella seguía sin responder mis insistentes llamadas.

Me angustié más al saber que faltaban solo tres días para mi cumpleaños número 18, habíamos estado planeándolo por casi un año teníamos todo planeado y listo para ese día. Los globos iban a ser de color azul, porque siempre ha sido nuestro color favorito; los invitados eran lo más irrelevante, pues yo nunca tuve muchos amigos y ella siempre tuvo demasiados; las velas para el pastel eran de esas que son muy difíciles de apagar, para poder dejarme un poco en ridículo; el pastel de chocolate, mi sabor favorito, y al que ella había decidido agregarle un poco de ron.

Sin embargo, en ese momento de nostalgia no sabía siquiera si la vería. Había pasado todos mis cumpleaños con Sara, desde el cuatro hasta el diecisiete, y este podía ser el primero en el que no la tuviera a mi lado. ¡Qué horribles ideas pasaron por mi mente!

La tristeza llegó a su punto máximo un día antes de mi cumpleaños. Yo no paraba de mirar la foto colgada en la pared, era una imagen de nosotros dos en la primera pijamada que organizamos; ella se veía sumamente feliz de siete años, sin un par de dientes y con sus coletas despeinadas. El recuerdo de esa noche me hizo sonreír, pero inmediatamente esta se borró.

Ambos nos habíamos conocido gracias a nuestras madres, que eran buenas amigas de la universidad. Verónica se había mudado con su esposo, pero cuando este la dejó Sara y ella regresaron a Madrid para empezar de nuevo. La vieja amistad de ambas, me llevó a encontrarme por primera vez con mi mejor amiga a la edad de cuatro años. Eran recuerdos hermosos, pero en ese momento no importaban. ¡La chica me odiaba!

A las siete de la noche de ese mismo día me di cuenta de que la costumbre de desvelarme hablando con Sara había desaparecido, pues mis ojos casi se cerraban del cansancio. Solo pude pensar que mañana sería un día mejor y que existía la posibilidad de que la viera, con esa idea en la cabeza, caí en un profundo sueño.

Esa noche soñé con ella, vi sus ojos azules perforando mi alma y pude sentir su piel rozando la mía. Soñé que Sara me abrazaba y me perdonaba, podía oler el aroma de su cabello, era una ilusión tan real que hasta llegué a pensar que era posible que sucediera.

La mañana siguiente me despertó el ruido del mis padres, ellos se encontraban frente a mi cama con un postre de cumpleaños. La torta era de naranja, no podía creer que no supieran que detesto ese sabor, si Sara hubiera estado ahí eso no habría pasado y yo me hubiera comido un delicioso pastel de chocolate. Sin demostrar para nada mi decepción, me comí lo que habían preparado para mí.
- ¿Tienes planes para hoy, cariño? – me interrogó mi madre.

- Sí, saldré con unos amigos. – mentí a la hiriente pregunta.

- Divierte, hijo. Ya eres mayor de edad. – dijo mi padre guiñándome un ojo.

Les mentí en la cara, no podía decirles que iba a pasar mi cumpleaños completamente solo, ellos comenzarían a hacer preguntas y yo no quería hablar al respecto. Así que me bañé, me puse algo decente y salí de la casa con rumbo a ningún lado. Solo me apetecía caminar e imaginarme como sería el día si viera a Sara.

Tinta OcultaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora