Capítulo 2

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Princesas sin delincuentes

Había pasado poco tiempo desde que mi mejor amiga era novia del imbécil de Tom, y ya estaba cambiando mi relación con ella.
Los momentos que pasábamos juntos se volvían cada vez más escasos, ya no teníamos las largas e interesantes conversaciones de siempre luego de que ella volviera del colegio. Siempre estaba tan ocupada que no le quedaba espacio en su muy apretada agenda para su mejor amigo.
Cada día los celos me invadían más, no podía pasar más de cinco minutos sin que pensara en ella, no sabía qué hacía, con quien o donde estaba. Parecía que comenzaba a perder toda su confianza en mí, pues no podía contarme que era lo que realizaba con Tom todo el día.
Muchas veces la encontraba en el centro comercial con sus amigas o su novio o comiendo con Verónica su madre o haciendo alguna otra actividad. 
En algunas ocasiones cruzábamos miradas, sin embargo ninguno decía nada y ya me estaba cansando de perder a mi mejor amiga por un idiota.
Llamé a su casa un día, pero me contestó Verónica. Me dijo que Sara había salido, y también dio que había hablado con ella y que varias veces le preguntó porque ya no pasaba tiempo conmigo. Comentó que ella le respondió, recalcando que no estaba enojada, que le sorprendía que yo ya no fuera a visitarlas. Entonces se me ocurrió la gran idea que sería ir a verlas, necesitaba con urgencia ver sus hermosos y brillantes ojos azules, poder decirle lo mucho que me hacía falta, y cuanto extrañaba ser su mejor amigo.
Al siguiente día me levante muy temprano, como nunca, para poder ir a casa de Sara, y pasar toda la mañana y tarde con ella. Ya había pensado todo lo que íbamos a hacer, primero quería ir con ella al cine a ver una película interesante, después iríamos al parque a dar una caminata de esas que tanto nos gustaban, luego recogeríamos a Verónica para ir a almorzar en el restaurante que ella siempre nos llevaba cuando éramos niños, más tarde compraríamos un helado para cada uno y conversaríamos mientras llegábamos a casa. ¡Era el plan perfecto! Y no incluía a ningún entrometido Tom.
Ya estaba llegando a casa de Sara, usaba mis jeans negros de mezclilla y mis converse favoritos con un jersey blanco bastante abrigado, cuando llegue llamé a la puerta y, para mi sorpresa, Tom salió a recibirme como yo lo había hecho con el aquella vez.
¾ Pasa. – dijo sin saludar.
¾ Gracias. – contesté con una mueca, que para nada imitó una sonrisa.

Estaba demasiado confundido. Por un lado estaba feliz, quería ver a Sara, por otro lado estaba furioso porque Tom estuviera en la casa de mi mejor amiga antes que yo. Con tristeza comprendí que estaba perdiéndola del todo.
Verónica me conocía tan bien que, apenas vio mi cara, se dio cuenta la incomodidad que me producía hablar con él y sobretodo encontrármelo al llamar a la puerta. Así que me llevó a la cocina para conversar un rato mientras esperábamos que Sara terminara de arreglarse. La saludé con todo el afecto que merecía no haberla visto en tanto tiempo.
- ¿Cómo es Tom con usted y con Sara? – le pregunté en un punto de la conversación. – ¿es un buen yerno?
- Es un joven bastante dulce, pero hace que mi hija se distraiga mucho de sus obligaciones. En realidad preferiría que no tuviese novio, pero supongo que vale la pena con tal de verla tan feliz y enamorada. – me respondió.
Hubo un momento en el que la casa quedó en silencio, entonces me puse a pensar en lo que me dijo Verónica. Se me ocurrió que tal vez yo podría solucionar "el problema" si evitaba que fueran novios, al principio me pareció una locura momentánea que dije sin pensar, pero cuando vi a Sara bajando por las escaleras supe que era la única opción. 
Ver a mi hermosa mejor amiga saltando los escalones hizo que me entren nervios, no sabía qué me iba a decir. Para mi suerte, cuando me regresó la mirada me di cuenta de que una sonrisa se escapaba de sus labios. Apenas bajó la abracé con todas mi fuerzas provocando que sus pies abandonen el suelo, pues para ese entonces no recordaba  todo lo que había planeado decirle. 
- Te extrañe demasiado, Adrián. – me susurró en el oído mientras la sostenía.
En medio de nuestro momento sentí como la arrebataban de mis brazos, fue entonces cuando vi que Tom la besaba intensamente y que ambos sonreían. Parecía que no se querían separar nunca.
En su mirada se veía el amor que sentían el uno por el otro, era muy sencillo notar lo mucho que se amaban. Estaba tan triste, me acababa de dar cuenta que nada de lo que hiciera los separaría y de que tenía que aprender a compartirla con el delincuente. La peor parte era que Tom aún seguía sin convencerme del todo, pero debía aceptarlo, no podía perder a mi mejor amiga ni un segundo más por mi desconfianza.
Ese día Sara había quedado de salir con su novio, por lo que mis planes se fueron en picada hasta terminar cincuenta metros bajo tierra. Me preguntó si me gustaría ir con ellos, y yo sin pensarlo dos veces acepté; Tom también tenía todo su día preparado y, como le arruiné los planes, se notaba que cada vez que me miraba la rabia se le desbordaba. Sin embargo, no me preocupó en absoluto, solo quería estar con mi mejor amiga.

Tinta OcultaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora