Don, llamado o como quieras llamarlo. Part II

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Bienvenidxs a la segunda parte de:

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Bienvenidxs a la segunda parte de:

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INTRODUCCIÓN:
Continuando con el cap. anterior:
¿Recordáis la última reina de la que os hablé?👉🏻👉🏻👉🏻👉🏻👉🏻

¡Sí! Ella fue Ester. Pues comenzaré introduciéndoos esta segunda parte con un poco más de su historia... ya que, sin querer he tomado apuntes de pequeños detalles de todo el libro:

¿Sabéis que...
en todo el libro de Ester no se nombra por ningún lado a Dios?

Pues sí, es cierto. Podéis leerlo y ver que no os miento.

Dios no hace su aparición en todo el libro de Ester pero eso no quiere decir que la mano De Dios no se estuviera moviendo a lo largo de la vida y de la historia de Ester.
Podríamos decir que Dios se encontraba entre bastidores. Pero Él siempre encontraba maneras para dar a demostrarse sin necesidad de hacer aparición.
¿No te ha pasado alguna vez?
Oras y parece que tú oración no pasa del techo. Tus oraciones no pasan del cielo. ¿No te has sentido solo o sola y que Dios no hace su aparición y parece que Él no está ahí y que no te está escuchando?
Pues sí tu respuesta es sí -e incluso siendo no- déjame decirte que Dios está ahí. ¡¡Dios está ahí!! Oyendo tu oración. Limpiando tus lagrimas. Buscando la manera de que salgas victorioso/a. ¡¡Dios está ahí!! Entre bastidores. Moviendo su mano. Dejándote en gracia como con Ester.

Dios siempre está ahí.
Incluso cuando no hay nadie.
Aunque tus padres te dejen.
Aunque el peor de tus enemigos te humille.
Dios está ahí.
Sin importar tu condición.
Sin importar tu edad.
Sin importar tu economía.
Sin importar tu familia.
Sin importar si tienes mucha o poca Fe.
Sin importar que tú pienses que tú oración no pasa del techo.
Sin importar la lucha por la que estes pasando.
Sin importar tu don; Dios permanece ahí.

De algo de lo que sí estoy segura es que cuando encontremos nuestro Don, sepamos donde está y el lugar en el que Dios lo ha colocado. Él sí estará presente. Lo único que nos queda es decirle:
—Heme aquí.
Dos palabras tan simples pero que cuestan tanto. Despojarnos de todo lo que hemos sido, e incluso lo que somos, olvidarnos de lo que queremos y deseamos para tan solo decirle:
—Heme aquí.
A mí, en lo personal me cuesta mucho decirle a Dios que haga su voluntad en cualquier ámbito de mi vida. La razón es simple: Dios se las ingenia de tal manera que hace que yo tenga temor de lo que Él es capaz de hacer. Lo que me incita a decirle:
—Dios haz tu voluntad. –es que yo sé que Él no va a hacer nada que no sea para mí bien. Porque yo soy su hija. Y, ¡oye! tu que lees, también eres su Hijo/a amado/a!!👏🏼👏🏼👏🏼🙌🏼

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