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Ya iban dos mensajes privados lanzados con ciertas amenazas, hacia la idiota de su hermana, pero al parecer era ciega o idiota. Votaba por lo segundo. Pensó con muy poco humor, lanzando su teléfono móvil sobre la mesa, para agarrar la última galleta bañada de chocolate y darle un buen mordisco.

La dominaba el ansia de golpear. Al final, iba a tener que apuntarse a un gimnasio para desquitarse, si la cosa seguía por aquel camino. O comprarse un saco y colgarlo en su despacho y otro, en casa.

Y no hacía falta ser muy listo, para saber que le plantaría dos fotografías. Una de Laura y otra de Oliver.

Los muy inútiles, porque no tenían otra calificación, llevaban todo el santo día tocando los ovarios. ¿Acaso no tenían trabajo y estaban aburridos? Pues que se fueran a un parque de atracciones o a jugar una partida de dardos. No deja, que eso lo haría ella, con ellos como  diana.

Parecían tener quince años, no más. Hasta se había salido del grupo de wattshap, pero alguno de los tres miembros restantes la volvía a introducir. A la quinta vez, ya desistió. Lo malo, que a ella no le daban el poder de administradora, que si no, se iban a enterar... Pero lo que no aguantaba, eran los selfies que llegaban de ellos tres a la que hacían algo diferente.

Por un lado, tenía a Gemma, quien enviaba fotos de ella comprando, o en casa o quedando con algún conocido de ella. Eran fotos agradables.

Las insoportables, las de su hermana junto con Oliver. Al parecer, estaban trabajando codo con codo.

Además, que puñetero ejecutivo no se ponía una corbata bien cerrada apretándose la puta campanilla. No, que el descarado, porque no tenía otro nombre, iba nuevamente con una camisa blanca impoluta y tres botones desabrochados.


Ni que su trabajo, consistiera en ser modelo y promocionar un perfume en las revistas de moda. De acuerdo, lo admitía. Oliver, era más bueno que pecar con chocolate, viendo una película de comedia romántica.

Pero ningún tío, trabaja con la guisa de prototipo sexual andante, en una empresa seria de construcción.

Y no se quedaba ahí la cosa, pensó notando como se le erizaba el bello del cuerpo, cuando sin pensar mucho, le venían todas y cada una de sus fotos a la mente. Se sentía observada por él. Era como si aquella mirada seria y a la vez sensual, se la estuviera dedicando en especial a ella. Como dándole a entender que había sido una idiota rematada, de salir huyendo.


¡Maldito capullo!

Pensó sulfurándose a sí misma, pensando en la visita de su hermana en la anterior noche pasada, notando raro, que no siguiera con la bronca que le soltó por mensaje, nada más dejarlo plantado en el lavabo.

Solo había acudido, para que le dejara prestada una batidora de repostería que tenía. Es más, ni en su visita, lo había nombrado en ningún momento.

Pero era más que obvio, que había tejido algo en su mente, para que, al día siguiente, hubiera aquella lluvia de fotos.

Detuvo un segundo sus pensamientos, cuando un grupo de hombres trajeados, que había sentados unas mesas detrás de ella en el bar, formaran un pequeño alboroto con sus carcajadas, por algo dicho de alguno de ellos.

Precisamente dos de ellos, los conocía por ir como ella, a tomar café muy a menudo allí. Eran empleados, de la sucursal de banco que había al girar en la esquina.

¡Mira tu por donde, también iba a enviar una sesión de selfies al grupo! Sonrió de forma maliciosa, agarrando su teléfono y acercándose, directamente a los dos que conocía de vista.

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