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Mientras su amiga Soraya, corría a la mesa sin derramar una sola gota de los chupitos que llevaba, se quedó pensativa mirando a Oliver.

¿Quiénes serían los que estaban con él? Le había dicho a su amiga, que se trataba de sus padres. Pero era imposible, dado que aquella mujer no era la encantadora madre de Gemma. Pero del hombre mayor en cuestión, no podía decir nada, pues no conocía al padre de don ego gallito.

Y por ello, sus amigas no la detendrían de hacer algo loco ¿Oh sí? Frunció el ceño, girándose a buscar la mesa donde se hallaban sentadas, para verlas a todas cuchicheando de forma alterada al poder poner al fin, rostro al hombre de sus pesadillas.

Sonriendo por saber lo que estarían diciéndose, que volvió a girar su rostro para fijarse en su objetivo, que frunció el ceño al no verlo sentado en la mesa. Ni él, ni la pareja mayor estaban allí.

¡Diantres, se le había escapado!

¡Vaya, realmente tenía ganas de jugar con él en modo venganza! Se sorprendió a sí misma, al notar el vacío desolado al perder su turno de jugada.

Pero al girarse con cierta desilusión hacia su mesa, observó nuevamente a su amiga Soraya correr hacia ella.

¿Qué querría con aquella sonrisa traviesa que brindaba su rostro?

-Si aún sigues buscándolo -Soltó con tono impaciente, mientras alargaba la mano y con gesto rápido, le señalaba otra esquina del local, donde había una mesa de cuatro hombres. Y allí se hallaba él, riendo divertido con sus amigos.

¡Sí, notaba el comienzo del cosquilleo feliz por su torrente sanguíneo, al saber que algo iba a poder hacer!

¿El qué?

Ya lo averiguaría justo al llegar a su lado, pues con él, su instinto sabía sobrevivir de momento.



Y así era.

Mientras se acercaba a la mesa donde estaba, la pareja mayor, volvió acercarse a Oliver volviendo a entrar en conversación. Y fijándose bien en él, aquella actitud seria y correcta, aún no la había visto con ella ni estando con su hermana.

Muy bien, solo lo pondría en un pequeño acto de contratiempo, con actitud dudosa.

Pensó sonriendo de anticipación, dándole igual a sus sentimientos de que iban a resultar algo tocados.


Aquella vez, quien iba atacar iba a ser ella. Verían quién tenía más a la sartén por el mango. Y sí, sabía que él no iba a esperarse aquello de ella, pero es que ella, tampoco se lo esperaba que fuera a realizarlo. Pero tenía ganas. Le daba igual lo que después fuera a quejarse su corazón, pues ya trataría de aplacarlo con su mente. Acaso no lo había logrado tiempo atrás.

Mientras se acercaba, miró un momento por encima de su hombro y rio, ante la mirada expectante de sus amigas, al saber que iba hacer una locura.

Pero se sentía viva, sentía vibrar por su sangre su espíritu de antes, el de sonreírle a la vida con ganas. El de pequeña pilluela como solían decirle antaño.

Y a un paso de Oliver, que éste se dio cuenta de su presencia. Pero no pudo hacer nada, solo recibir su peso sin protesta alguna.

Y decía su peso, porque sin saludar a nadie, alzó su pierna derecha cuando sus rodillas tocaron el sofá y pasando por encima de él, acabó a horcajadas en las piernas de él. Y con mirada penetrante y comisura izquierda alzada, lo devoró.

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