Capítulo 1 |Kate

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Sentía como las lágrimas descendían por mi mejilla, recordando su sonrisa y los buenos tiempos que vivimos juntos.

Seguía sin comprender el porque había tomado esa decisión, no había excusas para aquello, ni por tener la peor de la suertes uno debería de tomar esas decisiones. Escuchaba como mi madre pedía a gritos que abriera la puerta, más me sentía incapaz de mover un sólo dedo.

–Kate, ábreme por favor –pedía desesperada.

–No haré una locura –resoplé–. Si eso lo que te preocupa.

Aún seguía acostada y mi madre tras la puerta tocaba sin parar.

–No puedes estar sola –dijo–. No debes.

Los golpes en la puerta pararon y fueron sustituidos por unos gritos que conocía a la perfección. Había llegado la reina del drama, mi hermana.

–Si quiere estar sola, déjala –la escuche decir a mi madre–. Deberías darle tiempo.

Por primera vez estuve en total acuerdo con lo que había dicho, necesitaba tiempo, y espacio.

–No, ella tiene que abrirme y lo va a hacer –exigió.

La puerta se abrió de golpe, supe que había utilizado la llave. Tape mi cuerpo con la sábana, en un tonto intentó por hacerme invisible.

–No puedes seguir así –su voz fue aún más grave a medida que soltaba una palabra más–. Ya han pasado más de dos años.

–Por mi puede pasar un siglo y seguirá doliendo de la misma forma –lloriqueé–. Tú no sabes lo que estoy sientiendo, no comprendes.

–No –respondió–. De verdad que no lo entiendo. Se que duele, pero no puedes seguir así. Te estas lastimando, ¿cómo crees que se sentiría el al saber que por su causa tu estas así? No lo dejarás descansar en paz.

–Vete –sollocé.

Apreté la sábana contra mi cuerpo, sentí como la cama se hundió en señal de que alguien se había sentado.

–Deja que tu corazón sea libre de cualquier dolor –murmuró acariciando mi cabello por encima de la sábana.

Eso intentaba, pero sentía que no podía y cada vez que fracasaba era un golpe aún más fuerte que el anterior.

–Mañana irás a al escuela –afirmó–. Y quiero que disfrutes de ello, que vivas tu vida como normalmente lo hacías.

–No te prometo nada –hablé en voz baja.

[...]

Apreté los libros contra mi pecho, sintiendo todas las miradas en mi y tenía un leve presentimiento del porque.

Camine en dirección al salón de clases, no faltaba mucho para que las clases iniciarán así que no había problema alguno si llegaba temprano al salón. Fue como me lo suponía, aún no había nadie, y de nuevo me encontraba sola entre estas cuatro paredes. Comencé por ordenar mi sitio, saqué la libreta y un par de libros al igual que mi lapicera, había hecho las tareas por la noche así que suponía que no faltaba nada e iba con todo listo.

–Wow, es increíble, es que no me lo creo –escuché unos murmuros.

Gire sobre el asiento dándome cuenta de que las personas habían comenzado a ingresar al salón.

–Se ve más guapo –contestó la chica con una sonrisa juguetona.

¿Ahora de que hablaban? Acá no faltaban los rumores y era raro que pasará un día sin que hubiera alguno nuevo.

–Buenos días alumnos –canturreó el maestro al pasar por la puerta.

–Buenos días –contestamos a coro.

Cuándo pensé que la clase estaba por comenzar y que no faltaba alumno alguno por entrar, la puerta dio un fuerte rechinado en señal de que alguien había entrado. Puse mi atención en el muchacho de cabellos castaños, y ojos grandes brillantes.

Abrí mi boca ligeramente, sin creer el hecho de que estuviera acá, después de tanto tiempo.

–C-Christopher –murmuré en voz baja, pero creo que eso fue lo suficiente como para que las personas me notarán. Él posó su vista rápidamente en mi, regalándome una sonrisa. Al ver que el puesto de acompañante estaba desocupado, decidió sentarse a mi lado, aún sin dejar de sonreír.

–Tanto tiempo –comenzó él.

–Es que no puedo creerlo –intente ocultar mi sorpresa pero me fue imposible. El chico abrió sus brazos y rápidamente me encontraba entre ellos–. No vuelvas a irte, por favor.

Una pérdida había sido demasiado dolorosa, pero dos aún más.

–Lo siento –contestó antes de deshacer el abrazo–. Tenía que irme, no podía con todo lo que pasaba.

–Si –jugueteé con el lápiz–. Te entiendo.

–La pase muy mal –suspiró–. Sentía que no tenía caso el seguir adelanté.

–No lo digas –murmuré sintiendo mis ojos llorosos.

–Quería morir –contestó.

El timbre sonó, dando inicio a las clases y dando por terminada nuestra pequeña conversación.

No me imaginaba el hecho de que él tuviese esas ideas, parecía llevar bien el asunto, y de todos, era el que se lo tomo con más tranquilidad. Pero sabía muy bien que por dentro estaba sufriendo y no demostraba sentimiento alguno simplemente porque no quería que le vieran débil.

–Kate –susurró.

Lo mire de reojo, sólo para darme cuenta de como metía su mano en la mochila y de esta sacaba una especie de hoja de papel.

–Es tuya –me la entregó.

–¿Qué?

–Recogí su habitación –comentó–. Encontré la carta sobre el estante donde guardaba sus libros.

Tomo un largo suspiro antes de volver a hablar.

–Te dejo una carta –susurró.
Mire el sobre que yacía entre mis manos, sintiendo como el dolor volvía a aparecer.

Jamás podría superar el hecho de que Jason no se encontraba más aquí.

V de Venganza |Christopher VelezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora