Capítulo 2 |Christopher

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Toqué la puerta un par de veces, tenía tan sólo cinco días acá y no había ido a casa, necesitaba ver a mi madre y saber como estaba. Después de todo, se había perdido el contacto, y cada quien partió por su rumbo.

–¿Quién es? –escuché su voz, no pude evitar que las lágrimas salieran. La vería después de tanto tiempo, y sólo esperaba que estuviera bien.

No contesté, un nudo se había formado en mi garganta sin dejarme hablar. La puerta se abrió y la figura de mi madre apareció frente a mis ojos.

–Christopher... –susurró con la voz entrecortada.

–Mama –corrí hacia ella y no tardo en envolver sus brazos al rededor de mi cuerpo, ahora me daba cuenta lo mucho que me hacia falta.

–No sabes cuanto te extrañe –sollozo.

–Yo también te extrañe –me separe de ella–. Pero necesitaba tiempo para pensar las cosas y alejarme de acá, si me quedaba, sólo sufriría más de lo que hacia.

–Lo siento tanto, cariño –acaricio mi cabello.

–También yo –susurré–. Pude hacer algo, pude salvarlo.

–No podías Chris –comenzó–. Nunca nos dimos cuenta de lo mal que estaba, y ahí están las consecuencias; suicidio.

–Lo dices como si fuera tan fácil.

–No es así –suspiró–. Pero quiero que entiendas, no te culpes por eso, su corazón ya estaba demasiado dañado.

Sentí como mi rostro ardía en furia, otra vez había vuelto el recuerdo y el rostro de Kate seguía grabado en mi cabeza.

–Esa persona pagara por lo que cometió –informé–. Lo juro, ma.

–¿De que hablas, hijo? No cometas una locura, por favor –dijo tomándome de los brazos.

–Tranquila.

No estaba en mis planes que mi madre se enterara de lo que tenía planeado, así que decidí cortar el tema.

Me adentre en la casa, respirando el familiar aroma que desprendía de las paredes, y como todo seguía igual que antes.

–No has cambiado nada –dije con asombro.

Antes de llegar, y durante todo el camino. Me había preguntado el como estaría la casa, de color había pintado las paredes o que muebles había comprado, pero no fue nada de eso, simplemente me encontré con la misma casa que deje hace ya dos años atrás.

–¿Puedo? –señale las escaleras, y ella simplemente asintió.

Subí las escaleras con prisa, deseando entrar en aquella habitación.

Todo seguía en orden, ambas camas estaban tendidas aunque parecía que nadie había estado acá en años.

En la esquina de la habitación, se apreciaba como descansaba una consola de videojuegos, y en otra de las esquinas, un estante de libros. Sonreí instantáneamente. Recordando como Jason pedía que bajará el volumen para poder concentrarse en la lectura, el como se volvía loco al ver que no lo obedecía y lanzaba un libro en dirección a mi nuca, momentos que jamás volverían.

–Te extraño tanto, Jason –susurré por lo bajó, algo que sólo yo podía escuchar.

Pase mi mano por la gran variedad de libros, rebusque entre todos algún libro de mi agrado, pero ninguno lo fue, no me gustaba leer y eso no cambiaría ahora. Deslicé mis dedos por el último monto de libros, uno con la portada color vino llamo mi atención. Era el libro que siempre solía leer, el cual se llevaba a la escuela y se negaba a soltarlo. Lo saqué con dificultad, tratando de que los demás libros no fueran a terminar en el suelo o en mi rostro, al poder sacar el libro, hizo un pequeño sonido, y los demás libros se juntaron sin caerse.

Acaricie la portada, estaba algo sucia, pues con el tiempo había tomado un color gris gracias al polvo. Abrí el libro iniciando desde la primer página, de sólo leer el título me aburrió, no tenia ni idea de el porque era fascinante para mi hermano.

¿Qué?

Justo entre las páginas 234 y 235 yacía una hoja de papel, más bien una carta.

Sonreí pensando que quizá era para mi o para mi madre, pero mi sonrisa desapareció al ver el nombre de la chica.

Kate

[...]

Ella tomo la carta con delicadeza, como si fuera la cosa más frágil del mundo.

–Gracias –susurró sin siquiera verme, sólo prestaba atención al sobre que yacía entre sus manos–. ¿La leíste?

Negué.

–Gracias por entregármela, y por no darle un vistazo –soltó una risa nerviosa.

–No hay de que –contesté–. Después de todo era para ti, no para mi, así que no tenía porque husmear.

Vi de reojo como guardaba la carta en su mochila, metiéndola entre una de sus libretas para que no se maltratara.

Esa imagen de chica inocente, ni yo mismo me la creía. Sabía que sólo actuaba y de inocente no tenía nada.

–¿Cómo está tu madre? –pregunté de repente.

–Bien, algo gruñona pero supongo que se le pasará –contestó.

–Oh, así son las madres –reí.

–Si, supongo –se encogió de hombros–. Aunque también está algo celosa porque pasó todos los domingos con tu madre.

–¿Con mi madre? –pregunte a lo que ella asintió.

–Si, creo que ambas nos necesitábamos.

Mi madre quería a Kate como si fuese su hija, recuerdo los tiempos en que solía ir a casa y pasar un rato con nosotros, nunca entendí la relación que llevaba con mi hermano, ella sólo tenía doce cuando el tenía quince.

–Qué lindo de tu parte –hablé con dulzura.

–Ustedes son muy importantes para mi, tienen un lugar enorme en mi corazón –contestó.

Mentirosa.

V de Venganza |Christopher VelezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora