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MIÉRCOLES 19 DE FEBRERO

Al fin Jungkook tiene su boleto. Le pareció que el señor Lee nunca se lo entregaría. “¡Y el guión de Arthur Miller escrito especialmente para Marilyn, su ex mujer, e inmediatamente después, la muerte de Clark Gable, y el suicidio de la pobre Marilyn!” ¡Ufff! Normalmente escucha con interés a la enciclopedia viva del cine pero hoy el señor Lee le pareció demasiado parlanchín y exageradamente siniestro.
Entra caminando con cuidado. Roza el terciopelo rasposo de las butacas. El paraíso está en la tercera fila de atrás para adelante, en la séptima butaca. Ahí está él. Ahí está con su perfume y luego su manera de responder a su saludo, con alegría pero en el fondo, con una tensión secreta que lo perturba.

Platicaron durante los anuncios. Y como en la pantalla apareció un perro ladrándole a una lata de comida, de pronto el castaño dijo:

– ¿Sabe? Desde hace cuatro meses tengo un perro.

– ¿Y lo quiere?

Hizo la pregunta, por la forma en que el castaño lo había dicho, ya sabía la respuesta.

– Antes, no me gustaban los perros. Para nada. Pero él es diferente. Hasta tengo miedo de encariñarme demasiado con él.

– ¿Se debe tener miedo de amar demasiado?

– Claro que sí.

–  También yo tengo un perro. Tiene un problema terrible.

– ¿Deberás?

– Cree que me ama demasiado.

Ambos ríen. Él castaño piensa: “Tiene sentido del humor. En cambio yo soy demasiado serio, demasiado rápido. En otros tiempos todo me importa un pepino, pero ahora me siento tan pesado. Todo me lastima”.
Él castaño había sido el primer en llegar y durante esos tres minutos, estuvo atormentándose con la idea de qué tal vez él no iba a aparecer porque había olvidado la cita o, peor aún, porque sabía la verdad y había decidido evitarlo. Estaba acostumbrado a que la gente lo esquivara. ¿Por qué entonces le afectaba tanto pensar que él lo hiciera?... No sabía nada acerca de él. Tal vez en el próximo minuto lo decepcionaría.
Se había sentido bien a su lado el primer miércoles. Seguro, como con un hermano. No le había hecho preguntas incómodas, del tipo: “¿Dónde vive? ¿Vive con sus padres?” No le pareció pesado. El peligro es que bajo su ligereza amable lo siente demasiado atento a lo que el castaño esconde. Él lo intuye. Y le da miedo. ¿Por qué no ha hecho preguntas, las preguntas que hacen todos?
Es el castaño quien lo interroga.

– ¿Y a qué se dedica los otros días de la semana?

– Entre otras ocupaciones, soy algo así como un pianista.

– ¿Clásico?

– No, pianista de jazz. Toco de vez en cuando en el Megabox, junto con unos amigos. Si quiere puede venir a escucharnos... e incluso bailar... ¿Qué le parece?

No le parece nada bien. Algo le duele, como un puñetazo en el estómago. Otra vez eso. Vuelve a pensar en los conciertos, en las fiestas. Nunca más se verá a sí mismo como un ángel que surge de entre el humo dorado, o azul, en los espejos del Rock & Coco. Rey del baile, rey bajo la mirada de... ¿Quién era? ¿Cómo se llamaba el muchacho del que en esa época estaba locamente enamorado? ¿Ése que lo besaba en el auto, y otras cosas más? Hoseok, claro. Es inútil fingir que lo ha olvidado. Pero ya no siente nada por él. Lo que pasó, acabó con todo. Todo está seco.

– Y usted, ¿qué hace cuando no está sentado en la antepenúltima fila?

– Soy estudiante, en la facultad de letras, de la licenciatura en inglés.

– ¿Y después...?

– Me habría gustado ser profesor...

– ¡Qué maravilla! Sus estudiantes serán tremendamente afortunados.

El castaño permanece en silencio: “Eso sí, serán afortunados. Afortunados de no tener nunca a un profesor como yo”. Siente ganas de llorar. “Por suerte traigo anteojos: él no ha de ver nada”.
La película comienza. Por desgracia, doblada, ¡Cómo le habría gustado oír la voz de Marilyn, la verdadera! Pero de cualquier modo está bien.
Antes de que todos se levanten para irse, el señor Lee anuncia la película siguiente. Una muda. El castaño anuncia: “No voy a venir; no me gustan las películas mudas”.
Él siente ganas de besarlo. Desde luego Jungkook tampoco irá. ◀

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