Capítulo 20 | Clases de defensa personal

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Más tarde ese mismo día, Hunter dejó a Trevor en su casa y después me llevó a la mía. Había prometido darme clases de defensa personal, de modo que necesitaba cambiarme de ropa y ponerme algo más adecuado para la ocasión. Me deshice del vestido amarillo que había usado durante toda la mañana y lo remplacé por una camiseta de licra blanca y unos shorts negros; me dejé las zapatillas deportivas y me hice una trenza en el cabello.

El sitio al que Hunter decidió llevarme para darme mi primera clase de defensa personal estaba ubicado dentro de la arena subterránea. Cuando me dijo esto, inmediatamente me preparé para lo peor. Sin embargo, el lugar resultó ser un establecimiento de lo más agradable. Las paredes de concreto estaban pintadas de color gris oscuro mientras que, como en la mayoría de los gimnasios, el suelo era de caucho. Había lámparas de taller esparcidas por todo el área emitiendo luz suave y cálida, por lo que el ambiente se sentía mucho más confortable.

—Nada mal —exclamé, dando mi más sincera opinión—. Lo cierto es que esperaba un cuchitril.

—¿Cuchitril? —repitió él, mirándome divertido.

Fruncí un poco las cejas.

—¿No viene mucha gente a este gimnasio? —pregunté al ver que estábamos solos.

—En realidad siempre suele estar bastante lleno, es solo que hoy lo reservé únicamente para nosotros.

Lo miré con los ojos muy abiertos.

—¿Hablas en serio? ¿Puedes hacer eso?

—Puedo hacer eso y muchas otras cosas más.

Bufé.

—Eres un presumido.

Dejó ver una pequeña sonrisa.

—Bien, espera aquí. No tardo —anunció de pronto, apartándose de mi lado.

—¿A dónde vas?

—A cambiarme.

Cuando Hunter desapareció en los vestidores, dejé escapar un suspiro y me dediqué a explorar un poco aquel sitio. La sala era amplia y estaba equipada con todo tipo de máquinas para hacer ejercicio. En la parte de atrás divisé cintas de correr y escaladoras; a la izquierda encontré racks con mancuernas y barras olímpicas; en la derecha observé una hilera con sacos de arena y, justo en el centro, predominaba un enorme ring de pelea.

Fascinada con ese lugar que parecía un cuartel general de alto mando en el que entrenaban a los mejores agentes de las fuerzas armadas, me acerqué a un saco de arena y tanteé el material del que estaba hecho. No pude evitar imaginar a Hunter de pie ahí mismo, dándole de golpes al costal mientras se preparaba para una pelea.

—Si lo golpeas así te vas a lastimar —me advirtió una voz a mis espaldas.

Tan pronto como me volví para míralo, mi cuerpo se paralizó. Hunter se había puesto unos pantalones de gimnasio negros que se ajustaban a sus tonificadas piernas y una camiseta blanca sin mangas que se ceñía sobre su pecho, dejando ver los músculos de sus pectorales bajo el tejido. Llevaba el pelo recogido en un perezoso moño, lo que hacía resaltar la definición de su cuello y mandíbula, además de los afilados rasgos de su rostro.

Me llevó alrededor de treinta segundos salir de mi aturdimiento.

—Yo... —comencé, pero no logré conectar las palabras que flotaban dentro de mi cabeza.

Una sonrisita de satisfacción se extendió lentamente por sus labios.

—Ven aquí —exclamó, dejando un par de cosas sobre el suelo del ring—. Muéstrame tus manos.

Fingiendo Amor  © Nueva Versión +18 (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora