Capítulo 41 | Fiesta de cumpleaños

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—¿Él lo sabe? —pregunté, porque fue lo primero en lo que pensé.

Dios mío, ¿Hunter sabía que tenía un hermano?

—No —respondió cautelosamente Elizabeth, centrado su atención en la bandeja de carnes fías—. Fue un parto prematuro y, por desgracia, el bebé no sobrevivió. —Abrió un paquete de galletas saladas para colocarlas junto a las aceitunas—. Michael declaró que se trató de un accidente —continuó—. Nos dijo que Isabella se había caído por las escaleras y que eso fue lo que le provocó las contracciones. Mi hermana quedó devastada. Perder a su bebé la deprimió tanto que, cuando quedó embarazada por segunda vez, trató de cortarse las venas.

Me recorrió un escalofrío.

—Debí haber hecho más por ella, debí... —se le quebró la voz—. Siento que le fallé —confesó, dejando a un lado las galletas—. Desearía no haberme dado por vencida con ella, desearía haber insistido un poquito más.

Empecé a frotarle la espalda.

—A veces las personas amamos con tanta intensidad que nos cuesta trabajo reconocer que esa otra persona nos hace daño y es necesario dejarla ir —murmuré con suavidad—. Sé que seguramente habrá hecho todo lo que estuvo en sus manos, señora Presley, pero no siempre podemos ayudar a quienes no quieren ser ayudados.

Elizabeth se dejó vencer por las lágrimas y yo la consolé lo mejor que pude. Dejamos a medio terminar la bandeja de carnes frías sobre la isla del centro y calenté un poco de agua para hacer té. Serví dos tazas, una para ella y otra para mí, y nos sentamos en unos bonitos taburetes junto a una barra de granito y madera oscura.

Una vez más tranquila, Elizabeth siguió hablándome del pasado.

—Cuando mi padre descubrió que Robert y yo estábamos en proceso de adoptar al hijo de mi hermana, se puso furioso. Él odiaba a Michael y lo último que quería era ver a ese hombre en el rostro de un niño. Mi esposo y yo ignoramos su oposición y seguimos adelante con los trámites. Esperaba que, con el tiempo, papá terminara aceptando a Hunter como su nieto. Pensé que era una buena idea, Hunter apenas si hablaba, además, tenía los mismos ojos que mi hermana. Pero papá jamás soportó estar en la misma habitación que él.

No pude evitar pensar en el pequeño Hunter que seguía viendo en mis sueños.

—Aun siendo un niño, Hunter sabía que su abuelo lo aborrecía. Creció con la idea de que no sólo su abuelo, si no que cada miembro de esta familia lo odiaba por el hecho de ser físicamente igual a su padre. Pero eso no es verdad, puede que mi padre jamás aceptara a Hunter como uno de sus nietos, ni siquiera en su lecho de muerte, pero para mí, como para el resto de esta familia, ese muchacho es un hermoso recuerdo de Isabella.

Saber que Hunter tenía una familia que lo amaba hizo que mi corazón se sintiera realmente cálido.

Era una lástima que él no lo viera de la misma manera.


Una vez terminamos de preparar la bandeja de carnes frías, Elizabeth y yo salimos juntas al jardín trasero para dejar los aperitivos en una mesita donde todos pudieran ir a tomar. No muy lejos de la cabaña, distinguí un pintoresco muelle de madera ubicado a un lado del lago. Allí, Hunter estaba enseñándole a pescar a su primo.

Era una escena tan adorable que incluso los Presley no podían quitarles los ojos de encima.

—Ve con ellos —me dijo Elizabeth, dándome una cariñosa palmadita en espalda.

Parpadeé para salir de mi ensimismamiento, asentí con la cabeza y me encaminé en su dirección

—¿Cómo va la pesca, chicos? —les pregunté, pisando con un poco de miedo los tablones del muelle.

Fingiendo Amor  © Nueva Versión +18 (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora