Capítulo 39 | Gustos musicales

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El viernes después de la escuela, Hunter me dejó en la entrada de la biblioteca estatal y luego él se fue a la Arena Subterránea. Me explicó que tenía que tratar unos asuntos sobre un encuentro con un tipo mientras se despedía de mí con un beso en los labios. Me quedé de pie junto a las escaleras frente al edificio hasta ver la parte trasera de su camioneta desaparecer al final de la calle.

Pensar en Hunter enfrentándose a otros chicos me hacía sentir escalofríos. No por miedo a que él resultara herido, sino por miedo a lo que podía llegar a suceder. Recordé entonces la conversación que lo escuché tener con la señora Presley el otro día en el West House, esa en la que ella le reclamó el casi haber matado a un chico. Yo misma había presenciado esa pelea. Yo misma lo había visto perder el control. Y a veces, cuando cerraba los ojos, podía ver su mandíbula apretada y sus ojos inyectados en sangre. Podía incluso oír el aterrador sonido de su voz.

Me froté los brazos en busca de calor cuando el frío se acentuó en mi cuerpo. Crucé la entrada del edificio y le mostré mi pase de estudiante a la bibliotecaria. La chica sentada detrás del mostrador me sonrió.

Deambulé un rato entre las estanterías, tomando sólo los libros que necesitaba para mi tarea. Avancé hasta la esquina más alejada del segundo piso, casi llegando a la sala de computación, pero me detuve de golpe al ver a un chico pálido de cabello rubio ocupando la mesa en la que me gustaba sentarme cada vez que iba a la biblioteca.

No sé por qué, pero verle ahí me hizo sonreír.

—Hola, Michael. ¿Puedo sentarme contigo? —pregunté, acercándome a él con las manos llenas.

Michael apartó la mirada de los libros abiertos que tenía esparcidos sobre la mesa para posar sus ojos grises en los míos. Una fría expresión cruzó por su rostro, pero desapareció rápidamente al ver que se trataba de mí.

—Seguro —dijo, y apiló sus cosas para hacerme algo de espacio. Dejé mis libros a un lado de los suyos y me senté frente a él. Poco después, escuché que chasqueaba la lengua—. Sabes, empiezo a creer que me estás siguiendo.

Eso me hizo reír.

—Vamos, quizás eres tú quien está siguiéndome a mí —repliqué, haciendo un mohín.

Curvó un poco los labios, insinuando apenas una sonrisa.

—Sí, quizás.

Tomé lo que necesitaba del interior de mi mochila y me preparé para escribir un ensayo de veinticinco páginas que necesitaba entregar el lunes. Michael regresó su atención a un cuaderno en el que realizaba apuntes a mano. Miré su letra, era bella y elegante. A su izquierda, vi una montaña de libros sobre anatomía humana.

—Por cierto, ¿qué es lo que estás estudiando en la universidad? —le pregunté.

—Medicina forense.

Alcé las dos cejas, impresionada.

—¿Significa que vas a tratar con cadáveres?

Volvió a mirarme, llevaba unos anteojos plateados que resaltaban aún más el color de sus ojos.

—Sí, realizaré autopsias para determinar la causa de la muerte de un individuo.

Intenté no hacer una mueca, pero fallé al imaginar todo lo que implicaba hacer una autopsia.

—¿No crees que es un trabajo un poco... espeluznante?

Me dedicó una sonrisa despreocupada.

—No, todo lo contrario. Creo que es un trabajo sumamente interesante.

Hice un gesto aprobación con la cabeza y luego me concentré de nuevo en mi ensayo. Agarré un libro y lo hojeé en busca de información, pero seguía sintiendo curiosidad por el chico que estaba sentado frente a mí.

Fingiendo Amor  © Nueva Versión +18 (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora